Enorme pesebre de 1.000 piezas enciende un hogar en Guayaquil
Roberto Yungán y su familia arman cada año un pesebre gigante con más de 1.000 piezas y 4.000 luces. Recrean las escenas previas al nacimiento del niño Jesús y a su natal Punín, en Chimborazo, que es el origen de su tradición de Navidad.
Roberto Yungán ha construido un pesebre gigante en su casa con más de 1.000 piezas y 4.000 luces. Guayaquil, 21 de diciembre de 2022.
Carolina Mella
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En el barrio La Fragata, al sur de Guayaquil, Roberto Yungán, junto a sus dos hijas y a su esposa, ha levantado un pesebre gigante que se ha convertido en un espacio de reunión para los habitantes del sector en época de Navidad.
“Jamás pensé que esta tradición que hacía desde niño con la familia iba a tomar estas dimensiones, cada año el pesebre es más grande, ocupa más espacio en la casa”, dice Roberto.
En su sala de 25 metros cuadrados ha levantado una tarima que la cubrió con papel reciclado y lo ha pintado y arrugado para simular las montañas que rodean el pesebre donde, según la religión Católica, nació Jesús.
El nacimiento tradicional que describe la Biblia se ha extendido con la imaginación de Roberto. Ha construido una réplica de la iglesia de su natal pueblo Punín, en la provincia de Chimborazo.
“Tenemos más de 1.000 figuras y lo sabemos porque están catalogadas”, y busca el código que está en la base de la pieza. “Todo está registrado en una base de datos de una página en Excel que han hecho mis hijas”, explica Roberto.
El pesebre navideño es una de las tradiciones más antiguas y queridas por los ecuatorianos.
A lo largo del tiempo se ha mantenido la costumbre de armar el pesebre como representación del nacimiento del niño Jesús y se adapta según la región de sus creadores.
Para Roberto y su familia tiene un gran simbolismo representar a su natal parroquia Punín.
"Cuando tenía 7 años y salía de la escuela, pasaba por la iglesia y veía cómo armaban el pesebre gigante, con cartones, ramas de eucalipto, cipreses y me gustaba ayudar. Con el tiempo se quedó en mí, hasta ahora que lo hacemos con mi familia”, asegura.
Roberto apaga todas las luces, reproduce un villancico en su tocadiscos de vinilo, y desde una consola de botones comienza a relatar la historia bíblica del pesebre.
En una esquina, donde hay un ángel gigante colgado del techo, se enciende la primera luz. “Es el momento de la anunciación de Gabriel a María”, relata.
La siguiente luz se enciende en la escena en la que María y José van camino a Belén y otra cuando llegan al pesebre y hay un niño en sus brazos.
Las luces se encienden en cada una de las figuras, casas, iglesias, hornos.
El agua corre por unos lagos, los relojes marcan la hora, las estrellas titilan en el techo, mientras los danzantes con trajes típicos que la familia ha ido recolectando por más de una década se llenan de colores con las 4.000 luces del pesebre.
Roberto enciende los juegos de un parque de diversiones y señala un carrusel rojo con blanco, con niños divirtiéndose sobre los caballos de madera mientras dan vuelta.
“Esta fue la primera pieza que compramos con mi esposa cuando nos casamos y empezamos la tradición juntos”, recuerda.
Le gusta que la gente se interese por ver el pesebre, que los niños se sorprendan con los detalles de las piezas y abre su casa a los visitantes.
“Hay que contagiar a la gente de las tradiciones, que parece que armar el pesebre ya no es de tanto interés de las personas, están muy enfocadas en comprar, aprovechar las ofertas navideñas y van relegando costumbres como estas", lamenta Roberto.
El 24 de diciembre abrirá las puertas de su casa; la novena terminará ahí con una banda de músicos y pondrán al niño Jesús en el pesebre.
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