¿Existió la "República de Guayaquil"?
La breve existencia de la "República de Guayaquil" entre 1820 y 1822, liderada por José Joaquín de Olmedo, revela una paradoja histórica de independencia práctica sin reconocimiento oficial.
Olmedo fue la mente lúcida que entró a ordenar el caos e incertidumbre que suele manifestarse luego de las revoluciones
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Responder a esta pregunta no es sencillo. Desde un punto de vista estrictamente jurídico o documental, la respuesta rápida sería: nunca existió. Sin embargo, un análisis más profundo del contexto histórico y de los acontecimientos sucedidos en Guayaquil entre 1820 y 1822 nos lleva a la siguiente conclusión—: existió algo similar a una "República de Guayaquil", aunque no de manera formal u oficial.
Para comprender esta paradoja histórica —actualmente situada en la primera línea del debate público—, es necesario retroceder 200 años en el tiempo y examinar detenidamente los hechos y los actores de la independencia guayaquileña.
El poeta que cuidaba las formas
José Joaquín de Olmedo no participó directamente en los eventos que desembocaron en el 9 de Octubre de 1820. Sus motivos para excusarse de las reuniones donde se planificó el derrocamiento de la administración española de la ciudad fueron justos: era el tiempo de la fuerza, de los militares, de las armas, y no de los intelectuales ni de los hombres de letras como él. Pero cuando el tumulto de la asonada se acalló en los cuarteles, y la aurora gloriosa de la libertad se desplegó en el horizonte, la presencia de Olmedo, el poeta y político, se hizo totalmente necesaria.
Los militares y el pueblo llano habían conquistado la independencia, pero, ¿Que debía hacerse con ella? Olmedo fue la mente lúcida que entró a ordenar el caos e incertidumbre que suele manifestarse luego de las revoluciones. Primero se deshizo de los militares envanecidos que abusaron del nuevo estado de cosas, y luego procedió a dar una nueva configuración legal, política y administrativa a los territorios liberados (los cuales abarcaban casi todo el litoral, exceptuando Esmeraldas: Tumbes, Machala, Naranjal, Puná, Guayaquil, Santa Elena y Manabí).
Durante tres siglos, Guayaquil fue provincia española. Dependía de un gobierno colonial, sin soberanía ni capacidad de autogobierno pleno. Pero el 9 de Octubre de 1820 cambió el destino de la ciudad y Guayaquil pasó a establecerse como una entidad independiente y soberana, con sus propias leyes y gobierno... algo muy parecido a una "República".
Olmedo optó por guardar las formas y desestimó cualquier mención a la "República" en los documentos oficiales de la independencia. Guayaquil pasó a llamarse "Provincia Libre de Guayaquil": una "provincia" que se regía, sin embargo, con elementos propios del modelo republicano (división de poderes, igualdad ante la ley, libre comercio, derecho de elegir su futuro estatus político, libertad de imprenta, etc). El servicio militar —voluntario en tiempos de paz y obligatorio en tiempos de guerra— permitió a la provincia tener su propio ejército, conformado por jóvenes revolucionarios a los cuales se les otorgó rangos y empleos militares que más tarde —después de la desaparición de la "Provincia Libre"— fueron reconocidos por otras repúblicas formales.
La "Provincia Libre de Guayaquil", configurada por Olmedo, parecía situarse a medio camino entre la entidad política de la "Provincia" (dependiente de un gobierno central) y la "República" (gobierno autónomo que no depende de una autoridad superior). Esta aparente contradicción, sin embargo, tiene coherencia dentro del plan definido por la Junta de Gobierno presidida por Olmedo: el "Reglamento Provisorio de Gobierno" —no se llamó constitución, quizá, por ser un término que semánticamente aludía a la "República"— indicaba que Guayaquil se conservaba como "Provincia Libre" de manera transitoria para, posteriormente y con entera libertad de decisión, "unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur".
Por ello, y aun cuando el espíritu político y administrativo del gobierno independiente de Guayaquil fue indiscutiblemente el de una República, la Junta de Gobierno se manejó con tino y evitó hacer definiciones alusivas al respecto. Uno de los motivos podría haber sido diplomático: evitar desairar a Bolívar y a San Martín. Ambos libertadores —fundadores de dos repúblicas todavía en gestación (Colombia y Perú)— deseaban incorporar a Guayaquil en sus respectivos territorios. Y eran precisamente ellos con quienes Olmedo debía pactar alianzas militares para la conservación de la provincia. Aquellas negociaciones habrían sido imposibles si Guayaquil se presentaba con el estatus de "nación" o "república".
De todas maneras, a Bolívar no le agradaron las formas guardadas por Olmedo y rechazó vehementemente la autonomía "transitoria" de la "provincia". Para el Libertador, era una afrenta que los líderes guayaquileños no hubiesen buscado la incorporación automática a la nación bolivariana (la Ley Fundamental del Congreso de Colombia incluía a Quito, Cuenca y Guayaquil en su extensión territorial), y más grave aún, que la "Provincia Libre de Guayaquil" se mantuviese funcionando —en la práctica— como una república independiente. La contrariedad del mando bolivariano por esta situación llegó a tal punto que, en varias ocasiones, el pequeño "estado" fue denigrado con el calificativo de "republiqueta"... o "republiquita".
