La cruel cara del tráfico de fauna silvestre en Ecuador
Un caso sobre tenencia de fauna silvestre para fines esotéricos expuso un problema que va en aumento: el tráfico de especies. El número de animales rescatados que llegó al Zoológico de Quito se duplicó de un año a otro.
Momento en que la policía allana una casa donde hacían rituales con animales silvestres, en Quito, el 3 de febrero de 2023.
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Los gritos de los animales despertaban en las madrugadas a los vecinos de la casa E11-654, en Carcelén, norte de Quito. Todos creían que allí los faenaban. Pero no. En esa propiedad se hacían rituales y sacrificios de fauna silvestre.
El 3 de febrero de 2023, la Unidad de Protección de Medio Ambiente (UPMA) los descubrió.
Los uniformados allanaron la casa y encontraron pieles de animales disecadas, uñas, caparazones de tortugas en peligro de extinción, otras partes de animales silvestres y, además, altares con santos y fotografías, detalla Darwin Robles, jefe de la UPMA Zona 9.
Incluso, había una tortuga de barro de labios blancos, proveniente de la Costa, sin vida.
"Lo que llamó la atención es que utilizaban a los animales con fines esotéricos", asegura Robles, tras confirmar que tres extranjeros -en coordinación con la Fiscalía y el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE)- fueron capturados con 12 celulares, una tablet y USD 2.000.
En el lugar prestaban atención para rituales de santería. "Y suponemos que a los animales los sacrificaban con fines de devoción, como ofrendas para sus santos", señala Robles. Aparentemente, también obtenían medicinas y pomadas de ellos.
El caso se encuentra en investigación previa. Pero Robles dice que podría tratarse de tráfico de vida silvestre. Un delito que amenaza de manera dramática a la fauna.
Según las estadísticas de la UPMA, solo en 2022 se rescataron (o retuvieron) a 6.817 especies de fauna silvestre, muchas de esas mascotizadas o destinadas al comercio. Algunas son llevadas a centros de rescate o al Zoológico de Quito, situado en Guayllabamba. Otras no corren con tanta suerte y mueren.
No solo eso.
Robles detalla que hay animales usados para diversión o como alimento afrodisiaco.
Los rescates se incrementaron
Sus historias son la cara más cruel de este problema.
En 2021, el Zoológico de Quito recibió a 224 animales rescatados, la mayoría de tráfico y mascotismo. Lo alarmante fue que en 2022, la cifra se duplicó: 461. En lo que va de 2023, según el último reporte, ya se contabilizan 28.
Rafaela es una tapir. Fue rescatada de un mecánica, donde la tenían como un perro: sucia y con aceite en su piel. Y, al parecer, había sido mordida.
Cuando llegó al zoológico, en Guayllabamba, le hicieron los análisis médicos y comportamentales de rutina, explica María Beatriz Cabezas, bióloga del lugar. Eso incluye toma de muestras, ecografías y radiografías.
La tapir -de edad desconocida- tenía un quiste en su ojo. Así que la operaron. Por ello deberán ponerle colirios de por vida, detalla Nicole Ormaza, la veterinaria residente.
Hoy está en uno de los recintos del zoológico, donde la alimentan con alfalfa, verduras, legumbres y granos. La idea que es que su dieta se asemeje a lo que comería en la vida silvestre, para suplir con los nutrientes y minerales que requiere, subraya Ormaza.
Como Rafaela, hay otros animales rescatados que llegan al Zoológico de Quito porque, según la bióloga Cabezas, hay tres veterinarios de planta -y una clínica con todas las capacidades de atención-, algo con lo que no cuentan otros centros del país.
Rehabilitación para su liberación
Supay es un mono araña. Su nombre significa 'Diablito'. Nació en cautiverio, luego de que sus padres fueran rescatados de un circo. Hace poco, debieron separarlo de ellos y fue trasladado al zoológico en Guayllabamba, donde ya se encuentra en uno de los recintos de exhibición.
Lamentablemente, Supay no podrá volver a la vida silvestre jamás, así como muchos otros mamíferos que han sido mascotizados. Es decir, que han vivido cerca del hombre.
¿Por qué?
Cabezas explica que cuando ellos nacen en la vida silvestre, sus padres los cuidan y enseñan a protegerse de los depredadores y a alimentarse durante los primeros años. Sin embargo, muchos, al haber sido separados, no podrían defenderse en la naturaleza.
Alan García es el coordinador de cuidadores del Zoológico de Quito y habla sobre la importancia de la evaluación desde la llegada del animal: algunos están desnutridos, mutilados o con “comportamientos de impronta”, es decir, mascotizados.
Solo entonces se define si entran en un proceso de rehabilitación para una liberación o para formar parte de la población permanente del zoológico, que actualmente es de 222 animales.
