La frustración golpea a los niños superinteligentes
Gabriel Carrión es uno de los niños con altas capacidades intelectuales.
Jonathan Machado / Primicias
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Gabriel aprendió a leer cuando apenas tenía tres años. Un año más tarde sabía sumar, restar y recitar las capitales de algunos países de Sudamérica.
Su madre, Karol Chamba, dice que el niño mostró interés por los libros desde que tenía dos años. Por eso su psicólogo recomendó que le realice un examen para medir su coeficiente intelectual.
Después de conversar con su esposo, Ricardo Carrión, aceptaron la recomendación del médico.
Un examen de más de dos horas en un instituto privado mostró que Gabriel tenía un coeficiente intelectual de 138 puntos, que se enmarca en la categoría 'moderadamente dotado', de acuerdo con diferentes exámenes internacionales.
El puntaje de una persona común oscila entre 90 y 114 puntos.
Con el pasar del tiempo, Gabriel demostró que tenía mayores capacidades que sus compañeros de aula. A los cinco años conocía las capitales de la mayoría de países del mundo, armaba rompecabezas en poco tiempo, resolvía ejercicios matemáticos más complejos y leía un libro por semana.
Chamba dice que a pesar de sentir orgullo y admiración por su hijo, no todo es como parece.
"Gabriel ha sido víctima de bullying en su escuela porque algunos profesores y compañeros creen que padece alguna discapacidad", se lamenta.
A esto suma que la institución educativa a la que asiste tampoco cuenta con un programa que potencie sus habilidades. Gabriel permanece en tercer año de educación básica, aunque su coeficiente intelectual determina que puede estudiar en cuarto y hasta quinto año.
Por este problema también atraviesa Nicolás Correa, quien tiene un coeficiente intelectual de 136 puntos.
A sus ocho años cursa el cuarto año de básica, dos niveles menos de lo que determinan sus capacidades intelectuales.
Su padre, Patricio Correa, dice que en las instituciones públicas no hay una política que incentive a los niños con altas capacidades para que desarrollen su potencial.
Según el Acuerdo Ministerial 00080-A del Ministerio de Educación, el Estado debe "prestar una atención adecuada a los estudiantes con dotación superior".
Además, tiene la obligación de "ofrecer una educación de calidad que tome en cuenta las capacidades naturales, talentos o aptitudes de los estudiantes, así como también, sus capacidades desarrolladas o destrezas".
El exministro de Educación, Milton Luna, reconoce que el Estado no garantiza una educación de calidad a los niños con altas capacidades intelectuales. "Estamos atrapados en un sistema homogeneizante en el que no se distinguen ni potencian las diferentes capacidades de los estudiantes", dice.
Para Luna, este problema radica en la poca inversión que las autoridades destinan al sistema educativo. "Es importante no desatender a estos niños para evitar que sus talentos se pierdan en el camino".
Ejercicios más complejos para los niños
Fabiana Garzozi, directora del Centro Ecuatoriano para el Desarrollo del Alto Potencial (Cedap), cree que los niños con altas capacidades intelectuales deben permanecer en un aula con niños de su misma edad.
"Para potenciar sus capacidades se deben complejizar los ejercicios o deberes que se les asigna", agrega. El objetivo, explica, es mantenerlos en un ambiente acorde a su edad, pero sin descuidar su nivel intelectual.
El psicólogo Alberto Méndez, en cambio, dice que si un niño es apto para estudiar en un curso superior hay que analizar el caso particular. "De esta forma se puede determinar si es o no beneficioso para su desarrollo integral".
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