La historia real del Darién: entre pumas, ríos de muerte y narcos
La selva del Darién, fronteriza entre Colombia y Panamá, no siempre fue un paso irregular para migrantes. En realidad es una jungla intransitable, pero única por su biodiversidad. En 1981 fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco.
Varias personas cruzando uno de los tramos de la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, septiembre de 2022.
Reuters
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El Tapón del Darién es considerado la región más peligrosa e intransitable de América Latina. Al ecuatoriano Carlos C., le tomó tres días cruzarlo. Cuenta que caminó entre lodo, una lluvia constante, mosquitos y arañas tan grandes como una pelota de béisbol.
Ahora Carlos C., quien prefiere omitir su apellido, se encuentra en Nueva York (Estados Unidos), hasta donde llegó hace un año, tras largos viajes en camiones de carga y "con ayuda de algunos amigos".
En su intento por emigrar, unos 'conocidos' en su natal Bucay (Guayas) le comentaron del Darién, como una forma para evitarse los vuelos desde Colombia hacia Centroamérica.
A esta selva, ubicada en el este de Panamá y noroeste de Colombia, también se la conoce como 'Tapón', porque interrumpe la carretera más larga del mundo: la Ruta Panamericana.
Así es, hay una carretera que nace en Alaska (Estados Unidos) y termina en Ushuaia (Argentina), y que atraviesa todo el continente americano, pero justo allí, en el Darién se parte en dos.
Precisamente, debido a la inhóspita selva de más de 17.000 kilómetros cuadrados, ha sido imposible construir una carretera, al menos por ahora.
Pero el Darién no solo es un estrecho que cruzan migrantes desesperados como Carlos C., en realidad se trata del tercer bosque más grande de Centroamérica.
"Esta profunda zona silvestre es extremadamente biodiversa y alberga animales salvajes como el águila arpía", señala la ONG Wildlife Conservation Society (WCS).
Y antes de ser un cruce irregular de la migración, en 1981 fue declarada por la UNESCO como Reserva de Biosfera para la Humanidad.
Cruzarla es gratis, 'a veces'
Para entender la región del Darién, hay que ubicar dos puntos. El de salida nace en el departamento de Antioquia, del lado colombiano y donde hay un hito de piedra que señala la partida.
Y el segundo es el Parque Nacional del Darién, del lado panameño, y que se creó en 1980. Esta reserva representa el 33,6% de la superficie total de la selva.
Es además el bosque tropical protegido más grande de Centroamérica y el Caribe, según la organización WCS.
Atravesar la selva, ya en el suroeste de Panamá, supone caminar poco más de 100 kilómetros.
Desde 2021 es la alternativa de viaje de los migrantes, porque "cuesta menos y cuando hay personas que están solas, no pagan", asegura el director de la organización 1-800 Migrante, William Murillo.
Un 'coyotero' o traficante en Ecuador cobra hasta USD 15.000 por llevar a una persona desde Sudamérica a Estados Unidos.
Pero cuando hay migrantes sin tanto dinero, el Darién se convierte en la opción a seguir. En la selva hay 'chilingueros' que cobran unos USD 500 por guiar a las personas que se internan en la selva.
"Es un trayecto más barato, pero también más peligros. Hay migrantes que sacrifican seguridad por dinero".
William Murillo, activista y abogado.
Peligros del infierno verde
¿Qué fue lo más difícil de cruzar el Darién? "El calor intenso, los mosquitos que zumban y el miedo a que te salte una culebra", dice Carlos C., de 35 años.
Los peligros del Darién, propios de una selva inhóspita, han hecho que el lugar se califique como un 'infierno verde'.
Los primeros obstáculos están en el suelo: lleno de lodo, a ratos montañoso, con pendientes, y rodeado de vegetación tupida.
Luego está el clima, que en temporadas de invierno llueve todo el tiempo y es muy húmedo. Las temperaturas máximas pueden llegar hasta los 35 grados centígrados.
También hay un río de la muerte, que debido a las lluvias sube su caudal, y donde los viajeros "se agarran de una soga cuando está crecido", cuenta el migrante ecuatoriano Carlos C.
También hay animales salvajes, porque el Darién tiene una naturaleza prodigiosa, con 169 especies de mamíferos documentadas.
Un integrante de estos mamíferos es el mono araña 'cabeza de marrón', considerado en peligro crítico de extinción. Están los felinos de gran tamaño como el puma y el ocelote, que si se sienten perturbados, pueden atacar.
"En un ambiente tan salvaje como el Darién, una picada de mosquitos es lo de menos comparado con las arañas", dice Murillo, quien ha escuchado historias de migrantes que se han ahogado y sus cuerpos son llevados por cocodrilos en el río.
Entre las impresionantes especies de la selva están las arañas de 20 centímetros de tamaño, o la 'conga', una hormiga gigante, cuyo veneno causa fiebre y diarrea.
Los carteles del Darién
A la lista de peligros se unen los "malandrines, delincuentes involucrados con grupos de traficantes que obligan a las personas a llevar droga", señala el activista Murillo.
Las autoridades panameñas y colombianas han señalado que los carteles del Golfo y de Sinaloa, ambos de México, están ya usando el Darién como ruta de la cocaína.
Según Murillo, con base a los testimonios de migrante, las personas que se rehúsan a transportar un cargamento, son víctimas de crímenes violentos, y en el caso de las mujeres, de abusos sexuales.
Los narcotraficantes se aprovechan de la desesperación de los migrantes, y les prometen un ingreso expedito para Estados Unidos, lo cual no ocurre porque al llegar a Panamá se tienen que enfrentar a controles rutinarios.
Pese a todo, el Darién sigue siendo la ruta elegida por sudamericanos pobres, y también cubanos, haitianos y africanos.
En lo que va de 2023, autoridades panameñas reportan más de 100.000 personas que han cruzado el estrecho, un nuevo récord comparado a los primeros meses de 2022.
Venezolanos, haitianos y ecuatorianos, en ese orden, son los que más se arriesgan por la selva.
Mientras que el año pasado, Panamá registró 248.000 personas en tránsito por el Darién, un 16% fueron menores de edad. Algunos niños van en brazos de sus padres y otros solos.
El problema es tan complicado, que el 11 de abril, Estados Unidos, Panamá y Colombia acordaron lanzar una campaña de dos meses para abordar la migración a través de la región selvática.
La campaña busca poner fin al movimiento ilícito de personas y bienes a través de la región y abrir otras vías para que las personas migren.
Panamá también tiene otra preocupación: el impacto de los migrantes sobre la biodiversidad de la selva, porque a su paso dejan desechos y una huella involuntaria sobre el ambiente.
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