“Los cuidados son bastante estrictos. Por ejemplo, hay neonatos que tienen un requerimiento alimenticio importante: comen cinco veces al día”, dice García.
Durante este proceso evalúan la interacción con la gente, si es buena o mala, y en algunos casos es posible detectar si han sido maltratados con objetos específicos, como escobas, o si han sido amarrados o encadenados, señala García.
La bióloga Cabezas asegura que a los reptiles es mucho más sencillo reintroducirlos en su hábitat natural. Sin embargo, insiste en que con los mamíferos hay una barrera muy fuerte para su liberación, así como la hay con las aves, sobre todo con los loros, una de las especies más vulnerables para el tráfico de animales silvestres.
O como los gavilanes polleros. En los últimos meses, llegaron dos de estas aves al zoológico. No tenían picos ni garras. Según la experta, les hicieron eso para "cruzarlos" con gallinas. La gente cree que así se podrá obtener gallos de pelea. Pero no. Solo es maltrato animal.
El pico nunca más les volverá a crecer. Entonces, deberán permanecer allí, bajo cuidado de los humanos.
Actualmente, en el Zoológico de Quito hay 228 animales en la clínica y en cuarentena. Seis zarigüeyas bebés que llegaron en el marsupio de su madre muerta, dos pumas, dos pitones, cuatro loros, un mono chorongo, dos cabezas de mate -así se llaman-, y más.
Su cuidado no es nada sencillo.
Uno de los cabezas de mate, que pueden llegar a medir hasta un metro de largo y pesar 7 kilos, aún está en la termo cuna. Indefenso. La bióloga debe alimentarlo con un biberón pequeño que previamente lo llena con leche de tarro.
Los gastos en atender a estas especies son altos. Solo en 2022 se destinaron casi USD 26.000 para atención de animales de rescate y tráfico en el zoo, señala Martín Bustamante, director de la Fundación Zoológica del Ecuador y del Zoológico de Quito.
Hay otros espacios a los que son llevados los animales rescatados, comenta Darwin Robles, jefe de la Unidad de Protección de Medio Ambiente (UPMA), como la Universidad San Francisco. Y manifiesta que desde 2011 hasta 2021 rescataron a 35.000 especies. Por ello -incluso- recibieron un premio internacional.
La autoridad ambiental
El MAATE reconoce que, como autoridad ambiental, es responsable de establecer los lineamientos, directrices, normas y mecanismos de control y seguimiento para la conservación, manejo sostenible y restauración de la biodiversidad.
También informa que los medios de conservación y manejo ex situ, como el Zoológico de Quito, son actores fundamentales en los procesos de destino final de las especies decomisadas, donde se les brinda apoyo y valoración médica.
Por su parte, Bustamante, el director del zoológico de Quito, dice que el tráfico de fauna silvestre y su mascotización es un problema que se ha mantenido en la informalidad.
Menciona que existe el principio de subsidiariedad en las leyes del país. "Cuando hay un infractor o un delito, quien lo comete es el responsable de reparar el daño". Pero cuando no se identifica al infractor, quien debería asegurar la recuperación es el Estado, explica.
Sucede en los derechos humanos y también debería suceder en los derechos de los animales, establecido en el Código Orgánico del Ambiente.
Y, sin embargo, para Bustamante, el Estado "endosa" la responsabilidad a centros de rescate y zoológicos, "sin acompañamiento y sin recursos económicos ni humanos".
El director también señala el problema del tráfico de fauna apunta a las personas que comercializan o tienen a estos animales. Quienes están detrás de estos circuitos -y no redes- son personas comunes y corrientes, pero muchas están ligadas a la marginalidad, la pobreza y la falta de educación.
Además, recuerda que los animales silvestres no son mascotas. Existe una razón sanitaria de por medio. Y recuerda lo que ocurrió en la pandemia, cuando hubo contacto de un humano con animales, como los murciélagos o el pangolín.
El Código Orgánico Integral Penal (COIP), en su artículo 247, establece que los delitoscontra la flora y fauna silvestre se sancionan con una pena de entre 1 y 3 años de cárcel.
Según Bustamante, desde que se tipificó este delito, se han incautado aproximadamente 25.000 animales; se han judicializado al menos 100 casos, pero solo se han resuelto cuatro.
También hay sanciones administrativas.
El Código Orgánico del Ambiente establece, a través de su artículo 317 y 318, que el comercio y cacería ilegal son infracciones graves y muy graves, lo que conlleva a una multa económica desde los cinco a los 200 salarios básicos (es decir, hasta USD 90.000) y el decomiso de las especies, herramientas y equipos.
En el Zoológico de Quito se ponen nombres a los animales, porque así es más sencillo identificarlos y no porque se tenga la pretensión de mascotizarlos.
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