Violencia de género: dos mujeres que pasaron de víctimas a activistas
Yadira Labanda y Cristina Almeida vivieron de cerca la violencia machista. Vencieron sus miedos y ahora ayudan a otras mujeres.
Yadira Labanda (izquierda) y Cristina Almeida, el 5 de marzo de 2021.
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Cristina Almeida sufrió al menos tres intentos de femicidio por parte de su expareja durante más de dos años de relación.
Recuerda que apenas pasaron seis meses de noviazgo cuando las amenazas empezaron.
En una las constantes discusiones, él estuvo a punto de empujarla del tercer piso del departamento en el que Almeida vivía con su pequeño hijo. Aunque escapó de aquella situación, las intimidaciones no cesaron.
Después, en medio de un ataque de celos, él tomó un cuchillo de cocina y lo puso contra su abdomen. Esa fue la señal de que debía terminar la relación.
Sin embargo no lo hizo, pues sentía que dependía física y emocionalmente de su agresor. Fue entonces que Almeida entendió que su vida estaba en manos de su pareja.
"Me ahorcó varias veces. Y una de ellas yo dije: no puede ser posible que acepte una situación en la que mi vida dependa de cuanto él apriete mi cuello".
Cristina Almeida
Sentada en la sala de su casa, en el norte de Quito, Almeida reconoce que estuvo cerca de ser una de las más de 850 víctimas de femicidio, según los registros de las organizaciones sociales.
Cuando terminó su relación se refugió en el feminismo. "El feminismo me ayudó a superar esa relación y a querer ayudar a otras mujeres que viven una situación similar".
Es así que en mayo de 2018 creó la fundación Nina Warmi. Esta organización brinda asistencia legal y psicológica a mujeres que sufren cualquier tipo de violencia.
"Durante mis charlas o capacitaciones en la fundación cuento mi experiencia de vida. Y sostengo que es posible romper el círculo de violencia y más aún con la ayuda de mujeres que fuimos víctimas", recalca.
Una encuesta del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) revela que seis de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia durante su vida.
Las de mayor incidencia son la violencia psicológica y la física. Otros son de carácter sexual y patrimonial.
Aunque Almeida ya no tiene miedo de su expareja, tiene una boleta de auxilio. Este documento no ha impedido que él siga acosándola.
Hace dos semanas recibió un mensaje de texto en el que él pedía conversar. "Nunca se debe responder una llamada o un mensaje de texto de un agresor", advierte.
Y más aún "cuando él siempre va a ser el hombre que casi me mata", dice Almeida.
"Angie es mi bandera de lucha"
La última vez que Yadira Labanda vio a su hija, Angie Carrillo, fue el 28 de enero de 2014. Ese día, ella viajó desde Riobamba a Quito para terminar una relación sentimental de más de dos años.
"Mi hija seguía Medicina en Riobamba y su expareja estudiaba en Quito. El noviazgo se había deteriorado por la distancia y mi hija decidió separarse de él", cuenta Labanda.
Las investigaciones de la Fiscalía revelan que el exnovio de Carrillo la llevó hasta un parque en el sector de Carcelén, en el norte de la capital. Allí tomó una piedra y la asesinó con un golpe en la cabeza.
Luego de que Carrillo cayera la piso, el agresor la siguió golpeando hasta desfigurarle el rostro. "El cuerpo de mi hija fue arrojado a una quebrada y solo pudimos encontrarla dos años después cuando el asesino reveló el lugar", señala Labanda.
Luego de tres años desde la desaparición de Carrillo, el 25 de enero de 2017 la Corte Provincial del Pichincha sentenció al asesino a 34 años de prisión por el delito de femicidio.
Labanda pensó que el camino tortuoso había terminado, pero no fue así. La defensa del agresor apeló el dictamen aduciendo que el crimen ocurrió en enero de 2014 cuando el femicidio aún no había sido tipificado en el Código Integral Penal (COIP). Esta figura recién fue incluida en el sistema legal ecuatoriano en agosto de 2014.
El juicio se anuló y la pesadilla de Labanda volvió a empezar.
En los siguientes meses el proceso se reabrió y en mayo de 2017 la Corte Provincial de Pichincha modificó el delito de femicidio por asesinato.
El asesino fue sentenciado a 25 años de prisión y al pago de USD 20.000 como reparación a la familia de Carrillo.
"Esa reparación nunca se ha cumplido. Pero eso es lo de menos. Lo más duro es que mi hija ya no está con nosotros", dice Labanda.
El asesinato de Carrillo fue el inicio de una vida para esta madre y sus cuatro hijos. Se mudó a Lago Agrio en donde trabaja para una organización no gubernamental que dicta charlas y conferencias para prevenir la violencia de género.
"Durante el proceso judicial conocí a colectivos feministas que me acompañaron en el camino. Sin esas mujeres no hubiera tenido fuerzas para seguir en la lucha por obtener justicia".
Yadira Labanda
También se convirtió en vocera de la desaparecida plataforma Vivas Nos Queremos. Desde allí luchaban contra la violencia de género y exigían a las autoridades la celeridad en la búsqueda de mujeres desaparecidas.
El asesinato de su hija despertó en Labanda el interés por defender a otras mujeres víctimas de violencia. Por eso decidió estudiar derecho. Aunque aún no termina la carrera, "ya pienso en defender a las mujeres en las cortes".
"Angie es mi bandera de lucha y ahora quiero luchar por otras mujeres", dice.
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