Entre el miedo y la incertidumbre, Esmeraldas se reactiva tras jornada violenta
Esmeraldas vive una tensa calma, a dos días de la jornada de violencia y criminalidad. Un equipo de PRIMICIAS recorrió la ciudad.
Militares custodian el Parque Infantil, en el centro de Esmeraldas, tras la ola de violencia en la ciudad. Foto del 27 de julio de 2023.
PRIMICIAS
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Dos días después del martes 25 de julio de 2023, cuando hubo una serie de atentados con explosivos, Esmeraldas vuelve a la normalidad comercial, aunque sus habitantes mantienen el temor.
Un equipo de PRIMICIAS recorrió Esmeraldas, la capital de la provincia del mismo nombre, la tarde del jueves 27 de julio. El ritmo de la ciudad, aparentemente, regresó a la cotidianidad.
Dos días antes, esta localidad costera ecuatoriana vivió una jornada llena de violencia y criminalidad. Los internos de la Cárcel de Esmeraldas se amotinaron y tomaron como rehenes a 17 guías penitenciarios.
Además, las bandas narcodelictivas atentaron contra seis vehículos, incluidos buses. Y secuestraron momentáneamente a tres policías en la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) de La Guacharaca, barrio considerado de alta peligrosidad, donde opera la banda de Los Tiguerones.
Esto causó terror en la población. Y las calles de la ciudad se vaciaron. Las instituciones públicas y los locales comerciales cerraron su atención al público y las clases en los centros académicos locales se suspendieron.
Según Milton Rodríguez, jefe de la Fuerza de Tarea Conjunta de las Fuerzas Armadas (FF.AA.), las amenazas de violencia cesaron a las 13:45 del mismo martes 25. Por lo que todo se ha ido normalizando paulatinamente.
"Hay miedo, pero tenemos que trabajar"
La tarde del 27 de julio de 2023, la ciudad luce prácticamente normal. El 80% de los locales del centro funciona con normalidad. También se desarrolla el comercio informal y las personas transitan a pie, en taxis, en buses y en vehículos particulares.
El Parque Infantil de la calle Olmedo, que es uno de los sitios tradicionales de Esmeraldas, estaba repleto de personas. Los jóvenes jugaban básquet. Y unas 50 personas observaban atentamente un partido de Ecuavoley.
En el sitio se vendían corviches, bolones, helados, granizados, productos de limpieza personal, víveres, entre otras cosas.
Carlos (nombre protegido) vende corviches en esa zona desde hace ocho años, desde las 15:00. El martes de los incidentes no salió a trabajar, el miércoles tampoco lo hizo, por temor a que los atentados se repitan. Pero el jueves ya no tenía alternativa.
"No podemos dejar de trabajar tres días seguidos, se acaba la comida en la casa", dijo Carlos mientras vendía sus corviches a los militares que recorren la ciudad de manera periódica.
"Claro que tenemos miedo. Pero también tenemos que comer".
Carlos (nombre protegido) / Vendedor
María también estaba en esa zona. Esperaba que su esposo, que es profesor en una escuela pública de la ciudad, la retire del lugar para ir juntos a casa. Ella es empleada doméstica en una casa en el centro de Esmeraldas y no ha dejado de trabajar ni un solo día.
La mujer dice que el martes y miércoles hubo complicaciones porque no había buses circulando por la ciudad. Y los taxis estaban cobrando cantidades mucho más altas de lo habitual. Por eso tuvo que tomar una motocicleta que la llevó a su casa por el barrio Guayacanes, por USD 1.
En las calles aledañas al centro de la ciudad, había más locales cerrados. De cada 10 puertas, tres o cuatro estaban cerradas. El resto atendió con normalidad.
Mario tiene una tienda en una zona conocida como Boca de Chivo. El hombre de 54 años relató que en ese sector no ocurrió nada, pero que cerraron por precaución.
Cárcel regresó a la normalidad
Otra zona que vivió momentos álgidos el martes 25 fue la de la Cárcel de Esmeraldas, hasta la tarde del miércoles cuando fueron liberados los 17 guías penitenciarios que habían sido retenidos.
El jueves, en cambio, había total tranquilidad. Los 1.402 presos estaban en sus celdas y el motín terminó sin heridos ni muertos.
En la Playa Las Palmas, el sitio más turístico de la ciudad, el panorama es agridulce. Todos los restaurantes, bares, hoteles, tiendas y licorerías están abiertos. Pero la presencia de turistas es nula.
Se observan solo a pocos habitantes de la propia ciudad disfrutando del mar o de un helado. Pero la jornada violenta del martes cambió todo para los negocios de la zona. Fabián es dueño de un hotel ubicado frente al malecón, tenía confirmadas seis habitaciones de familias de la Sierra para el fin de semana. Todas llamaron a cancelar su reserva.
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