Tiendas solidarias: una solución para frenar el hambre en la pandemia
Personas realizan compras en una de las tiendas solidarias de la Fundación Fundesotec, el 13 de noviembre de 2020.
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Mayra Mayorga tiene 68 años y un hijo con discapacidad mental. Debido a su edad y las dolencias musculares que padece no puede trabajar para conseguir dinero y satisfacer sus necesidades.
La situación de esta madre y su hijo empeoró durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19. Hubo días en los que pasaron hambre, pues no podían salir a pedir alimentos como lo hacían a diario.
En abril de 2020, Mayorga conoció que en el sector de La Hospitalaria, en el suroriente de Quito, funciona una de las tiendas solidarias administradas por la Fundación Fundesotec.
La particularidad de las tiendas solidarias es que comercializan productos al 25% del precio de venta al público. Quienes no tienen dinero para comprar, reciben los alimentos sin costo.
Este es el caso de Mayorga, quien llega todos los días en busca de productos de primera necesidad para no pasar hambre.
El presidente de la Fundación, Porfirio Jiménez, dice que la pandemia del Covid-19 fue la razón para crear el concepto de tiendas solidarias.
"El Covid-19 ha dejado a muchas personas sin empleo y con muchas necesidades. Fue ahí cuando se nos ocurrió la idea de vender productos a precios más bajos de los que hay en el mercado", dice Jiménez.
Así nacieron dos de estas tiendas. Una de ellas funciona en el valle de los Chillos y la segunda, en el norte de la capital.
Jiménez calcula que alrededor de 3.000 personas han acudido a comprar víveres y productos de primera necesidad desde inicios de la pandemia en marzo hasta la actualidad.
"Si bien la mayoría son personas sin recursos económicos, también llega una gran cantidad de inmigrantes con niños pequeños que no tienen recursos para comprar nada", dice.
¿De dónde vienen los alimentos?
El Banco de Alimentos de Quito, las donaciones de personas naturales, y las contribuciones de unas pocas empresas privadas son la fuente de provisión de víveres en las tiendas solidarias.
A esto se suma las compras al por mayor que Porfirio Jiménez, presidente de la Fundación Fundesotec, hace en mercados y supermercados para "que las tiendas tengan una buena cantidad de productos".
Explica que los productos son aptos para consumo humano porque, por ejemplo, el Banco de Alimentos hace un control de calidad previo a su comercialización.
Mientras que las donaciones son, muchas veces, productos que están por caducar o que tienen algún daño en sus empaques.
Estos víveres también son destinados a la elaboración de kits alimenticios que Jiménez vende en Quito, Loja, Ambato y Santo Domingo de los Tsáchilas.
"Las canastas tienen un valor de USD 15 y USD 20, pero a un precio normal se venderían en unos USD 50", señala.
Y puntualiza en que "el objetivo no es el lucro, sino ayudar a las personas de escasos recursos".
Desayunos y almuerzos a menor costo
Todos los días, decenas de trabajadores de la construcción, inmigrantes y personas en situación de pobreza llegan hasta el comedor popular de la Fundación Fundesotec.
En este lugar, que funciona en un hostal-albergue propiedad de la Fundación, se venden desayunos y almuerzos que no sobrepasan los USD 2.
"Están dirigidos a personas de escasos recursos y con poca capacidad para acceder a una alimentación nutritiva", dice Porfirio Jiménez.
Desde que inició la emergencia sanitaria, unas 10.000 personas han llegado hasta este comedor.
Por otro lado, el albergue fue diseñado para recibir a personas en situación de extrema pobreza y sin un hogar. "Quienes pueden, colaboran con USD 5 o USD 10 por cada noche para que sea sustentable", señala Jiménez.
Por ejemplo, Ana Taipe llegó de Latacunga a Quito a inicios de abril de 2020 acompañando a su padre que fue contagiado de Covid-19.
Al no contar con suficientes recursos se hospedó en este hostal-albergue. "Es una buena opción para las personas que no tenemos dinero", dice la mujer.
Jiménez agrega que el dinero que recibe por las ventas de los desayunos y almuerzos, además de lo que produce el albergue, las donaciones y su pensión de exprofesor universitario permiten que funcione el comedor y las tiendas solidarias.
El objetivo, señala, es que el modelo de estas tiendas sea autosustentable para replicarlas en otras ciudades.
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