Una subasta a la ecuatoriana: medalla Conmebol, matamoscas y correas
El Aeropuerto de Quito hizo una subasta de los objetos olvidados desde hace más de un año. Más de 500 personas se inscribieron, pero no todos salieron contentos, pues solo había diez lotes de muchísimas cosas.
Durante la subasta, las personas hacían sus propuestas para llevarse los lotes.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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Lote uno: relojes, pulseras, anillos, llaveros. Peso: 2,86 kilos. Base inicial: USD 200. "¿Quién da más?", dijo el martillero. "Yo tengo USD 200", gritó un hombre. "Yo doy USD 300", balbuceó otro. "Yo doy USD 1.630", espetó una joven. "¡Vendido!", soltó el martillero.
Horas antes, a las 08:00, se abrieron las inscripciones para la subasta de objetos olvidados en el Aeropuerto de Quito, en Tababela, el 15 de febrero de 2023. Para entonces, la fila ya era de más de 300 personas. Algunas habían llegado tres horas antes.
No importaba el frío. Ni la lejanía. Iban a comprar sin que nada los detuviera.
"Venimos a aventurarnos", dijo Carmen Guanoluisa, de 63 años, quien llegó desde La Floresta, en el norte de la capital. La acompañaban su hijo y su nuera. No sabía qué quería, pero algo quería. Un celular, quizás. Y estaba dispuesta a pagar hasta USD 1.000.
Lo que Guanoluisa y muchos otros no sabían es que no podían comprar solo un celular.
Objetos que nadie reclamó
Mientras la gente continuaba inscribiéndose para recibir una paleta con el número de participación, la asesora de la gerencia general de la Empresa Metropolitana de Servicios Aeroportuarios (Epmsa), Carmen Ramón, daba detalles de cómo se realizaría la subasta.
Gracias a todos los viajeros olvidadizos, la empresa acumuló cientos de cosas, que se dividieron en diez lotes: tecnología, bisutería, juguetes, maletas llenas de ropa, maletas llenas de correas, maletas llenas de zapatos... y libros como 'El Tao del amor y el sexo'.
Son objetos que nadie reclamó en un año. Y, como manda la ley, entraron en subasta.
No iban a subastar cosa por cosa. Es decir, quien quería algo debía ofrecer dinero por todo el lote. Y, por supuesto, pujar para conseguirlo. ¡Sea lo que fuere! Así pasa en las películas de Europa o Estados Unidos y también en una sala enorme del aeropuerto capitalino.
A las 09:30 se cerraron las puertas de inscripción. Los 'suertudos' fueron más de 500. Los que se quedaron afuera, lamentaron. "No, vea, déjeme entrar solo a mí", decía un hombre que viajó desde Riobamba a las 02:30 -en la madrugada- pero que no alcanzó.
Hasta sacó su cédula para mostrarle a la funcionaria de Epmsa que no era de Quito. Mientras tanto, la misma funcionaria repetía que "no hay cosas maravillosas", que no se desesperen. La gente no entendía. Al final, se quedaron afuera.
Viajaron para comprar
A las 10:05 empezó la subasta, luego de que las más de 500 personas se acomodaran, una por baldosa -literalmente-, en una sala. Delante, subido en una plataforma, Edwin Quirola -el martillero y también funcionario de Epmsa- daba algunas instrucciones previas.
"¡Habla como hombre!", le gritaron desde el tumulto. Algunos se rieron. Y Quirola respondió: "Les voy a pedir respeto". Solo entonces arrancó la puja.
El lote de bisutería fue el primero que se vendió en el triple de su oferta inicial. Quien se hizo acreedora de todos esos objetos olvidados fue Gabriela Muñoz, quien llegó desde Santo Domingo de los Tsáchilas. Estaba contentísima y salió de entre el gentío para pagar.
"Solo en efectivo", le dijeron. Y ella, por supuesto, tenía los dólares allí. Además contó a PRIMICIAS que, previamente, había visto qué contenía ese lote y estaba segura de que podría vender una parte y usar el resto.
Había personas de fundaciones que querían comprar las maletas de ropa.
Al tiempo, la subasta continuaba. El siguiente lote que se subastó fue el de prendas de vestir. Más de 17 maletas llenitas de ropa, pero ¿qué ropa era? Eso no le importó al quiteño Gerardo Madrid, quien pagó USD 1.650. "Esperaba que pelearan más", señaló.
Luego abrió uno de los equipajes y halló blusas, chompas, camisetas. No había ropa interior ni calcetines usados. Una funcionaria contó que previamente hacían una selección y que prendas íntimas no entraban en la subasta. ¡Qué suerte!
Como en las películas
Seguía la puja.
Entre el tumulto, un hombre bajito renegaba: "Dijeron que había un lote en el que la base era USD 10". En ese momento, Quirola, el martillero, anunció por el altoparlante el lote tres. Maletas llenas de correas de todas las formas. Empieza en USD 10.
"Señor, este es el lote que esperaba", le comentó Carmen Ramón, la asesora de gerencia general.
"Uy, no, son correas", respondió. E inmediatamente se esfumó.
El que sí compró ese lote fue John Camacho. Un experto en subastas, no porque haya participado en otras, sino porque ha visto en canales de cable -como en Discovery Channel- cómo se realizan en otros países.
Después de eso, se subastó el lote cuatro de accesorios, cobijas, almohadas, sombreros con certificado de originalidad; el lote 5 de más maletas; el lote seis con coches de bebé y una silla para vehículos; el lote 7 de peluches, legos, pelotas...
Y, entonces, llegó el más esperado. El de tecnología, que contenía celulares, computadoras portátiles, tablets, parlantes, cientos de cargadores. La base era de USD 730. Pero a Gabriela Muñoz, la participante anterior y quien ya se había llevado la bisutería, nadie le ganaría estos equipos.
Aunque estaba hablando por celular, escuchaba lo que sus contrincantes iban ofreciendo. Hasta que cerró con una cifra que dejó callados a todos: "Yo doy USD 2.810". "¡Vendido a la una, vendido a las dos, vendidos a las tres!", gritó Quirola, el martillero, y cerró la venta.
Muñoz se fue a la casa con dos buenos lotes. Pero no fue la única.
¿Matamoscas?
Luego de que anunciaran el lote nueve de objetos varios, en el que había hasta una medalla de la Conmebol de 2022 sub 20, raquetas matamoscas, paraguas, un extractor de jugos ("¿quién se olvida un extractor de jugos en el aeropuerto?", se preguntaba la gente), llegó el último.
El 10. Eran 30 pares de zapatos. "Hay unos nuevitos, son italianos, cuestan USD 500", dijo Ramón, la asesora de la gerencia general. Eso bastó para que otro antiguo participante, John Camacho, pujara hasta conseguir el calzado en USD 720.
Al cierre, a las 11:30, los nuevos dueños se acercaron a retirar lo que habían conseguido. Estaban felices. Algunos abrían maletas, otros chequeaban a detalles los marcos de las gafas. Y, por supuesto, por allí quedaron los mirones que no compraron nada. Mejor se fueron a tomar un café.
La subasta dejó aproximadamente USD 9.900 en esta segunda edición.
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