La Calle 8 busca un "nuevo amanecer" a un año de la explosión
La madrugada del 14 de agosto de 2022, el estallido de una bomba cobró la vida de cinco personas inocentes en el Cristo del Consuelo, al sur de Guayaquil. Un año después, el sector lucha por curarse del dolor y el espanto. Y los vecinos aún arreglan daños en medio de promesas incumplidas.
Una familia camina por la que fue la zona cero de la explosión de la Calle 8, en el Cristo del Consuelo en Guayaquil. Las fachadas de tres casas fueron reconstruidas.
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Las paredes blancas de tres casas cubren ahora lo que fue la zona cero, llena de muros destruidos y láminas de zinc retorcidas. Y un mural señala la casa de “La Salchicha Tía Dominga”, el comedor donde se produjo la explosión en la Calle 8.
Al frente, otro colorido mural anuncia en grandes letras lo que parece más que una realidad, un anhelo: “El nuevo amanecer de la Calle 8”, en el Cristo del Consuelo, al suroeste de Guayaquil.
El 14 de agosto de 2022, el barrio despertó con un estallido que remeció las casas en escenario de espanto y dolor. Esa madrugada, a las 03:00, una bomba arrojada por motociclistas en la acera cobró la vida de cinco personas, inocentes según la Policía, y dejó a 17 heridos.
El atentado representó un punto de quiebre de la violencia terrorista en las calles, que más de un año después azota a Guayaquil y atemoriza a las principales ciudades del país.
“La bomba marcó un antes y un después. Creo que fue como un laboratorio de todo lo que se vendría luego en el país”, coincide Mercedes Mercado, de 34 años, quien vive en una de las tres casas más afectadas por el bombazo.
La Calle 8 (en realidad es la Décima, entre la I y la H), un enclave popular afroecuatoriano de salsa y reguetón, célebre por su gastronomía criolla a orillas del estero, luce solitaria y silenciosa. Y, según los vecinos, perdió la chispa de las fiestas multitudinarias de antaño.
“Esto cambió totalmente, el sector quedó desolado”, dice Arquímedes Valencia, de 65 años. Él costeó la destrucción de sus ventanales y parte de un tumbado que colapsó tras el remezón del estallido.
De hecho, los más afectados aún arrastran daños sin arreglar en medio de promesas gubernamentales incumplidas.
Ataque de Choneros a Tiguerones
Los propios vecinos aún no se explican las causas del atentado. La Policía detuvo a Darío Arturo Chinchay S., alias ‘Morado’, como uno de los presuntos responsables del atentado. Hasta agentes del FBI llegaron al país para investigar el hecho.
Pero luego la Fiscalía solo encontró evidencias y elementos de convicción para procesarlo por el delito de tráfico ilícito de armas de fuego, municiones y explosivos.
Las investigaciones concluyeron que se trató de un ataque de Choneros contra Tiguerones por el control del microtráfico de droga en el sector, cuando los nombres de esas bandas no significaban mucho para la mayoría de guayaquileños.
El atentado se perpetró con dos cilindros de gas llenos de pertrechos metálicos para amplificar los daños, cargados con dinamita, explosivo plástico tipo C4 y encendidos con mecha.
En la casa de Delia Valencia, diagonal a los atentados, la fachada de una pequeña tienda sigue cuarteada. Y las láminas de zinc del techo atestiguan agujeros de las esquirlas metálicas que volaron tras la bomba.
“Es algo que preferirías olvidar, el griterío de la gente, de los heridos pidiendo ayuda, la oscuridad en la que quedó todo, sesos esparcidos en la calle y partes de cuerpo arriba en los balcones o el techo ”, cuentan en la tienda.
Dos fallecidos habían llegado a una casa que acogía bailes clandestinos y les sorprendió la explosión en el célebre local de venta de caldo de salchicha para los trasnochados, a un lado de donde tiraron la bomba.
“La Salchicha Tía Dominga” volvió a funcionar, cuentan los vecinos, pero sin la concurrencia de antaño y con entregas a domicilio, porque las noches de fiesta hasta al amanecer se acabaron.
“Todo el mundo está recogido en su casa a las 20:00 y lo bueno es que, desde el atentado, la Policía no deja de patrullar”, dice Arquímedes.
Promesas incumplidas, alegría perdida
En la vivienda de los Mercado aún viven entre grietas sin reparar. Las fachadas de las tres viviendas más afectadas las arreglaron a través de ayuda social y trabajo comunitario, cuentan.
Solo siete familias de las 27 afectadas recibieron un bono de contingencia de (USD 260) por una ocasión. Los bonos de reconstrucción por USD 8.000 y USD 15.000 que prometió el Ministerio de Vivienda nunca llegaron.
“Entre la Gobernación y el Municipio de Guayaquil se comenzaron a lanzar la pelota y la ayuda nunca se materializó, sólo anuncios para la televisión”, cuenta Mercedes Mercado.
Los vecinos de las casas más afectadas tuvieron que recurrir a bingos, fundaciones, donaciones y el movimiento político Centro Democrático también les colaboró.
Pero la casa de los Mercado aún sigue afectada en un 40% de su infraestructura, la explosión la dejó un tanto inclinada y el “techo sigue con agujeros”.
“Aquí venían a divertirse futbolistas, faranduleros y famosos porque se sentían seguros, sentimos que perdimos como barrio una oportunidad”
Mercedes Mercado, habitante de la Calle 8
A inicios de 2021, en medio de medidas distanciamiento por el Covid-19, la Calle 8 se viralizó en redes por una desaforada fiesta de una multitud que se tomó toda la vía a ritmo de salsa choke, en medio de abundante espuma. En las casas se vendían bollos y pescado frito.
“Es bueno que haya vuelto la tranquilidad. Lo que da tristeza es el olvido de las instituciones públicas, porque a través de crédito y promoción se pudo reemplazar la farra por la gastronomía”, indicó Mercedes.
En el colorido mural que cubre ahora una gran pared frente al sitio del atentado destacan los rostros serios de tres jóvenes (dos afroecuatorianos). Y los motivos de fachadas coloridas tratan de evocar la alegría perdida del barrio.
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