El 'Niño Viajero' lleva a 100.000 personas a las calles de Cuenca
El Pase del Niño Viajero se ha convertido en la expresión cultural y religiosa más importante de Cuenca. Este sábado 24 de diciembre regresará a las calles tras dos años de pandemia.
Niños revestidos participan en el Pase del Niño Viajero el 24 de diciembre de 2019.
Xavier Caivinagua
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Sobre un vehículo policial adornado con flores blancas, rojas y amarillas, la estatua de un Niño Jesús se abre paso entre la multitud. El auto avanza por la calle Estévez de Toral, en el centro de Cuenca, custodiado por policías que llevan traje de gala.
Desde el público le lanzan pétalos de rosas, otros le extienden la mano en un intento de tocarlo. Le llueven los aplausos y los saludos de las autoridades.
No se trata de cualquier imagen. Es el Niño Viajero de Cuenca, una tradición religiosa que puede convocar a 100.000 personas a las calles en un día caluroso de Navidad. Así ocurrió aquel 24 de diciembre de 2019, el último 'Pase' antes de la pandemia.
Este 2022, el Niño Viajero volverá a salir a las calles y con él miles de cuencanos que ya anhelaban vivir la fiesta en la que se convierte la capital azuaya cada 24 de diciembre.
En los dos últimos años, solo hubo pequeñas caravanas por las restricciones de la pandemia.
Cómo nace la tradición
El Pase del Niño nació en 1961 como la expresión de fe de la familia de Rosa Palomeque, quien dio origen al nombre de la estatuilla cuando el entonces vicario de Cuenca lo llevó a un viaje a Tierra Santa.
A su regreso a la capital azuaya, la mujer exclamó: “Ya llegó el Viajero”, refiriéndose a la estatuilla de Jesús de 60 centímetros.
Su hija Rosa Pulla tomó el encargo de mantener la celebración y sus descendientes lo han cumplido. Una de ellas es su nieta Patricia Pulla. Su familia es la encargada de preparar la chicha que se entrega a los asistentes.
Los días previos al Pase, Patricia está al frente de la preparación de 10.000 litros de chicha de maíz.
Como si estuviese dirigiendo una orquesta, Patricia explica con sus manos cómo picar la piña, pide encender los grandes calderos, indica cuánto ishpingo (especia amazónica) usar o en qué momento colocar la canela.
Sus ojos brillan cuando habla del Niño Viajero: “Él está en mi corazón”, comenta. Y extiende una botella de chicha para invitar a la gente a ir al Pase del Niño.
Pero no solo la familia Pulla se prepara para el gran Pase. Cientos de familias del Austro se entusiasman con la celebración. Preparan bailes, compran telas para elaborar la vestimenta y decoran carros alegóricos.
El Pase del Niño involucra a muchos actores, que no siempre son visibles el día 24, como los artesanos que con mucha anticipación elaboran los trajes, las personas que adornan los caballos de los mayorales o los carros alegóricos, las monjas del Monasterio del Carmen que hacen los trajes del Niño y los organizadores, el Grupo Hermano Miguel.
También están los priostes y los padrinos. Cada año, la Policía y el Ejército se turnan el padrinazgo de la imagen. Este 2022 le tocará a los militares.
También serán padrinos los comerciantes del mercado 27 de Febrero y un grupo laico, el Juan XXIII.
Una fiesta para todos
Después de 61 años, el Pase del Niño ya no es solo una expresión religiosa. Se ha convertido en la gran fiesta de los cuencanos, creyentes o no.
El Pase del Niño lo tiene todo: niños vestidos de pastores, ángeles, cholas cuencanas, otavaleñas, mayoralas, gitanas y de vez en cuando algún superhéroe.
Tiene jovencitas revestidas de ángeles, diablo humas que bailan con la Catedral de fondo, niños con una vaca loca en sus hombros, extranjeros que disfrutan siendo un rey mago más, hombres que bailan a lo largo del día con un chancho hornado en los hombros.
Hay caballos cargados de golosinas, comida, dinero, juguetes; chanchos y pollos asados adornados con ajíes, banderitas y billetes. Llegan bandas de pueblo de las parroquias rurales, rockeros que entonan villancicos, grupos de música folclórica, teatreros y danzantes.
Cuando se les pregunta por qué participan, la mayoría responde que por un acto de fe. Pero también hay quienes van por el gusto de vivir una expresión cultural única en el país.
Un patrimonio vivo
Desde 2008, el Pase del Niño Viajero es Patrimonio Cultural Inmaterial de Ecuador. Ahí confluyen los rituales, las artes, la gastronomía, las tradiciones orales, según la ficha técnica de su nominación.
En los últimos años, esta celebración también ha sido un enganche para promover el turismo en la capital azuaya.
En las calles y los balcones de la calle Bolívar, por donde avanza el Pase del Niño, se puede ver a turistas de Guayaquil, Loja, Machala, y a extranjeros que miran con curiosidad la manifestación popular.
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