Inundación en Guayllabamba dejó pérdidas y tristeza
El desbordamiento de la quebrada Bello Horizonte provocó daños y algunos habitantes que se enfrentaron a este desastre natural aún no pueden recuperarse. En la parroquia, el comercio intenta despegar nuevamente.
Personas afectadas ayudan a retirar el lodo de los inmuebles en Guayllabamba.
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Santos Hidalgo iba a almorzar cuando, de pronto, un río de lodo entró por la puerta de su casa, en Guayllabamba. Asustado, intentó hacer un hueco en la pared -y luego otro- para que el fango no quedara atrapado. Pero la corriente era tan fuerte que no lo logró.
Su cuarto quedó sumergido a los pocos minutos. "La nevera y la cocina nadaban en el lodo", recordó Santos, quien el sábado 14 de enero se enfrentó, junto a sus vecinos de la calle Simón Bolívar, al desbordamiento de la quebrada Bello Horizonte.
Dos días después, el lunes 16 de enero, Santos estaba en la puerta de su casa al lado de una lavadora cubierta de tierra. Guardaba la esperanza de que "lavándola" podría funcionar.
Quizás sí. O no. Quién sabe.
El dormitorio-estudio donde vive el hombre, nacido hace 46 años en Guayllabamba, aún tenía las marcas de lodo. Su cama, su armario, los demás electrodomésticos. Y en medio de aquella desgracia, soltó una frase de consuelo: "Hubiera sido peor".
¿Por qué?, le preguntamos. Y respondió que "por suerte" el desbordamiento ocurrió en la tarde y no en la noche. "Me hubiese tocado salir solo. No sé qué habría hecho", lamentó.
Los daños provocados por el desbordamiento
El sábado 14 de enero cayó una lluvia torrencial en la parroquia, situada al norte de Quito. Eso originó un desprendimiento de tierra y la crecida de un río del sector.
Al poco tiempo, la avenida Simón Bolívar, una de las principales vías del pueblo, colapsó: sumideros, cunetas, etcétera. Entonces, se activó la emergencia.
Bomberos, obreros del Municipio de Quito y de la Prefectura de Pichincha llegaron al lugar y, tras horas de trabajo, emitieron un informe con la evaluación de daños: 20 casas y locales comerciales afectados y cuatro personas que perdieron sus enseres.
"Se activaron las ayudas humanitarias para cuatro familias que perdieron todos sus enseres".
Boletín del Municipio de Quito.
Santos dijo que era uno de ellos. Pero hasta el mediodía del lunes -manifestó- no había recibido ninguna ayuda, pese a que escuchó decir a las autoridades que se activaría un fondo de emergencia. "Veamos qué pasa", concluyó.
A unos metros de allí, Verónica Báez barría el lodo. Barría y hablaba. Barría y decía que se taparon las alcantarillas y gracias a unos costales que puso en la entrada de un angosto pasaje -que conduce a su vivienda- no lamenta la emergencia tanto como sus vecinos.
"Nadie puede con la naturaleza", asintió. Y siguió barriendo.
En Guayllabamba, dos días después de una desgracia que no cobró vidas, la gente intentaba reponerse. Abrieron sus negocios, el carrito de chochos y las carretillas con legumbres deambulaban por allí.
Pero los estudiantes de la Unidad Educativa San Francisco no fueron. "Tienen clases virtuales", dijo Antonio Noboa, un adulto mayor que salió de una tienda.
Hubo un tramo de la avenida Simón Bolívar en el que no había cómo caminar. Estaba cerrada por los agentes de Tránsito. Y había cinco maquinarias pesadas y seis volquetas retirando el lodo que dejó el desbordamiento.
Los trabajos siguen
Fernando Pacheco, vocero del Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) de Pichincha, dijo a PRIMICIAS que hasta el mediodía de este lunes retirarían el lodo y explico que todo el material que sacaban lo iban a dejar en el Balcón de Guayllabamba, un botadero situado a dos kilómetros de allí.
Sí advirtió que la Empresa de Agua debía destapar los sumideros. Y que luego los Bomberos debían limpiar la avenida. En ese orden. O podrían provocar más lodo.
A unos kilómetros de allí, en el barrio San Rafael, unos 20 minutos a pie desde punto cero, Silvana Páez decía que la creciente del río provocó daños allí también. Que el sábado vio cómo el agua se acumulaba y corrió a sacar los carros del patio de su propiedad (o vecindad).
Luego hubo gritos. Tristeza. Pérdidas. Y de eso Édgar Zambrano sabe muy bien. Escapó de Pedernales, Manabí, tras el terremoto de 2016. Encontró refugio en una pequeña casa en San Rafael. Siete años después, la naturaleza vuelve a descargar su furia contra él y su familia.
Con chancletas y escoba, el hombre condujo a PRIMICIAS hacia su vivienda, donde estaban las marcas del lodo en la pared. El agua, que le llegó hasta el pupo, se llevó los útiles escolares de sus hijos -tiene tres- y casi daña una lavadora.
Pero... "Hay que seguir adelante", añadió.
Su vecino, Segundo Espinoza, ya estaba trabajando en la calle arreglando unos muebles de madera. Su propiedad no resultó tan afectada, pero el agua sí se llevó un muro protector que tenía. "Me tocará invertir unos USD 1.000 para levantarlo de nuevo", dijo.
Según el Municipio de Quito, se registraron cuatro viviendas afectadas. Se les entregó ayuda humanitaria como kits de alimentos de primera necesidad, reposición de bienes y enseres, menaje de dormir, frazadas, colchones, cobijas.
Además, se hizo una evaluación estructural de las viviendas para conocer si tienen alguna afectación en la infraestructura.
A las 12:00, con 19 grados centígrados y un solazo, el lodo que había en la avenida Simón Bolívar se secó. Y, entonces, el polvo se levantaba entre los carros y negocios. Pero a nadie parecía molestarle. Todo seguía en marcha.
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