Los partidos de la "Republiquita" de Guayaquil
Según el historiador guayaquileño Julio Estrada Icaza, el verdadero plan de Olmedo era el de conformar una nación independiente que reuniera a Quito, Cuenca y demás provincias en una sola nación llamada "Estado de Quito", y cuya capital sería Guayaquil. En opinión del historiador Freddy Avilés, aquella aspiración empezó a verse truncada con las derrotas de la División Protectora de Quito (ejército creado por Olmedo para liberar las poblaciones de la sierra) a finales de 1820 y principios de 1821, mucho antes de la anexión de Guayaquil a Colombia en 1822.
Entonces, según esa tesis, Olmedo era partidario de la creación de un estado nacional. Pero en el mismo periodo, otros sectores influyentes de la sociedad guayaquileña apuntaban a intereses distintos.
Estaban los del partido pro-colombiano, encabezados por las familias Villamil, Garaycoa o Llona, adeptos a Bolívar y a la incorporación inmediata a la Gran Colombia. Asimismo, otras familias se decantaban por la incorporación al Perú —los Ximena y los Roca por ejemplo—, debido a la cercanía natural con Lima por cuestiones comerciales, culturales, familiares o afectivas.
Entre pro-colombianos y pro-peruanos existía, como es de imaginarse, una notable tensión. Pero esta no llegó a romperse siquiera en los momentos más álgidos de las turbulencias políticas que sacudieron la ciudad. De hecho, los miembros de ambas facciones se trataron con niveles aceptables de cordialidad. Sin embargo, hubo un tercer partido que sí recibió todas las invectivas, burlas y desprecios de sus opositores: el que impulsaba la preservación permanente de la independencia guayaquileña.
Los independentistas absolutos pertenecían a las bases comerciales y pudientes de la ciudad (entre ellos se contaban hombres de letras y hasta eclesiásticos). Los integrantes del núcleo autonómico duro, perfectamente conocidos en su época, pero desconocidos en la actualidad, son los siguientes:
Miguel Isusi, Manuel Tama, Francisco Ugarte, Juan José Galarza —en la época grancolombiana será apresado por su persistente opinión independentista—, Ángel Tola, José Cruz Correa, Juan José Casilari —firmante del acta del 9 de Octubre—, Jacinto Medina, Ignacio Olazo, Tomás Ribera, Ignacio Casanova, Juan de Dios Molina, Francisco Pareja —notorio líder de la facción–, Francisco de Paula Gutiérrez, Julián Bodero, entre otros (los nombres de estos “autonomistas” los conocemos gracias a un libelo satírico titulado "Acta de Fundación de la Republiquita de Guayaquil", lanzado a finales de 1821 desde el bando colombiano).
En su correspondencia, el general Sucre trataba a estos autonomistas de "pobres diablos" y "mezquinos comerciantes", además de burlarse de sus planes por aspirar a convertirse en "soberanos y absolutos" y formar "su masita de nación entre dos estados".
Sucre veía en el partido independentista un oponente de cuidado incluso mayor que el peruano, pues sabía que tenían los recursos monetarios suficientes para impulsar sus tesis de autonomía absoluta (además de que contaban con la ventaja de jugar en cancha propia): "El partido que contraría al de los colombianos —escribió Sucre al vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander— es, como dije a ud. últimamente, un bochinche que desea la independencia".
Conclusiones
Si Olmedo aspiraba realmente a la creación de un "Estado de Quito", sus pretensiones comenzaron a diluirse definitivamente cuando Cuenca y Quito se anexionaron a Colombia. Tal situación llevó al poeta a desechar la bandera azul y blanco con las tres estrellas (una por Guayaquil, otra por Quito y la última por Cuenca) y adoptar una nueva, enteramente blanca, y en la que figuraba un cuadrante azul que encerraba una sola estrella (en alusión a la situación de solitaria independencia en la que quedaba Guayaquil).
Los partidarios por el establecimiento de una utópica "República de Guayaquil" (o "Republiquita" como la llamaron sus detractores) también vieron pulverizadas sus aspiraciones con la anexión a Colombia —vía manu militari— el 31 de julio de 1822.
Aunque Guayaquil no se declaró explícitamente como una república en el texto del Reglamento Provisorio de Gobierno, la intención de actuar de manera independiente y soberana es evidente. La creación de un sistema de gobierno propio, con una estructura legal y administrativa autónoma, sugiere un funcionamiento republicano.
Y a pesar de ello, la Junta de Gobierno tuvo que reconocer que resultaba imposible mantener al pequeño estado como un ente independiente y aislado. Un hecho es innegable: las personas que habitaron la ciudad entre 1820 y 1822, experimentaron lo que es vivir o transaccionar bajo las formas liberales de una entidad política autónoma como lo fue Guayaquil, la cual, mientras se mantuvo independiente de un gobierno central, no tuvo que rendir cuentas a nadie más que a ella misma.
Guayaquil fue una "República" por los hechos y no por el derecho; "República" en la práctica más no en los documentos.
* Gabriel Fandiño es miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador
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