El pecado de ser vendedor informal en las calles de Guayaquil
En Ecuador, se considera informal al trabajador que no tiene afiliación al IESS. Son personas que ganan entre USD 5 y USD 15 diarios para sobrevivir.
Una mujer vende limones el 14 de abril de 2020 en las calles de Guayaquil, una ciudad con altos índices de informalidad y afectada por la crisis del coronavirus.
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José vende caramelos en las calles de Guayaquil desde hace 19 años y todavía tiene algo de recelo, por eso pide que no se ponga su apellido. Según las normas oficiales de Ecuador, es un trabajador informal.
“Yo trabajé en La Universal y con el cierre de la planta (2002) me quedé sin trabajo, No sabía qué hacer, tenía 46 años y solamente sabía de caramelos”, dice, mientras espera la llegada de un bus en el sector del Mercado Central, en el corazón de Guayaquil, para subirse y ofrecer su producto.
A sus 65 años calcula que sube a unos 50 buses al día para vender sus caramelos. Se retira cuando logra reunir unos USD 15, pero en días malos, se conforma con unos USD 5, que le permite dejar algo en la casa para la comida y tener algo de dinero para comprar una nueva bolsa de producto.
José es uno de los miles de trabajadores informales que buscan en la calle el sustento para vivir. Solo en Guayaquil, las organizaciones sociales estiman unos 20.000 informales.
Mientras que un informe de la Cámara de Comercio de Guayaquil señala que la ciudad "se ha caracterizado por mantener niveles moderados de pobreza y pobreza extrema, esto en comparación a los niveles nacionales y de los demás cantones".
El reporte dice que, entre 2014 y 2019, la población en situación de pobreza fue en promedio el 11,4% del total en el cantón, mientras que la población en situación de pobreza extrema fue del 1,7%. Todo empeoró con la pandemia.
"El conjunto de ambos segmentos pasó de un nivel de 12,7% en diciembre de 2019 a 25,7% al cierre de 2020", añade el informe de la Cámara.
El juego del gato y del ratón
Manuela Maigua, 30 años, llegó de Chimborazo buscando la fortuna que en los páramos le era esquiva. Vende verduras y frutas, que compra al por mayor y las coloca en fundas por las que cobra USD 1.
"Duro es, acá uno tiene que andar escondido de los municipales, soportar burla y hasta pagar por pararse en la calle", sostiene.
A inicios de agosto, el municipio separó a 42 agentes metropolitanos por supuesta extorsión a los comerciantes informales que trabajaban en el sector regenerado de la Bahía. Los uniformados fueros denunciados por los propios vendedores informales.
Pero los excesos no vienen solamente de ciertos agentes metropolitanos. Hay personas que cobran USD 1 diario por dejarles ocupar las calles y veredas.
"Dice que es para seguridad, que cuidan que no roben ni nada de eso. Si uno no paga, entonces nos pegan, roban la mercadería", dice Manuela.
Los informales tienen miedo de ir a denunciar, pues les han hecho entender que ser vendedores en la calle es algo ilegal, a pesar de que la Constitución de la República, en el artículo 33 considera al trabajo como "un derecho y un deber social, y un derecho económico, fuente de realización personal y base de la economía".
Sin derecho a dignidad
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), explica que "la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 se volvió rápidamente una crisis socioeconómica, la cual ha profundizado problemas sociales ya existentes".
"En el caso de Ecuador, como en muchos países de la región latinoamericana, las y los trabajadores informales han sido seriamente perjudicados al estar más expuestos al contagio por la naturaleza de su trabajo, al no contar con esquemas de protección social, y al ver su nivel de ingreso reducido a la mitad o por completo", detalla el PNUD.
"Se trabaja de lunes a lunes, desde que sale el sol hasta que oscurece. A veces no sale ni para la comida", señala Katalina, una venezolana de 25 años que vende toallas húmedas y cotonetes.
Un callejón con pocas salidas
El Municipio de Guayaquil tiene la idea de ofrecer espacios en los mercados a los vendedores informales, para que salgan de las calles. Advierte que seguirán los controles para evitar "el desorden" en la ciudad.
"Entendemos las dificultades económicas de muchísimas personas por la pandemia, por eso fuimos flexibles en su momento, entendimos que muchísima gente necesitaba salir a vender lo que sea para poder llevar el alimento a sus casas", dijo el vicealcalde Josué Sánchez.
"Pero hoy eso ya pasó, las personas tienen espacios en los mercados, quioscos, donde quieran regularizarse", afirmó.
Para Manuela Maigua, tener un puesto en el mercado sería un sueño, el que hoy es inalcanzable.
"Necesitaría papeles, platita, pero no prestan porque uno no tiene ingreso fijo. Toca el chulco, pero da miedo", señala.
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