El pesebre del Carmen Alto acoge peculiares figuras de músicos y enfermos
En el Museo del Carmen Alto de Quito, por primera vez se expone el antiguo Belén con una temática sonora. Investigadores han hallado figuras de danzantes y algunas que representaban a las enfermedades del siglo 18 y 19.
El Belén del Monasterio del Carmen Alto. Quito, 22 de diciembre de 2022
Fundación Museos de la Ciudad
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Un hombre negro sostiene un arpa; una mujer indígena toca la guitarra; un gordo con los cachetes rojizos presume una gran papada. Estos personajes forman parte del pesebre del Museo del Carmen Alto, en el centro de Quito, cuya historia se remonta hacia el siglo 18.
Quienes custodiaban celosamente estas piezas, que suman 300 y que incluyen a la Virgen María, José y al Niño Jesús, eran las hermanas carmelitas en el Monasterio del Carmen Alto. Pero hace nueve años las entregaron a la Fundación Museos de la Ciudad.
En esta colección, los investigadores hallaron figuras muy particulares. Pero ¿qué representan estos personajes en un antiguo Belén quiteño?
Michelle Andrade, investigadora del museo, relata que en el siglo 17 se empezaron a construir pesebres con muchísimas piezas y elementos que formaban escenas bíblicas, como la huida a Egipto, la llegada de los Reyes Magos o el propio nacimiento de Jesús.
Pero los belenes quiteños tenían una peculiaridad, asegura la experta. No solo exponían representaciones de las historias de la Biblia, sino también escenas cotidianas. "De la vida diaria de las personas", resume.
Las investigaciones del pesebre
Hay personajes de diferentes clases sociales y etnias (mestizos, indígenas, negros y blancos).
Andrade dice que se hicieron investigaciones. Pocas. Pero se conoce que en los pesebres había figurillas que encarnaban a los enfermos de la época.
"Por ejemplo, el señor de la papada probablemente tenía bocio (aumento del tamaño de las glándulas tiroides). