Cinco historias de resiliencia: así son los ecuatorianos que siguen en España
Mayra Olvera es el refuerzo del club Real Sporting Gijón para 2020.
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La crisis de banca española golpeó a este grupo que había logrado establecerse y prosperar. Centenares de familias, que compraron pisos o casas en España, se vieron afectadas por "deudas impagables, con una hiperinflación en el precio de las viviendas y con unos contratos hipotecarios tramposos".
Así lo explica el embajador de Ecuador en España, Cristóbal Roldán. “Muchos se quedaron sin empleo y terminaron perdiendo su casa y arrastrando deudas”.
La crisis empujó a miles de ellos de regreso a Ecuador o los llevó a otros destinos europeos, “Se fueron a Italia, Bélgica, Alemania”, dice Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Rumiñahui.
“Los que se quedaron fueron los más previsores, que habían ahorrado. También los que pudieron reciclarse laboralmente; quienes no trabajaban en la construcción o tenían redes familiares”.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) fija en 133.201 los ecuatorianos en España. La Embajada proporciona un dato distinto. “De los 422.000 ciudadanos censados, la mitad tiene nacionalidad española”, explica Roldán.
Los ecuatorianos que se quedaron –y los que han llegado- tienen un perfil emprendedor y resistente ante las adversidades. “Cuentan con un gran prestigio y aprecio en la sociedad española”, dice Roldán. Son recursivos, creativos, resilientes.
Hay una importante comunidad de empresarios en gastronomía y servicios. Muchos continúan trabajando en el sector de hostelería. Son la novena comunidad extranjera.
En cifras
- 122.000 ecuatorianos contrajeron créditos hipotecarios.
- Hasta el 2018, 22.000 no pudieron cumplir con la deuda.
- Cerca de 5.000 mantienen obligaciones impagas, como deudores o avalistas.
¿Quiénes son y dónde están?
1. Martha Sisa, la ambateña que pone el sabor en Vallecas
La constancia y la capacidad de trabajo transformaron a Martha Sisa en una de las empresarias gastronómicas más exitosas de Madrid. De 54 años y madre de tres hijos, esta emprendedora es un caso de superación.
22 años después de llegar a España, su local Doña Marthita, en Vallecas, está siempre lleno. Es la única latinoamericana que tiene permiso del Ayuntamiento de Madrid para instalar una carpa en las festividades locales, con 18 personas bajo su mando.
En 1998, aterrizó en Madrid exhausta y asustada, después de permanecer cuatro días detenida, junto a decenas de inmigrantes, en el aeropuerto de Holanda. “Ahora me río”, dice. “Pero fue terrible. Mi hermana me ayudó a salir, con un abogado”.
Ya libre, se enfrentó con la realidad. Durmió en el suelo en un departamento compartido. Limpió pisos, fregó baños, sirvió platos, con los pies llenos de ampollas. “Yo quería tener mi puesto de comida, como en Ambato”.
Sisa fue una de esas mujeres que desafiaban a la policía madrileña, con el ingenio que despierta la necesidad. En El Retiro, vendía comida ecuatoriana. Hornado, choclos, tortillas, humeaban, ocultos en maletas. Cuando las autoridades retiraron la “movida ecuatoriana” a Casa de Campo, fue descubierta por un productor de la película Torrente, que la contrató para incluir su puesto en una escena.
Su sazón y la nostalgia gastronómica son la clave de su éxito. Esquivó la crisis gracias a la decisión de “no comprar nada en España”.
2. Pablo Reyes, el lojano al mando dos hospitales de Madrid
A sus 36 años, el otorrinolaringólogo lojano Pablo Reyes Burneo ha logrado lo que, en muchos casos, toma toda una vida de esfuerzo profesional. Y lo ha hecho en un país ajeno al suyo.
Graduado en la Universidad Técnica Particular de Loja, este profesional es el jefe de las secciones de Otología del Hospital Juan Carlos Primero y del HLA Universitario Moncloa.
Ocupar puestos de responsabilidad en un país en donde los niveles de formación y competitividad son muy altos, tiene doble mérito. Reyes se lo toma con la sencillez y ecuanimidad con las que encara todo.
Llegó en el 2011, para completar su formación general, con un período de médico. Rindió el MIR (el examen para lograr una plaza de residencia), al que anualmente se presentan 16.000 aspirantes y quedan fuera 10.000. El 4% corresponde a extranjeros.
Reyes logró la nota más alta entre los latinoamericanos y entró en el programa de residentes que había soñado: el del Hospital Ramón y Cajal. En adelante, todo fue aprender y crecer. Su forma de ser le ha ganado el cariño de pacientes y colegas.
“Mis razones para migrar fueron distintas a las de otros compatriotas. En la consulta me encuentro con muchos de ellos. Los saludo, hablamos; escucho sus historias, que son muy duras”.
No descarta volver a Ecuador. Vive en Madrid junto a su esposa y sus dos hijas, de seis y dos años.
3. Soledad Villa: la diseñadora azuaya que pone su sello en Madrid
Pocos saben que sobre la pasarela de la más reciente edición de los Premios Goya brilló el talento de una ecuatoriana. Soledad Villa, oriunda de Gualaceo y residente en España hace 22 años, diseñó el vestido que llevaba la actriz española Rosario Serna.
