Pandemia en Guayaquil: más de 100 días de espera para un funeral
La familia de Félix Merchán recibió su cadáver este 16 de julio de 2020 casi cuatro meses después de su muerte.
PRIMICIAS
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Hasta el 16 de julio de 2020 han pasado más de 100 días desde el 4 de abril, día en que Guayaquil registró el pico de fallecidos.
Cuatro familias tuvieron que esperar todo este tiempo para poder enterrar a sus familiares que murieron por aquellos días. Otras siguen esperando.
En la Unidad de Criminalística de la Policía Judicial, al noroeste de la ciudad, están los contenedores que en marzo y abril sirvieron como morgues improvisadas. Allí aún quedan casi 100 cuerpos de los que se desconoce su identidad.
Eran 200 los que estaban en esa condición, pero paulatinamente se ha avanzado en las tareas de reconocimiento.
En los momentos más críticos de la pandemia la cantidad de muertos fue tal que los cadáveres pasaban días en la calle antes de ser recogidos. Por eso, el Gobierno creó una fuerza de tarea conjunta para levantar los cuerpos.
Al frente de ese equipo estuvo Jorge Wated, hoy presidente del consejo directivo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Durante un mes ese grupo levantó y enterró 1.900 cadáveres.
Pero 200 se quedaron en los contenedores por falta de datos. La Fiscalía investiga una presunta negligencia en el manejo de los cuerpos, pero aún no hay conclusiones.
“No se respetaron los protocolos, no se realizó la inhumación en los tiempos debidos, no se garantizó la dignidad humana”, señala Mirelly Icaza, delegada en Guayas de la Defensoría del Pueblo.
Esta entidad representa a 35 familias cuyos fallecidos estaban extraviados. Juntas presentaron una acción de protección que ganaron y lograron que se declare la vulneración de derechos.
El juez ordenó la entrega de aquellos cuerpos ya identificados y acelerar los trabajos con los que aún no tienen ese estatus.
Largo proceso
De ese grupo ya se identificaron 20 y la entrega comenzó el lunes 13 de julio de 2020. Mercedes Coronel, docente de Derecho y Criminalística de Ecotec, explica que es una tarea compleja.
“El reconocimiento de cadáveres aquí es visual primero y dactilar luego, en base a las huellas que están en el Registro Civil”, señala la experta.
El problema es que ambos procedimientos en el caso actual es imposible por el avanzado estado de descomposición.
Entonces hay que tomar una prueba de ADN, pero los técnicos deben buscar en el cadáver rastros de sangre o tejido que aún esté vivo. Esa es la mejor muestra para el examen.
Coronel indica que en el país no existe la tecnología para cotejar ADN vivo con uno muerto. Así que probablemente la muestra se envía a Colombia, como se hizo con el equipo periodístico secuestrado y asesinado en la frontera norte en 2018.
En Ecuador se pueden hacer pruebas de ADN para verificar paternidad, entre dos personas vivas. “Cuando se hace de padre e hijo nunca sale coincidencia del 100%, sino 99% o 98%. En el caso de personas fallecidas el porcentaje es mucho menor”, dice Coronel.
Aún está pendiente la ejecución de la sentencia a favor de los familiares. El juez ordenó que reciban por un año atención psicológica y una disculpa pública en máximo 10 días.
Ninguna de esas órdenes se han cumplido. Icaza asegura que aunque el fallo se apeló, esto no exime de su cumplimiento, por lo que las autoridades que no acaten podrían ser destituidas.
La espera sigue; todos los días en los exteriores de Criminalística se agolpan los familiares para recibir los cuerpos. PRIMICIAS habló con tres de ellos.
Cuatro días de espera
Carolina Solís esperó durante cuatro días para que Criminalística recoja el cadáver de su padre, Uber. Falleció el 29 de marzo con un diagnóstico confirmado de Covid-19.
Nunca más lo volvió a ver hasta que el 16 de junio la llamaron para decirle que el cuerpo estaba en Criminalística. Exactamente un mes después pudo retirarlo.
“Cuando murió llamábamos al 911 y no daban razón, lo mismo al 171. Los vecinos querían quemar a mi papá”, recuerda esta estudiante de 16 años.
La ira de los vecinos hizo que fueran al UPC más cercano de su casa. En el trayecto pasó una camioneta de criminalística y detuvieron su paso.
“Mi hermano tuvo que él mismo colocar el cuerpo en el vehículo porque ellos no quisieron tomarlo”, lamenta. Ahora siente alivio por haber ubicado el cadáver de su padre pero no deja de llorar cuando recuerda lo que pasó.
Dos hermanos muertos
Agustín Solórzano perdió a dos hermanos en la pandemia, uno confirmado con Covid-19, mientras que del otro le dijeron “falla respiratoria”.
El primero en irse fue Washington. Mientras estaba internado en el hospital Los Ceibos fue trasladado a otra casa de salud, pero en Babahoyo, donde falleció.
La familia sufrió una odisea para traer el cuerpo a Guayaquil; tuvieron que alquilar un tráiler. A los pocos días falleció en su casa, en el Guasmo sur, su otro hermano, Denis.
En este caso el calvario fue peor. A los dos días se lo llevaron al contenedor que estaba en el hospital del Guasmo y de ahí nunca más supo su paradero.
El caso viral del mueble quemado
El caso de René Estrella lo conoce casi todo el país. Su tío, Freddy Alvarado, falleció con síntomas de Covid-19 el 27 de marzo.
El cuerpo permaneció cinco días en casa e inundó de pestilencia todo el barrio, en el suburbio de Guayaquil. Para mitigar el olor, la familia quemó el mueble donde reposaba el cuerpo.
Vecinos filmaron la escena que se viralizó en redes sociales como si estaban quemando un cuerpo en la calle. “No fue así, pero sí el mueble, yo mismo embalé dos veces el cadáver porque la primera envoltura no resistió", cuenta.
“Teníamos muchísimo miedo, los vecinos también llamaban pero nadie respondía. Nos quedamos traumados, no volvimos más a esa casa”.
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