Tesoros y duendes: los misterios de la casa más estrecha de Quito
Ubicada en la calle Guayaquil, en el Centro Histórico de Quito, esta casa llama la atención por su fachada que se levanta entre edificios patrimoniales que parecen aplastarla. ¿Qué hay dentro? PRIMICIAS ingresó para conocer sus leyendas.
Una vivienda, de tres pisos en el Centro Histórico de Quito, fue bautizada como la casa más estrecha de la ciudad.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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Era una noche fría de Quito cuando varios hombres que reparaban una casa estrecha y desvencijada fueron testigos de cómo una llama se encendía en el interior. Asombrados, contaron lo que habían visto, luego de que aquel fenómeno se repitiera tres veces.
Todo apuntaba a que, según las creencias, en esa angosta propiedad, situada en las calles Guayaquil y Galápagos, sector San Blas, había un tesoro escondido.
La historia parecía sacada de un cuento pirata. Pero a sus dueños no les resultaba tan descabellada. Pronto le permitieron el paso a un huaquero: un hombre especializado en entierros antiguos y vasijas, que años atrás guardaban oro y piedras preciosas.
El huaquero recorrió el inmueble llevando unas varas con las que medía los niveles de energía, hasta que halló un punto energético. Se desmayó, se levantó, se fue y nunca más volvió.
Diez años después
Sentado en unas escaleras de cemento, Oswaldo Montiel, hijo del dueño de la propiedad, cuenta que ese es solo uno de los relatos que conserva la casa.
A esta vivienda muchos han bautizado en redes sociales como la "más estrecha del Centro Histórico".
Pero la estrechez está solo la fachada, cuyo frente mide menos de tres metros de ancho.
La puerta principal es metálica y enrollable. Desde afuera se aprecian tres pisos, que ostentan dos balcones tradicionales, con ventanas amplias y barandas bajas.
Al ingresar, se vislumbra un zaguán, que conduce a las entrañas de la propiedad, donde el terreno se abre hacia los lados, como si fuera un embudo invertido.
Por dentro, la vivienda mide unos 15 metros de ancho, afirma Montiel, quien es el actual administrador.
Y a lo largo de sus 70 metros aproximadamente, hay departamentos y habitaciones.
También un patio tragaluz y un mural colorido que fue hecho por Montiel en 2012. Incluso hay una lámpara que parece traída de un palacio europeo, gradas de madera y de metal.
Está el cráneo de una vaca como adorno, y candados negros y enormes en todas las puertas.
En uno de los departamentos, cuyo balcón apunta hacia la calle Guayaquil, vive Juan Montiel, el hermano del administrador.
El Centro Histórico de Quito tiene 5.146 edificaciones públicas y privadas. Hay iglesias, centros comerciales, negocios, museos y viviendas.
La casa estrecha es de la época colonial y mantiene su fachada intacta. Montiel no sabe cuántos años tiene de construcción ni tampoco cuáles son sus orígenes. Pero sí recuerda la razón por la que fue adquirida por su padre, don Manuel Montiel.
Un hotel que dejó de funcionar
Unos 15 años atrás, el dueño anterior del inmueble, Pedro Grijalva, decidió derrumbar parcialmente el interior, luego de que sus inquilinos dejaran de pagar la renta y se resistieran al desalojo. Posterior a ello, puso la propiedad en venta.
"Dejaron insultos en las paredes, malas energías, el ambiente era pesado".
Oswaldo Montiel, administrador de la casa más estrecha de Quito.
Entonces, Manuel Montiel, a quien el Municipio de Quito le había expropiado un hotel en la plaza de La Merced, compró la casa estrecha.
Pensó que ese sería un lugar ideal para levantar un nuevo hotel. Y empezó a sacar enormes cantidades de tierra y escombros.
También restauró los departamentos que están detrás de la fachada: los más estrechos.
Y enseguida funcionó como el hotel que tanto anhelaba. Pero no resultó rentable y de a poco se fue deteriorando por falta de mantenimiento, recuerda Oswaldo Montiel, quien heredó la propiedad.
Eliana, la mayor de los hermanos Montiel, estuvo a cargo del inmueble. Luego le entregó la administración a Oswaldo.
Cambiaron techos y agregaron estructuras metálicas y gradas. Reemplazaron conexiones y desagües por los problemas de humedad.
Pero mantuvieron el patrimonio del inmueble como las piedras enormes del suelo, o las paredes de adobe.
Hoy luce como una vecindad con 14 personas en seis departamentos y habitaciones. Las rentas van desde USD 100 hasta 120. Y ahora los administradores están restaurando el zaguán del ingreso, donde funcionó una joyería hasta hace unos años, para alquilarlo en USD 400.
"Se han renovado energías y han llegado nuevos inquilinos", relata Montiel.
Huesos en las paredes y duendes
Pero ni las nuevas energías han alejado a esta casa de los misterios y leyendas.
Montiel cuenta que donde se asienta la propiedad había una quebrada que posteriormente fue rellenada. Según él, había un cementerio, que pertenecía a San Blas. Ahora pasan aguas subterráneas por debajo.
Además, asegura que en las paredes de adobe han encontrado huesos de niños y anillos. En la antigüedad, se creía que estos protegerían la propiedad.
De ahí que se desprendan historias como la del tesoro escondido u otras, como cuando una prima de Montiel vio a un duende correr en la casa.
Quién sabe si fue un duende o una lagartija. Lo cierto es que la casa, la más estrecha —al menos— de la calle Guayaquil, se ha convertido en un atractivo para quienes pasan por allí y la ven 'atrapada' entre un antiguo colegio y una construcción residencial.
No es la única que tiene una fachada tan angosta. En San Marcos, en el centro de la capital, hay otra parecida. PRIMICIAS llegó al lugar, pero la residente abrió la puerta y la cerró sin dar ningún detalle.
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