Las 'siete maravillas' de la parroquia Calderón y su lado oscuro
Es la parroquia rural más grande del país. Para las elecciones seccionales de 2023, concentra a más de 130.000 votantes. Pero ¿qué hay en Calderón? Sus habitantes destacan el comercio y las tradiciones, pero también hay robos y libadores.
La iglesia San José de Calderón, en el centro de la parroquia.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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En el parque central de Calderón, a las 10:05, un borracho se despereza. Dos enamorados comen papas sin marca. Un hombre vende sahumerio. Y tres mujeres cuchichean al pie de la iglesia San José, mientras aguardan a que salga el curita Stalin.
Una de ellas es Carmelina Pozo, de 78 años. Con gafas y un pañuelo envuelto en el cuello, cuenta que conoce la iglesia desde que nació. Sus padres, Emiliano Pozo y Zoila Quirola, son nativos de esta parroquia, situada en el norte de Quito.
Es un lugar cálido y comercial, dice Carmelina. "La gente venía a curarse los reumas", suelta con una carcajada. A su lado, Marcela Pozo, de 70 años, la mira y acuña: "Es cierto. Calderón es la puerta del cielo, porque la gente que llega no se quiere ir".
Será por esa razón que es la parroquia rural más grande de Ecuador. Y para las elecciones seccionales de 2023 concentra a 130.530 votantes habilitados, más que las provincias de Galápagos, Pastaza, Zamora y Morona.
Pero ¿por qué es un imán para la gente? En sus 79 kilómetros cuadrados, Calderón, un territorio seco y de suelo arcilloso, tiene sus 'siete maravillas'.
Un importante desarrollo comercial. Artesanía propia y tradicional. Conjuntos habitacionales a bajos costos. Un hospital centinela. Una unidad de vigilancia comunitaria. El clima cálido. Y un nuevo centro comercial.
Pero no todo es bueno. Según la Policía, también esconde un lado oscuro.
El comercio florece por doquier
Por el parque central cruza la calle Carapungo.
Bajo el intenso sol de estos días secos, una mujer arrea a cuatro cabras. Otra ofrece helados de michelada. Y en una esquina, cubiertos por la sombra de un caserío, dos extranjeros venden cajetillas de cigarrillos en USD 2.
Desde ese punto -hacia el norte y el sur- hay panaderías, tiendas, peluquerías, boutiques baratas, boutiques caras, y, además, el ingreso al Mercado de Calderón.
"¡A dólar el quintal de caramelos!", grita una casera que vigila cientos de fundas de dulces. "¿Qué? ¿A dólar el quintal?", pregunta un hombre que camina por allí. Y ella, con una sonrisa pícara, le dice que es solo para atraer. Que no hay quintales ni promociones.
Así es la entrada al mercado, donde hay más comerciantes que compradores.
Quizás lleguen más tarde. Quizás no. María Samaniego, una "calderonense pura", trabaja allí y asegura que "el año pasado (2021) estuvimos sin ventas". En 2022, han mejorado, sobre todo, los fines de semana. Un respiro para su economía.
"El mercado tiene 40 años. Antes abarcaba más de 800 comerciantes, ahora son 400. Después de la pandemia se fueron".
María Samaniego, comerciante del Mercado de Calderón.
Caminan hacia la reactivación. "Usted pone un negocio aquí, en Calderón, y crece", afirma.
Pero no siempre fue así.
El escritor ecuatoriano Jorge Becerra detalla cómo esta parroquia pasó de ser un asentamiento al principal centro de desarrollo urbanístico del país.
Esa planicie era de la tribu aborigen de Los Caras. De ahí lleva el nombre de Carapungo, que significa la puerta de entrada de Los Caras, que a su vez llegaban desde Caracas, Venezuela.
Pronto, aquel espacio fue conquistado por los hermanos Becerra, quienes llegaron desde Antioquia, Colombia. Entonces, la parroquia se dividió en seis haciendas. Fomentaron la agricultura y la construcción de viviendas. Y les dieron terrenos a los huasipungeros.
En la actualidad, muchas de las calles de Calderón llevan el apellido Becerra, de alguno de los terratenientes de la época colonial. "Ellos buscaron el adelanto de Calderón. Le proveyeron de agua potable", resume el escritor.
Era una zona boscosa, llena de eucaliptos. Y lo que no era bosque, eran sembríos de maíz, de arveja, de papás.
Quito se proveía de productos agrícolas de Calderón.
Con la Reforma Agraria, en los 60 y 70, se dividieron las grandes haciendas. Los terrenos pasaron a los cultivadores. Entonces, la parroquia fue perdiendo su condición de proveedor. Y aumentó la población. En 1950, según el censo de aquel año, había 1.200 habitantes.
Hoy, según Becerra, el 95% de residentes son de otras ciudades del país, como Guaranda, Santo Domingo, Esmeraldas, o vienen del Valle del Chota. Y últimamente de extranjeros.
La parroquia de Calderón tiene, aproximadamente, 300.000 habitantes.
Pronto Calderón se convirtió en lugar de asentamientos de grandes masas y aparecieron ciudadelas, barrios hasta convertirse en lo que es. Un centro de desarrollo, en el que hay grandes empresas constructoras y muchos negocios.
