Víctimas de Cristo del Consuelo: "Esta es la calle del abandono"
Tras un mes del atentado terrorista en la Calle 8, en el sector Cristo del Consuelo, en Guayaquil, no todos los perjudicados han recibido la ayuda ofrecida. Todavía hay víctimas en el hospital.
Mónica Medina es una de las víctimas del atentado terrorista en el sector de Cristo del Consuelo. Guayaquil, 13 de septiembre de 2022.
Carolina Mella
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Mónica Medina, de 55 años, recuerda los últimos momentos de su hija Roxana, una de las cinco personas muertas en el atentado terrorista en la Calle 8, antes de la explosión registrada en el Cristo del Consuelo, en el suroeste de Guayaquil.
“Estábamos en la cama, ya durmiendo, cuando ella se levantó por el sonido de las balas. Al inicio creímos que eran petardos, pero al ratito se desplomó la casa y ella cayó”, dice Mónica.
Ella lo perdió todo. A su hija, quien sostenía económicamente a la familia, y su casa, que quedó en ruinas.
Mónica muestra lo que fueron las habitaciones y señala un cuadro que quedó colgado en una pared del segundo piso del cuarto de Roxana.
La mujer no sabe dónde dormirá esta noche y pasa sus días en casas de familiares o de vecinos que le permiten descansar y la alimentan.
“Duermo donde me agarra la noche, donde me reciben, porque yo no tengo a donde ir, ni dinero para alquilar un lugar”, relata Mónica y muestra las heridas de las esquirlas que se le incrustaron en el hombro izquierdo y en parte de su pecho.
Como consecuencia de la explosión, Mónica estuvo a punto de perder la vista y sigue un tratamiento que el Municipio de Guayaquil le provee. Pero no ha recibido atención médica para saber por qué se le ha formado una protuberancia en su mejilla derecha.
Mónica tampoco ha recibido el bono de contingencia de USD 265 que ofreció el presidente Guillermo Lasso, ni le han dicho qué va a pasar con la reconstrucción de su casa.
PRIMICIAS solicitó información al Ministerio de Inclusión Económica y Social sobre los bonos de contingencia para las víctimas de Cristo del Consuelo y agendó una entrevista para el 14 de septiembre. El Ministerio de Vivienda no ha enviado su respuesta.
“Esta ya no es la Calle 8, es la calle de los abandonados”, grita una vecina, quien insiste en que “al principio vinieron todos, ahora ni la Policía se quedó”.
Después del 14 de agosto, por la Calle 8 desfilaron varias autoridades, desde ministros hasta el Gobernador, excepto el Presidente de la República, quien canceló su visita a último momento.
Militares y policías custodiaban la zona cero. Aunque este no ha sido el primer acto terrorista, sí es la primera vez que hay consecuencias mortales en un sector que es el corazón de las fiestas nocturnas del suroeste de Guayaquil.
Su esposo y su hijo en el hospital
“Todavía tengo a mi hijo, de 31 años, y a mi esposo en el hospital. A mi hijo le amputaron una pierna y están tratando de salvarle la otra, pero para eso debo comprar medicamentos que me pide el hospital y ahora ni siquiera puedo trabajar”, reclama Sonia Vernaza.
Esa madrugada, Sonia y su familia sacaron un par de sillas y mesas al portal de su casa y vendieron alimentos para los fiesteros, que llegan de todas partes de la ciudad a la Calle 8.
La explosión ocurrió a tan solo unos 20 metros del sitio.
Sonia es una de las personas que sí recibió el bono de emergencia, que sirvió para arreglar la puerta de metal de la entrada y para comprar algunas medicinas.
La familia y vecinos la ayudan con bingos para que pueda conseguir los fondos y sacar del hospital a su esposo e hijo.
"Los heridos de la Calle 8 no son prioridad para el Hospital Guayaquil", denuncia Sonia.
“A mi hijo tenían que curarle una bacteria en la pierna, pero no lo hacen desde el miércoles de la semana pasada. Ayer lo habían programado y no lo hicieron, dicen que el quirófano está lleno y que deben atender otras emergencias”, asegura.
Perdió un ojo y la audición
Herlinda Arroyo acudió por tercera ocasión a BanEcuador para reclamar el bono de contingencia, pero nuevamente el cajero le dijo que no es beneficiaria. Muestra el papel que le entregó el MIES, pero es en vano insistir.
Lleva sombrero y unas gafas grandes y oscuras. Hace 15 días salió de la última operación para suturar su ojo izquierdo, el cual perdió por la explosión.
“La herida está sanando bien, por suerte”, dice Herlinda, que vive en casa de una amiga que la cuida como a una hermana. Pero lo que más le duele es no tener una casa y que su único hijo no tenga empleo.
“El Miduvi nos censó, pero no dice qué va a pasar con nuestra casa que quedó totalmente destruida”, cuestiona Herlinda.
El Ministerio de Salud no ha cubierto los gastos médicos de Herlinda tras perder su ojo “y todavía falta la prótesis, que serán otros USD 1.000 que no sé de dónde los sacaremos”, dice su hijo José María.
"Estamos expratiados"
En la pared de la sala de la casa de Sonia Vargas todavía están los orificios de las cuatro balas que dispararon los terroristas antes de detonar el explosivo.
Las autoridades no han señalado a los responsables de este hecho y el único sospechoso, al que llaman ‘Cucaracha’, no ha sido procesado.
Los vecinos aseguran que el único delito de 'Cucaracha' es tener una discoteca sin permiso de funcionamiento en una zona donde la gente sobrevive del comercio informal.
Por fuera, las casas parecen no tener mayores afectaciones, pero por dentro, la gente vive con los techos de zinc levantados, casi a la intemperie, con las paredes cuarteadas y solo piensan en el invierno que se aproxima.
“Nos cae la lluvia y nos inundamos”, teme Sonia Vernaza.
Al lado de su casa vivía la madre de Celia, conocida en el barrio como la vendedora de caldo de salchicha.
“Estamos expatriados”, reclama Celia Canga, cuando se le pregunta por las siete personas que vivían en la casa de dos dormitorios y que los fines de semana se convertía en restaurante.
“No quisiera vivir de nuevo esto. Promesas y más promesas, nos hacen firmar papeles, nos preguntan, escriben y no pasa nada”, dice Celia.
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