Este fue uno de los más recientes hitos en la carrera de Villa, quien llegó a España sin documentación y trabajó durante muchos años en limpieza.
“Me gradué como maestra de taller y en Industria del Vestido en Macas. Pensaba que podría estudiar en España una carrera en moda”. Pero pagarla costaba 900 euros mensuales. “Y cuando tienes hijos, te toca priorizar”.
Su objetivo se hizo realidad cuando todo se venía abajo. “La empresa de construcción de mi marido cerró por la crisis. Monté mi taller con la ayuda de mis hermanos”.
A la vez que hacía arreglos y confecciones, trazaba las líneas de sus vestidos de fiesta. La oportunidad llegó cuando se celebró Miss Santa Cruz (Bolivia). “La chica que yo vestí, ganó con mi traje”. El segundo hito fue participar en el evento de modas KUBE Madrid. El fichaje para la Pasarela Española fue el empujón definitivo.
A los 42 años, y con dos hijos, de 21 y 18 años, sueña con abrir su tienda. Trabaja hasta 12 horas diarias y se mantiene fiel a su filosofía: que todo el que quiera pueda vestirse de gala. “La gente va las grandes tiendas, se prueba el vestido y tiene que irse sin comprar. Yo hago modelos de fiesta, con material accesible”.
Su carrera ha tomado un vuelo imparable. Ahora se prepara para el World Vision Fashion Show.
“Los comienzos fueron durísimos; lloré lo que no está escrito. Ahora cumplo mi sueño”.
4. César Bolaños: el activista quiteño que se sostuvo en la lucha social
César Bolaños encontró en el activismo social un salvavidas para no irse a pique durante la crisis española.
Quiteño, de 50 años, llegó al municipio madrileño de Parla hace 20. Lo hizo como turista y acompañado por cuatro niños: sus dos hijos y sus dos sobrinos. Las madres habían viajado dos años antes. Ambas consiguieron trabajo de internas.
Él se quedó a cargo de sus niños, de siete y cinco años, mientras laboraba como codificador en la biblioteca del convento de Santo Domingo.
Su primer trabajo fue empacar comida de perro en un galpón. “Nos llevaban en una furgoneta. Pasábamos ocho horas”. En un mes ganó 100 euros.
La ayuda de la mujer española en cuya casa trabajaba su esposa le valió su primer contrato. “Fue como empleado de hogar, aunque yo no trabajaba con ella”. “Para no estar de vago”, vendía CDs en la calle. “La noche en que casi me arrestan”.
Cuando obtuvo la certificación de su discapacidad –tiene secuelas de polio- Bolaños consiguió trabajo, primero de conserje y luego como programador de radio taxi. La situación se estabilizó. “Compramos un piso”.
La hipoteca de 600 euros representaba un 30% de sus ingresos. Cuando perdió su puesto, este porcentaje subió al 60%. “Sacábamos de donde podíamos”. Pero cada vez era más difícil. “Nos unimos a la plataforma de afectados por las hipotecas. Debíamos elegir entre pagar o comer”.
Su activismo le dio otro sentido a su presencia en España. Estuvo en marchas, plantones, reuniones, tomas. Hace poco logró devolver su departamento y, con el apoyo del servicio legal de la Embajada, consiguió la condonación de 58.000 euros (unos USD 64.000).
Ahora vive de alquiler, como al principio. “Trabajo en el Consulado. Mi hijo mayor es técnico en la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) y mi hija es abogada”.
5. Mayra Olvera: la futbolista quevedeña que pisa fuerte en Gijón
Esta es su segunda temporada en la liga española y un escalón más en la consecución de sus metas. Porque si hay algo que Mayra Olvera, de 28 años y oriunda de Quevedo, tiene claro son sus objetivos.
Esta mediocampista ecuatoriana arribó en octubre de 2019 al Real Sporting Gijón y fue anunciada como un refuerzo potente.
Traía una amplia experiencia: fue seleccionada nacional y participó en el Mundial de Canadá en 2015.
Además ha jugado en el Deportivo Pasto, en Colombia; en el Deportivo Lugo y en el Independiente del Valle. Llegó de la mano de tres palabras que la definen: claridad, constancia y disciplina.
“El gusto por el fútbol lo heredé de mi madre. Yo sentía orgullo de verla en un mundo de varones”. De niña, nunca se detuvo por eso, pese a ser, casi siempre, la única chica en la cancha
A los 16 años, emigró a Quito, para estudiar. Vivía en una residencia. Su segunda experiencia migratoria fue a Guayaquil, en donde consiguió su título como Directora Técnica.
Olivera llegó sola a España, aunque, como a tantos compatriotas le había antecedido parte de su familia. En Madrid tiene tías, primos y sobrinos: un ruidoso grupo que, de vez en cuando, se aposta en la grada y –como bromea ella- “llena medio estadio”.
Cuando aún jugaba en el Independiente del Valle, fue fichada por el Real Sporting Gijón. Aterrizó en España, con la experiencia de ese primer momento, en Lugo, complejo en cuanto adaptación.
“Al principio me costó. La comida, los horarios, la forma de jugar al fútbol eran bastante diferentes. Pero esta temporada todo es más fácil”.
Entre sus planes está estudiar un posgrado; en gestión deportiva o periodismo deportivo. Su siguiente sueño es volver a participar en un Mundial y proyectar su carrera en Europa.
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