Pero se mantienen vivas las tradiciones, como comer en los cementerios junto a sus difuntos.
El mazapán, la pieza artística de Calderón
Un rótulo resalta en la calle Carapungo, al lado de los baños públicos. Es la Unión Artesanal de Mazapán, que tiene 33 años de historia. Allí dentro, en un taller artesanal, Mama Miche -piel agrietada, sonrisa amplia- amasa una bola de harina.
"Hay que hacerlo bien, aunque es muy trabajoso", manifiesta la mujer, quien no revela su edad, pero sí su trayectoria en este arte: medio siglo.
Elena Oyagata, de 51 años, también se dedica a hacer figuras de mazapán. Relata que es una tradición generacional desde hace más de 135 años. Y un atractivo de la parroquia.
Su origen mantiene analogía con las “guaguas de pan”, que probablemente está relacionado con el ritual agrícola o el ritual de la muerte, que se celebra el 2 de noviembre.
Elena lamenta que la promoción y las ventas han disminuido con los años. Pero asegura que la tradición no va a morir. Lo decreta.
Un hospital y una unidad de vigilancia
La avenida Giovanni Calles es la arteria más importante de la parroquia. En esta aparecen conjuntos habitacionales enormes y a bajos costos, casas en venta, letreros que anuncian que hay casas en venta, negocios, vulcanizadoras. Y no solo eso.
Según Plusvalía, en Calderón el promedio de arriendos es de USD 262 al mes. Uno de los más bajos, si se compara con otros sectores de Quito.
Allí está situado el Hospital Docente de Calderón, uno de los principales en Quito. Fue centinela en la pandemia. Y, según el Ministerio de Salud, con este se benefician más de 500.000 habitantes de Calderón y de sectores cercanos como Llano Chico y Guayllabamba.
Afuera, la gente aprovecha para vender cevichochos o ropa de bebé a USD 0,50. Es tanta la afluencia que el dueño de un parqueadero afirma que recibe, al menos, 150 carros al día.
Cerca de allí también se levanta la Unidad de Vigilancia Comunitaria (UVC), donde funcionan la Fiscalía, un centro de mediación, juzgados de contravenciones, Policía Judicial, Policía de menores. "La Justicia en un solo lugar", es el lema de este sitio.
'Carapungo City'
El barrio Carapungo es el más conocido y comercial de Calderón. Lo llaman Carapungo City, porque es una ciudad dentro de la ciudad. En las calles Río Cayambe y Padre Luis Vaccari se puede encontrar cualquier cosa: desde utensilios de cocina hasta cooperativas de ahorro.
Incluso, un centro comercial que abrió sus puertas en octubre de 2019 y presume tiendas de marcas reconocidas y costosas.
Pero quienes viven allí aseguran no sentirse afectados en cuanto a los negocios.
En el mercado de Carapungo, cuyo vicepresidente es Darwin Chiluisa, hay carnes, una cabeza de cerdo colgada, hígados, jugos, claudias rojas y más. Esta sí es la zona cero del comercio. Alrededor hay decenas de vendedores informales.
Para Darwin, "es una competencia desleal". Pero no está en sus manos el control.
Pese a ello, mira el lado positivo. "Los mercados son el corazón de la gente. Y este lo es", señala el hombre, quien trabaja allí 14 años. Actualmente, son 70 socios.
Su casa está a unas cuadras. Mientras conversa con PRIMICIAS, su hijo llega, le da un beso y se va. "Carapungo es un lugar lindo para vivir. El clima, la gente", suelta Darwin con un suspiro, como si estuviera enamorado de aquel barrio.
Quizás sí. Pues allí conoció a su esposa, una costeña que se asentó hace unos años en esta parroquia quiteña. "Ha acogido a toda la gente", asegura el comerciante.
Pero eso ha provocado también el aparecimiento de la inseguridad y los bebedores.
Libadores, robos y microtráfico
Luidymar Gutiérrez, una comerciante venezolana, trabaja 5 años en Calderón. Ha pasado por varios locales comerciales. Y asegura ser una testigo de cómo el sector se ha vuelto peligroso: "Les roban los celulares a los estudiantes y hasta hay vacunas". Es decir, extorsiones.
El teniente coronel Paúl Saavedra, comandante del Distrito de Policía Calderón, asegura que apenas han recibido una denuncia formal por vacunas.
Actualmente, existen 16 unidades de Policía en la parroquia. Son 26 oficiales y 262 policías. Patrullan las 24 horas y tienen motorizados que vigilan desde las 05:00 hasta las 23:00.
Pese a ello, el delito que más se comete es el robo a personas. Por eso, hacen operativos en las calles. En un día, de 8 a 10 motos salen de circulación porque quienes la conducen no tienen los documentos o el vehículo no está matriculado.
"Con esto hemos bajado los delitos", afirma el coronel. Pero Calderón también tiene problemas con los borrachos y los violentos. "Las patrullas se destinan a casos de violencia intrafamiliar y a retirar borraachos de la calle", lamenta el oficial.
En cuanto al microtráfico, Saavedra confirma que sí existe. Cada semana detiene dos o tres personas con fundas de droga, que posteriormente quedan en libertad.
Estos problemas empañan las maravillas de la parroquia más grande del país y una de las más importantes de Quito.
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