Cómo es 'sobrevivir' con los centavos que se obtienen en los semáforos
La mitad de la Población Económicamente Activa de Ecuador obtiene ingresos en el sector informal. Entre ellos quienes muestran sus destrezas en las calles.
Luis Laz camina sobre una cinta. A este deporte se lo denomina slackline.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Luis Laz camina por una cinta atada entre unos postes a dos metros de altura. Fidian Caicedo lanza tres machetes al aire y los atrapa como si fueran de papel. Alfredo Ramírez e Iván Chávez tocan sus guitarras bajo el intenso sol intenso de mediodía.
Tienen 30 o 40 segundos para mostrar sus habilidades y ganarse unos centavos antes de que cambie el semáforo.
Los cuatro son artistas de la calle y exponen su talento en semáforos y veredas. También son una especie de sobrevivientes de las esquinas de Quito, pues logran su sustento diario allí y de eso viven.
Algunos transeúntes y conductores los ignoran, pero otros sí se detienen a verlos o escucharlos. Algunos sacan algo de sus billeteras o bolsillos y los depositan en las gorras o sombreros destinados a la recolección del dinero que les permitirá sobrevivir en las calles.
Otros solo los felicitan por su actuación y se van. "No es dinero, pero expone la gratitud de las personas", asienten.
Cada día, para conseguir esas monedas, estos artistas se enfrentan a los peligros de la calle. A la lluvia, al frío o al calor y también a la informalidad.
En Ecuador, de 8,3 millones de personas que integran la Población Económicamente Activa, el 52,1% se dedica al trabajo informal, , según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu).
Búsqueda infructuosa de empleo
Los artistas de la calle son parte de estas estadísticas y estos sus testimonios:
Nacido en El Empalme (Guayas), Luis Laz llegó a Quito escapando de los problemas familiares. Encontró trabajo en un local de electrodomésticos, donde se desempeñaba como asesor de ventas. Un día el desempleo tocó su puerta.
Han pasado cuatro años desde entonces y nunca logró otro empleo formal. Pero este hombre de 32 años tampoco se quedó quieto.
Mientras buscaba trabajo conoció a un grupo de muchachos que hacían slackline (caminar, correr o mantener el equilibrio en una cuerda tensada). Le gustó, aprendió y se quedó "pegado" a esta actividad.
Cuando cae la tarde, Laz sujeta una cinta a dos palmeras de las avenidas Gaspar de Villarroel y Shyris, norte de Quito. Cuando el semáforo se pone en rojo camina sobre la cuerda con los brazos abiertos, como si fuera un trapecista de élite.
Desde el suelo, su perrita Miesha -vestida y de color marrón- lo ve 'volar' una y otra vez, parece que lo admirara. "Es mi hija. La visto, la cuido y protejo", dice Laz.
Para este joven, cada paso que da sobre la cinta o en su vida implica una decisión importante. Es bachiller, pero se esfuerza porque algún día quisiera ser licenciado en educación física y promover a las jóvenes promesas del deporte local.
Mientras esos sueños se concretan, sobrevive con los USD 30 que gana a diario en el semáforo.
Sabe que más adelante habrá oportunidades. Sea en un empleo formal o en la calle, porque "el circo se hizo urbano".
La educación, un punto en contra
Fidian Caicedo tiene un nombre suizo, pero nació en Quito hace 20 años y desde hace tres se convirtió en el maestro de las cuchillas. O, mejor dicho, de machetes, pues hace malabares con estos instrumentos en las calles.
"Es arriesgado, pero esa sensación de reisgo es gratificante. Se puede ver lo grato de la gente", refiere con una amplia sonrisa.
En otra esquina del sector de la avenida Gaspar de Villarroel, Caicedo hace su acto. Lanza los machetes al aire y luego los atrapa con sus manos. No usa guantes, ni otra protección.
Dice no tener miedo, aunque un día, un machete le cayó en la cara. Le partió un diente y le causó una herida en la barbilla. Todavía tiene las marcas.
Para él, estar en la calle no es sinónimo de falta de empleo, pero sí la respuesta a la imposibilidad de seguir una carrera.
Él rindió el último examen Transformar, de la Senescyt, pero su puntaje no alcanzó para ir detrás de la licenciatura en idiomas con la que sueña.
En ese examen de acceso a la universidad pública participaron 168.095 aspirantes, de los que solo 95.652 accedieron a un cupo.
Tampoco fue aceptado en el Ejército para iniciar una carrera militar. Así que su alternativa fue salir a las calles.
Falta gestión cultural
En la avenida Naciones Unidas suena un pasillo de Julio Jaramillo.
Una mujer que vende mote con chicharrón mira fijamente a Alfredo Ramírez e Iván Chávez, quienes conforman el duo 'Cuerdas del recuerdo'. Todos los martes, al mediodía, se sientan en una banca de esa avenida y tocan un variado repertorio para los caminantes.
Dos parlantes ayudan a que la música se escuche hasta la esquina de la avenida Amazonas.
Con 61 años, Ramírez confiesa que su padre era guitarrista. "El hombre ya falleció y yo heredé ese legado". Desde hace un par de años recurre a la calle, porque se conecta diariamente con el público y también, porque es su fuente de ingresos.
Reconoce que hay un problema con quienes cuidan el espacio público. "Son capaces de arranchar, de patear, con el fin de cumplir su tarea. Todos los que hacemos una actividad comercial en la calle somos maltratados".
Para Ramírez, hace falta gestión cultural. Ecuador es un país que no apoya a sus músicos, asegura.
"No hya cultura musical", suelta su compañero Iván Chávez. Ellos han intentado gestionar permisos para tocar en el espacio público, pero no lo han logrado.
Chávez y Ramírez se conocieron hace unos seis meses y no han parado de hacer música. Su anhelo es que el pasillo, género por el que destacan, no muera y que tenga siempre un espacio destacado.
Compartir: