Los 'hombres semáforo' de Quito sortean el hambre y el desempleo
Piden monedas a cambio de detener el tráfico donde no hay semáforos y como trabajan en vías rápidas están expuestos a sufrir accidentes.
Jacobo Cabezas, un 'hombre semáforo', espera el momento para detener el tráfico en la avenida Velasco Ibarra, en Quito.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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Jacobo Cabezas quería ser militar, pero se convirtió en uno de los tantos 'hombres semáforo' que se ganan la vida en las calles de Quito.
Es jueves por la tarde y hace sol. Con 67 años, Jacobo -gorra y ropa vieja- está parado en la intersección de la avenida Velasco Ibarra y calle Crespo Toral, en el centro-sur de Quito.
Es un punto crítico para la salida de vehículos, no hay semáforos, y por eso él está ahí.
No es un agente de tránsito, pero detiene el tráfico en la Velasco Ibarra, tras levantar su mano, y colabora para que los autos descongestionen la calle Crespo Toral.
"¡Pase, pase!", grita con una voz ahogada. Grita, pero nadie le escucha.
Los conductores que gracias a su ayuda logran incorporarse a la avenida -a veces- le ponen una moneda en una tarrina y se van.
Deja por un momento su labor. Y cuenta que nació en Esmeraldas, que tiene cuatro hijos y que su mamá murió en 2020, durante la pandemia.
Buscó empleo, pero nadie le dio uno. Entonces, se volvió un 'semáforo humano'. Antes trabajaba cerca de El Trébol, pero luego se cambió a la intersección actual.
Todos los días llega a su 'lugar de trabajo' desde temprano y se va a las 17:00. Lo que gana es para "comida, arriendo y ropita", dice Jacobo.
Estudió hasta tercer grado y cuando cumplió la mayoría de edad, se enfiló en el servicio militar, pero un tumor cerebral acabó con su sueño.
Se quita la gorra y muestra dos huecos en el cráneo. "Mire, aquí está la huella, me operaron, me sacaron el tumor, y quedé con secuelas: me cimbra la cabeza", se lamenta.
Pese a que se expone a los vehículos en movimiento, asegura que no ha sufrido ningún accidente de tránsito. No sabe de leyes y no le interesan.
En unos minutos, se ha formado tráfico y Jacobo debe volver a trabajar.
Tras los pasos de papá
En la misma intersección que días atrás estaba Jacobo, ahora está José Luis Cabezas, su hijo.
Lleva puesto un chaleco de la Policía y dice que se lo regalaron. También cuenta que a sus 38 años le ha sido muy difícil encontrar un empleo. Entonces, ha debido seguir los pasos de su padre, Jacobo, para conseguir dinero.
Se volvió otro 'hombre semáforo'.
"Hay días buenos y malos", señala. Quizás por malos se refiere a un 31 de diciembre cuando, un poco bebido, llegó a trabajar y de pronto un carro lo golpeó.
Dice que estuvo un año internado en el Hospital Eugenio Espejo, en Quito. Fue sometido a una operación y su visión quedó afectada.
"Veo nubloso", suelta sin importarle, como si su vista no fuera esencial y necesaria para estar parado en una vía donde los autos vuelan.
José Luis también nació en Esmeraldas. No tiene hijos ni esposa. Y las moneditas que recoge, desde las 11:00 hasta las 19:00, son para él y nadie más.
Poco después, aparece Jacobo. Lo regaña y se aleja para fumar un cigarrillo, sentado en el filo de una vereda, mientras su hijo trabaja.
"No es obligación, sino voluntad"
Es martes, otro día para los 'hombres semáforo', pero no hace tanto sol.
"¡Todo bien, primo!", grita Jefferson Darwin, parado en la intersección de la avenida Velasco Ibarra y calle Fidel López Arteta, sector Luluncoto.
Él se dedica a la misma labor de Jacobo y José Luis, aunque su punto de trabajo está a unos kilómetros de ellos.
El primo al que le gritó Jefferson -hace poco- tampoco era su primo. Era un conductor que no le dio una moneda, pese a que lo ayudó a salir. "No es obligación, sino voluntad", dice el hombre, nacido en Esmeraldas hace 40 años.
Trabaja en la avenida Velasco Ibarra desde hace más de 10 años, según dice. "Vengo desde las 12:00 hasta las 18:00, y cada día saco entre USD 30 y 40", detalla. Pues cuenta que él colabora con, al menos, 200 carros cada día.
Durante 10 minutos pasan por esta vía unos 30 carros.
Usa un chaleco que le regaló la gente del barrio. No le teme a los carros, "porque ya tiene práctica", y, además, tiene otros compañeros que cuando él se va, le toman la posta hasta que vuelve.
A veces los carros lo rozan. Pero es "leve", dice. Aguanta el sol y la lluvia. Y cuando deja de ser el 'hombre semáforo' de la Velasco Ibarra, juega fútbol.
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