Niños jinetes desafían la altura en la "Llamingada" para defender los humedales
Desde el amanecer y en medio del frío característico de los páramos de Ecuador, una veintena de niños se alistan para demostrar sus destrezas como jinetes en una singular carrera de llamas.
Uno de los jinetes de llama durante la competencia en los páramos de Cotopaxi.
Ministerio del Ambiente
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Dayana Toapanta, una de las competidoras más experimentadas en la "Llamingada", decidió regresar este año luego de recuperarse de una dura caída durante una de las tantas carreras de las que participó a sus 10 años.
"Me da mucha emoción y mi corazón dice que puedo o no ganar. Tengo mucha felicidad porque este llamingo es muy educado"
Dayana Toapanta, ganadora
Antes de la carrera, Toapanta adornó con cintas verdes al animal en la comunidad de Sacha, en la provincia de Cotopaxi, al sur de Quito.
Las llamas, propias de los páramos andinos y que pueden vivir hasta 15 años, son apreciadas por los indígenas debido a la facilidad para su crianza y porque constituyen un excelente y económico medio de transporte de sus productos desde las montañas hasta la carretera.
Para la autoridad ambiental, estos camélidos son un aliado en la conservación de los humedales y los páramos por las características de sus patas, por lo que impulsan en las comunidades su crianza y reproducción.
"La llama tiene un menor impacto ambiental porque su pata tiene una forma de almohadilla y esto no afecta la compactación de la tierra en el páramo, a diferencia del ganado, que daña el ecosistema", explicó Diego Bastidas, director zonal del Ministerio del Ambiente.
La 'Llamingada' se realiza cada año en el Parque Llanganates, uno de los humedales más importantes del planeta -que abarca unas 220.000 hectáreas-, para concienciar a las comunidades indígenas sobre la importancia de su cuidado.
Conexión especial
Los primeros rayos del sol iluminan las montañas y los jinetes, de entre 4 y 12 años, equipados con ponchos y zamarros (pantalones abrigados para cabalgar), comienzan a concentrarse en la Laguna de Anteojos, escenario natural de la tradicional competencia a unos 4.000 metros de altura.
Cada niño llega acompañado de su llama, a la que han bautizado con un nombre especial.
Desde que el animal llega a una casa en la comunidad, los niños son los encargados de cuidarlos y domesticarlos para el duro trabajo en el campo y las competencias (la llamingada). Esto crea una conexión especial, según los guardaparques que realizan trabajo comunitario en la zona.
"Jaimito me hace feliz, pero Pichirilo (su otra llama) me da problemas porque es malcriado", aseguró Toapanta, quien comparte sus tareas entre el estudio, el cuidado de sus cuatro llamas y el sueño de ser abogada.
El Parque Llanganates alberga unas 300 lagunas y bosques de neblina. En 2008 fue declarado como sitio Ramsar por su importancia como hábitat de aves acuáticas.
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