La pandemia empuja el uso de bicicletas y monopatines; las ciudades aprovechan el impulso
Durante los primeros tres meses de la emergencia sanitaria de covid-19 el uso de la bicicleta en Quito creció 600%, según la Secretaría de Movilidad.
Dos personas circulan en bicicleta en Cuenca, el 30 de mayo de 2020.
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Por el cambio de fase durante la emergencia sanitaria de covid-19, las personas en Ecuador han comenzado a salir de sus hogares para reactivar la producción y el comercio.
Eso a su vez ha significado la necesidad de los ciudadanos de trasladarse, pero ¿cómo hacerlo si el transporte público es uno de los principales focos de contagio y no todos tienen vehículo propio?
Una solución rápida ha sido el uso de bicicletas y monopatines, que son los medios de transporte más seguros para evitar contagios, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En el país el uso de la bicicleta en el contexto de la pandemia se ha incrementado. Sólo en Quito el aumento es del 600%, sostiene Fernando de la Torre, director de Modos de Transporte Sostenibles de la Secretaría de Movilidad de Quito.
Un negocio eléctrico
Hasta antes de la pandemia el 70% de los quiteños se movilizaba en transporte público, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). La suspensión de ese servicio durante la pandemia hizo que las personas buscaran opciones de dos ruedas.
"Entre marzo y abril experimentamos una caída de la demanda por la paralización de las actividades. Pero, cuando se empezaron a flexibilizar las medidas vimos un incremento de las ventas de hasta el 50%, en relación a la época previa al confinamiento", dice Miguel Mesías, gerente de marketing de Electrobike, una empresa de de soluciones de movilidad.
La venta de bicicletas y monopatines eléctricos es parte del negocio de esta franquicia, que empezó a trabajar en el país en diciembre de 2016.
En ciudades como Quito, con pendientes, los monopatines y las bicicletas eléctricas son los medios de transporte que cada vez ganan más mercado. Esto se debe a que tienen un motor que asiste a las personas en pendientes y distancias largas.
"Los pedales tienen un sensor de asistencia que identifica cuándo la persona necesita impulso", explica Mesías, quien agrega que sus clientes van desde universitarios hasta adultos mayores.
En los últimos meses la demanda de bicicletas y monopatines eléctricos también se ha elevado en Guayaquil, aunque en menor medida, dice Mesías.
Los precios de las bicicletas eléctricas, que llegan hasta 50 kilómetros por hora y cuya batería tiene una autonomía de tres horas, van desde USD 600 hasta USD 1.800.
En cambio, los monopatines eléctricos, que pueden alcanzar entre 20 y 50 kilómetros por hora, tienen precios que van desde USD 350 hasta USD 1.600.
Nuevos servicios
La aplicación HOP Scooter, una de las tres que alquilan monopatines eléctricos en Quito, tiene planes de de crecimiento en medio de la crisis.
"Desde que se reactivó la ciudad, el 3 de junio, registramos un aumento de 500 usuarios", dice Alfonso Celi, CEO de iLemental, empresa encargada dela aplicación.
Además, durante uno de los meses de confinamiento la empresa realizó un plan piloto para que los repartidores de una aplicación de entrega a domicilio usen este medio de transporte en sus entregas.
"Por los resultados que obtuvimos vamos a implementar este servicio en los próximos meses", afirma Celi.
La aplicación, que empezó a funcionar en diciembre de 2019 con 75 monopatines, ahora tiene 250 unidades. Las áreas de cobertura del servicio también se han ampliado.
"Al inicio teníamos una cobertura de 1,5 kilómetros cuadrados y ahora llegamos a 7,5 kilómetros cuadrados", afirma Celi.
Lo que también ha cambiado es la tarifa, ahora el precio por un minuto es de USD 0,50 y cada minuto adiciona USD 0,15.
Por el momento la aplicación funciona solo en Quito, pero esperan arrancar operaciones en una o dos ciudades más.
Ciudades más amigables
El incremento del uso de medios de transporte alternativos, así como la prevención de contagios, han llevado a las autoridades a tomar acciones sobre el uso bicicletas y monopatines.
Por ejemplo, el 2 de junio de 2020, la Prefectura de Azuay retomó su proyecto de movilidad alternativa con bicicletas hechas de bambú. Ese día se anunció que 400 bicicletas hechas de ese material y 500 impulsadas por motor eléctrico se pondrán a disposición de los azuayos.
Cuenca tiene, además, desde marzo de 2019 un sistema municipal de bicicleta pública con 240 bicicletas y 20 estaciones distribuidas en toda la ciudad. El sistema funciona mediante una aplicación móvil y tarjetas de proximidad.
Además tiene distintos tipos de tarifa: viaje sencillo, membresía trimestral y anual y uso turístico.
En el caso de Quito, el 8 de junio empezó a funcionar la ciclovía emergente, que se extiende cinco kilómetros desde la Estación Multimodal El Labrador hasta el Ministerio de Agricultura, en el norte de la ciudad.
"No es el único tramo que vamos a activar", explica De la Torre, quien agrega que "por la emergencia surgen estos corredores, pero la idea es que se mantengan en el tiempo".
El objetivo de la Secretaría de Movilidad es activar paulatinamente una serie de tramos hasta llegar a 120 kilómetros, es decir que habrá un aumento de 62,5 kilómetros frente a lo existente en la actualidad.
De la Torre reconoce que la pandemia ha acelerado el uso de la bicicleta. "Siempre ha habido mucha resistencia porque el usuario de vehículo particular se ha sentido dueño de la vía", dice.
En ese contexto, el Municipio ha decidido que la implementación de infraestructura que permita el desplazamiento en bicicleta será una política pública. Lo que no será fácil.
Por ahora las autoridades están trabajando para:
- Publicar un manual del ciclista, junto a la Secretaría de Comunicación de la Presidencia.
- Incrementar el número de parqueaderos para bicicletas, en alianza con el sector privado.
- Crear 180 estacionamientos de corta estancia en la ciudad.
- Mejorar el sistema de bicicleta pública, es decir llegar a 800 unidades y automatizar el sistema.
"La bicicleta pública tiene un efecto de demanda inducida. Cuando las personas ven un espacio ocupado, se sobreentiende que es seguro, que está habilitado, y por lo tanto se animan a usarlo", concluye De la Torre.
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