La Florida en Quito: de la 'Pequeña Habana' a la 'Caracas Chiquita'
La avenida La Florida, en el norte de Quito, se ha convertido en un imán para el comercio, tras la llegada de extranjeros. Primero fueron los cubanos y ahora los venezolanos. Para ellos, el sector impulsa el crecimiento económico. Pero no todos están cómodos con su presencia.
El comercio prolifera en la avenida La Florida, situada en el norte de Quito.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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No es Miami ni tampoco Barcelona. Pero a esta avenida del norte quiteño la bautizaron como La Florida y tiene su propia capilla de la Sagrada Familia. No solo eso. En la última década, se ha convertido en el hogar de extranjeros y en un imán para el comercio popular.
No siempre fue así.
Son las 10:30 del jueves 9 de marzo. Hace frío. Bajo un arbusto, un hombre panzón está sentado en una silla plástica que parece de hule. Se come las uñas y mira atento por si llega algún cliente. Tiene un canguro y una mochila negra donde, aparentemente, guarda cajetillas de cigarrillos.
Cerca de él, hay un cartel que anuncia 'Wifi gratuito', pero no vale. Hay una unidad educativa para sordos; un parque bien mantenido con un letrero que dice: "Delincuente capturado, delincuente ajusticiado", y decenas de restaurantes que empiezan a desenrollar sus puertas.
Arranca el movimiento. Y se siente.
Unos entran a las tiendas, otros salen con bolsas llenas de lo que sea. El señor que cuida vehículos ocupa su espacio en la avenida. Y los vendedores de cigarrillos -son más de cinco- se apuestan en los parterres, donde han 'marcado territorio' con bancas vacías.
Uno de ellos, nacido en Venezuela y quien no revela su identidad, bromea con el nombre del sector. "Le habrán puesto La Florida porque, como en Estados Unidos, aquel estado acoge a muchísimos extranjeros", suelta entre risas.
Luego cuenta que es una zona tranquila. Y que el presidente del barrio es un militar.
La llegada de los cubanos
A unos metros de allí, en una calle transversal y lejos del bullicio, vive el presidente de La Florida, Ramiro Merizalde, un suboficial en servicio pasivo de la Armada del Ecuador.
Él recuerda que ese terreno era parte de la hacienda San Lorenzo. Posteriormente, nació la urbanización de aerotécnicos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), pues cerca de allí operaba el Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito.
En 1994 se constituyó la urbanización residencial La Florida, dice Merizalde. No era comercial, recalca. Pero dio un giro hacia 2010.
Cuando el Gobierno de Rafael Correa abrió las fronteras para los cubanos, muchos de ellos llegaron y se establecieron en aquel barrio. Lo llamaban la 'Pequeña Habana'. Proliferó el comercio informal y los dueños de casas iniciaron una transformación.
Construyeron locales en los patios o retiros -como los llama Merizalde-, y con eso se derrumbó el sueño de algunos residentes. Habían planificado abrir un bulevar en la avenida, incluso tenían USD 20 millones de presupuesto, pero nunca se concretó.
Mientras tanto, cada vez iban llegando más cubanos.
Había una explicación. Merizalde asegura que al estar cerca del aeropuerto, los extranjeros encontraron en aquel espacio comodidad y bienestar. El objetivo de muchos era comprar mercadería en el Ipiales y llevarla a Cuba -en costales llenos- donde la comercializaban.
En 2013, el aeropuerto se trasladó a la parroquia rural de Tababela. Y en 2017, la mayoría de cubanos se habían marchado de Quito. Ellos ahorraban y pronto emprendían un viaje hacia Florida, Estados Unidos.
Entonces, comenzaron a llegar venezolanos. Se volvió la 'Caracas Chiquita'.
Es una cadena humana
Son las 12:00. Llovizna.
En una boutique de la avenida atiende Lucy Ley, de 53 años. Dice que habla poco.
Dejó su casa, su auto y su carrera (era docente de Química) y viajó hace cinco años a Quito. Llegó a La Florida, porque un familiar ya se había instalado allí, por un amigo que también se había instalado allí, como si fuera una cadena humana.
Para ese momento, había una comunidad de venezolanos asentada en la zona. Durante la pandemia, muchos sufrieron un golpe. Pero estar rodeados de amigos y familiares sirvió para que todos se echaran una mano. También la Asociación Venezuela en Ecuador les dio alimentos y "prestó asistencia".
Lucy sabe que hay otros sectores que acogen a venezolanos, como Solanda, también bautizada como 'Venesolanda'. Sin embargo, ella asegura que no se iría de La Florida porque allí tiene acceso al sistema de transporte, hay trabajo y "la xenofobia está presente, pero no como antes", detalla la señora que -ahora- no para de hablar.
Explica que los ecuatorianos han comprendido que hay un "beneficio mutuo".
Es decir, hay extranjeros que rentan locales, que laboran para restaurantes o tiendas. "Si nosotros nos fuéramos, si la comunidad venezolana se fuera, a quién van a rentar", suelta con un gesto de seguridad. De valentía.
