Una ola de femicidios en Azuay despierta la indignación y activa protestas
En mayo ocurrieron cinco femicidios en Azuay. Los crímenes han despertado preocupación e indignación ciudadana obligaron a la Mesa Cantonal para la Erradicación de la Violencia a la Mujer a declarar a Cuenca en emergencia.
Estudiantes universitarias hicieron un plantón tras el femicidio de Tania el 8 de junio. El agresor era su compañero de clases.
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La noche del 30 de mayo, mientras un grupo de activistas pintaba en el puente Vivas nos Queremos, los nombres de más de 1.100 mujeres que han sido asesinadas en Ecuador desde el 2014, una familia buscaba a Tania Priscila, de 32 años y madre de dos hijos.
En el puente que conecta al Centro Histórico de Cuenca con la parte moderna de la ciudad, había dolor e indignación. Mayo se había convertido en un mes trágico para las mujeres azuayas: en 25 días fueron asesinadas María, Eliana, Julissa y Glenda.
Tres días después de esa exhibición de malestar e indignación, Tania Priscila se sumó a la lista de víctimas de femicidio. Su cuerpo estaba enterrado en una quebrada de la parroquia de Ricaurte, en el norte de Cuenca.
El fiscal del Azuay, Leonardo Amoroso, dijo que el presunto femicida fue el cuñado de la víctima, un estudiante de veterinaria de 28 años, que actualmente cumple prisión preventiva.
El sospechoso fue a clases tras cometer el crimen
La mañana del 30 de mayo, Rafael I. agredió a la joven con un martillo en la cabeza y escondió el cadáver en una maleta. Le pidió a un amigo que le haga una carrera, pues tenía que deshacerse de unos animales que había cercenado con fines académicos.
Con el cuerpo en el maletero del auto, los dos jóvenes acudieron a clases y luego de varias horas se dirigieron al sector de Molinopamba, en Ricaurte, donde el presunto femicida arrojó el cadáver.
Durante las investigaciones por la desaparición de Tania, unos vecinos contaron que el 30 de mayo escucharon gritos y luego vieron un auto rojo. La Policía localizó al propietario del vehículo, quien confesó dónde habían arrojado la maleta.
Los detalles del crimen estremecieron a las estudiantes del campus que no tardaron en protestar. En los patios de la Universidad de Cuenca. La protesta planteaba también dar apoyo emocional a las compañeras del presunto agresor y en rechazo a los crímenes ocurridos.
“Nos preocupa la violencia, estamos indignadas, estamos molestas”, expresó una de las estudiantes que participó en el plantón, en donde también se escuchaba: “Basta de acosos, basta de asesinatos”.
La universidad también condenó el crimen y activó los protocolos de atención psicológica para quienes compartían el aula con el acusado.
“Nuestra institución rechaza categóricamente lo acontecido, así como toda forma de violencia y espera de las instituciones de justicia el máximo rigor en estos casos que demuestran la vulnerabilidad y la violencia que somete a las mujeres”, dice un comunicado firmado por la rectora María Augusta Hermida.
Un padre busca justicia para Eliana
A Eliana, una niña de cinco años, la pareja de su madre le quitó la vida el 7 de mayo. Desde ese día, Jonathan Tamay, padre de la niña, clama justicia con plantones semanales en el Centro Histórico de Cuenca o en los exteriores del Complejo Judicial.
“Justicia para Eli”, “Ni una niña más asesinada”, “Los niños no se tocan” son parte de las consignas que los familiares en cada plantón.
En medio del dolor por la pérdida, Tamay ha iniciado una lucha para que la muerte de su hija no quede en la impunidad, pero también para ayudar a que hechos como este no se repitan.
El acusado del crimen está con prisión preventiva y la madre de la niña, quien también es investigada por este caso, tiene medidas sustitutivas. La Fiscalía informó que el presunto agresor ya tenía una denuncia anterior por maltratar a un niño de siete años.
Crímenes que quedan en la impunidad
Pero no todos los casos reciben la misma atención. En Gualaceo, la investigación del crimen de Glenda, una mujer de 22 años que dejó un niño en la orfandad, no avanza, según denunció el Consejo Cantonal de Protección de Derechos.
“Todas las vidas valen por igual y les pido que me ayuden a hacer justicia. No saben el terror que tengo ahora”, contó la madre de Glenda.
Su abogado, Carlos Serrano, denunció que, tras cumplirse la fecha límite para obtener una respuesta de la Dinased con las primeras investigaciones, esta no ha llegado. El abogado pide acelerar las investigaciones y encontrar al responsable.
Emergencia por femicidios
Entre enero y mayo de 2022, en Azuay han ocurrido seis femicidios, según los datos presentados en Cuenca el jueves 9 de junio por la Alianza Feminista para el mapeo de los femicidios en el Ecuador. Con el de Tania, que está registrado en junio, suman siete.
La cifra ya supera a la de todo el 2021, cuando se registraron cinco, según el mapa que es elaborado por diferentes organizaciones sociales.
Entre las últimas víctimas hay una niña de cinco años. Las demás tenían entre 22 y 38 años. Tres de los agresores fueron las parejas o exparejas de las víctimas.
Esta reciente ola de femicidios obligó a la Mesa Cantonal para la erradicación de la violencia contra las mujeres a sesionar de forma extraordinaria el miércoles 8 de junio y declarar a Cuenca en emergencia por la violencia machista, con el fin de emprender acciones urgentes.
La Mesa Cantonal se mantendrá en sesión permanente y se reunirá todos los miércoles. Su directora, Gabriela Brito, solicitó a las instituciones competentes en materia de protección de derechos a las mujeres que comparezcan para presentar acciones y resultados.
Un puente en memoria de las víctimas
Los nombres de María, Eliana, Julissa, Glenda y Tania quedarán grabados con pintura violeta en el puente Vivas nos Queremos, cuyo nombre original es Mariano Moreno, pero fue rebautizado en 2020 en memoria de las víctimas de la violencia.
Este puente es, además, una forma de protesta permanente que han encontrado las mujeres cuencanas, en el que confluyen la rabia, la impotencia y el deseo de mantenerse vivas.
“En la última acción que tuvimos salió la rabia, la impotencia, la sensación de impunidad constante que tenemos las mujeres”, contó la activista Soledad Espinoza en un espacio de diálogo organizado por el programa Sin etiquetas, que trabaja en temas de derechos humanos.
El miedo es una constante, dice Espinoza: “el miedo de que el próximo nombre sea el de una de nosotras, de una de nuestras compañeras, amigas o hermanas”.
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