San Luis, el poblado que vive al borde de la erosión del río Coca, se queda sin gente
Desde que empezó la erosión del río Coca, 20 familias de San Luis tuvieron que huir porque sus casas fueron arrastradas por la corriente. El fenómeno amenaza con destruir el poblado.
Dos habitantes de San Luis caminan por sus calles, el 18 de junio de 2024.
Jonathan Machado / Primicias
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Los 150 habitantes del poblado San Luis, ubicado en el cantón El Chaco de la provincia de Napo, viven al borde del abismo.
Desde el inicio de la erosión del río Coca en 2020, más de 15 viviendas han desaparecido y 20 familias han tenido que huir a barrios cercanos del cantón.
El peligro para las 55 familias que se niegan a abandonar el lugar se incrementa con el paso de las horas, pues las torrenciales lluvias que azotan al país desde el 16 de junio provocan grandes deslizamientos de los márgenes del río. Algunas viviendas se encuentran a menos de 50 metros del violento paso de las aguas.
Es 18 de junio de 2024. Un fuerte sol castiga al poblado en el que el tiempo pasa lento. Sus calles lucen vacías y el silencio solo se ve interrumpido por el ruido de los vehículos que circulan por la avenida E45, que conecta a Quito con Lago Agrio.
En una de las pocas tiendas de alimentos que funcionan en el lugar aparece Nancy Chicaiza, presidenta del Comité de Riesgos de San Luis.
"Es difícil la situación que enfrentamos todos los días. No sabemos cuándo el río se va a llevar todo", dice pensativa.
La preocupación, al igual que la de sus vecinos, aumenta cuando se registran lluvias porque "el río brama y las casas se mueven".
Pese a la inminente desaparición del pueblo, Chicaiza dice que la erosión también ha traído algunas "ventajas".
"El 90% de los hombres trabaja en las empresas que hacen estudios de la erosión o que reparan la vía en el socavón. Y las mujeres se dedican a lavar sus uniformes o a cocinar para vender desayunos y almuerzos", dice.
Cuando habla del socavón, la mujer se refiere al enorme hueco que se ha formado en la vía E45, a unos ocho kilómetros del sector. A este daño vial se lo conoce como el socavón de San Luis.
"Este es otro problema que se nos viene encima en poco tiempo", dice un habitante de San Luis que pide la reserva de su identidad porque trabaja en una de las empresas que opera en el sector.
Los dos coinciden en que el pueblo se debate entre la "bendición de tener fuentes de empleo por los problemas que genera el río y la maldición de sus aguas".
Niños enfermos en San Luis
Los problemas de salud es otro problema con el que deben lidiar los habitantes de San Luis.
Los alimentos contaminados y su manejo sin ninguna norma de higiene provocan que todos los días se registren casos de niños con parasitosis.
Uno de los médicos que trabaja en el Puesto de Salud de San Luis dice que los niños también tienen caries, difíciles de tratar porque son recurrentes.
"Les enseñamos a lavarse los dientes y a tratar los alimentos para evitar que sigan presentando estos problemas, porque pueden afectar su desarrollo", señala mientras recuerda que al centro de salud también llegan hombres con golpes o torceduras por los accidentes que sufren en sus trabajos.
"Son los hombres que trabajan en las empresas que operan en la vía o en las que hacen estudios del río", puntualiza el médico.
Clases suspendidas
Los estudiantes de San Luis están acostumbrados a las constantes suspensiones de clases por las fuertes lluvias que caen durante gran parte del año.
El 16 de junio de 2024, las autoridades decidieron que los 23 alumnos de la escuela 12 de Febrero, la única que funciona en el poblado, terminen el año lectivo en sus casas.
Perla Ligña es una de las tres profesoras que trabajan en esta institución. En su casa, en El Chaco, cuenta que "solo tenemos tres aulas porque no hay muchos niños. Y en cada una hay estudiantes de distintas edades".
En el aula 1 estudian niños de tres a cinco años, en el aula 2, alumnos de seis a 10 años, y el aula 3 está adaptada para estudiantes de 10 años a 14.
"Desde el punto de vista pedagógico, este mecanismo no es el adecuado porque no se puede impartir el 100% de conocimientos, ya que son niños de varias edades", dice la profesora.
Y se resigna al reconocer que "es lo que nos toca porque no hay suficientes estudiantes".
Nancy Chicaiza, presidenta del Comité de Seguridad de San Luis, teme que la erosión del río Coca también destruya la escuela y deje sin formación académica a los niños más pequeños.
"Eso sería un desastre total. De por sí, los chicos de más de 15 años deben viajar a El Chaco todos los días para terminar el colegio. Imagínese, es alrededor de una hora de ida y una hora de vuelta", relata.
La mañana del 21 de junio, los habitantes de San Luis amanecieron con la noticia de que la corriente del río Coca había arrasado una buena parte de la montaña y dejó al descubierto la tubería del Oleoducto de Crudos Pesados, a solo cuatro kilómetros del poblado.
"Así nos toca vivir. Entre miedo, desesperanza y algo de trabajo", dice un grupo de obreros que almuerza en un comedor en el ingreso a San Luis.
Antes de que termine su hora de descaso, uno de ellos reclama: todo sería diferente si las autoridades hicieran algo por nosotros.
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