Los arriendos de locales en la zona, según el presidente Ramiro Merizalde, oscilan entre USD 500 y 1.000.
A una cuadra de la boutique está el restaurante Budare Grill.
El dueño es Gregorio Gamboa y tiene 29 años. Abrió el negocio en 2021, luego de hacer un estudio debido a la cantidad de venezolanos que hay allí. Supo que sería una buena estrategia vender comida de su tierra, sobre todo arepas, y cuyo lema es 'Tan criollo como en casa'.
Pero Gregorio no solo pensó en los venezolanos. También en los ecuatorianos, por eso el menú es mixto. Así, a la hora del almuerzo, llegan hasta los policías de la zona.
Además, da empleo a cuatro venezolanos. "Todos tenemos derecho a vivir bien", dice el propietario, quien asegura que si se va de La Florida sería de vacaciones. No más.
Levantar su emprendimiento le ha costado mucho esfuerzo. Desde que llegó a Ecuador, el 24 de diciembre de 2017, ha debido hacer de todo un poco, como dar clases de cheerleaders, vender frenos de carros, hacer mudanzas y comercializar muebles de baños.
"Sitio insigne"
Daniel Regalado, presidente de la Asociación Venezuela en Ecuador, dice que La Florida es un sitio insigne para los venezolanos. "Gracias a los caseros, que entienden la necesidad, han abierto espacios para vivir y hacer comercio", añade.
Eso ha activado -ratifica- un sector comercial inclusivo para extranjeros.
Aunque asegura que es imposible calcular cuántos venezolanos hay actualmente en la zona, Regalado sí afirma que el 80% de arriendos de vivienda y el 60% de locales son de extranjeros. Además, sostiene que este es el único sitio que se mantiene estable en cuanto a migración. Es decir, no se han marchado del barrio.
Elymar Farías tiene 34 años. Lleva siete en La Florida.
Su local de manicura y barbería se llama Salón VIP, donde da trabajo a ocho personas. Y aunque tiene clientes ecuatorianos, afirma que "las venezolanas son más vanidosas". Entonces, le va muy bien. Y por eso, para ella, este sector es sinónimo de crecimiento económico.
Y sus familiares y amigos permanecen allí.
Sin embargo, Ramiro Merizalde, presidente de La Florida, dijo que muchos se han ido desde años atrás porque entienden que "la vida en este país no está fácil". Según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), solo en 2021 más de 6.000 venezolanos dejaron Ecuador.
Inseguridad
No todos están cómodos con la presencia de extranjeros, sobre todo de venezolanos. Y lo dicen entre el susurro y la denuncia.
Pero también hay quienes se quejan abiertamente, como Luis Castro, un hombre que tiene un negocio donde arregla duchas, planchas, licuadoras. "Cuando estaban aquí los cubanos era más tranquilo. Los venezolanos hasta se enfrentan a la policía", lamenta el adulto mayor.
Él ha vivido más de 60 años en La Florida. Prácticamente, desde cuando era un niño, ya que su padre y su hermano eran militares, y, por lo tanto, pudieron adquirir un lote en aquella zona de los aerotécnicos de la FAE. Entonces, ha sido testigo de la evolución.
Pero no está contento. Unos meses atrás, delincuentes entraron a su local y se llevaron todo. Hasta los zapatos, dice Castro con tristeza.
Sin embargo, la Policía dice que no se han reportado denuncias en lo que va de 2023.
Galo Martínez, jefe subrogante del Circuito Aeropuerto, al que pertenece La Florida, explica que, como la zona es bastante comercial, realizan patrullajes periódicos. La Unidad de Policía Comunitaria (UPC) funciona e, incluso, hay botones de pánico y chats comunitarios.
Son 28 locales los que cuentan con el botón de pánico.
Pero sí deben lidiar con las ventas ambulantes, sobre todo, con aquellos que venden cigarrillos, asegura. Su sospecha es que algunos supuestamente venden droga.
Un sector que impulsa el crecimiento
Ramiro Merizalde, el presidente de La Florida, no concuerda con la versión de la Policía. Dice que hay asaltos en motos y por ello hay calles en las que los moradores han decidido poner cámaras y alarmas.
Los vecinos intentan frenar la inseguridad con obras.
Por ejemplo, construyeron una escalinata que sale a la avenida Occidental, donde antes era un punto crítico. Hay más. Hicieron una cancha sintética, colocaron máquinas para hacer ejercicio y repotenciaron la sede social a la que pertenecen unos 34 socios, enfatiza el presidente.
En La Florida hay más de 3.000 habitantes. Y la población flotante es de más de 2.000 personas diarias.
Esta sede se encuentra cerca de la capilla de la Sagrada Familia, que no será una réplica de la Sagrada Familia que hay en Barcelona, en España, pero que hace felices a los fieles que la visitan. "Es un barrio acogedor y tranquilo", insisten los residentes.
Será por eso que continúa siendo tan atractivo para los extranjeros.
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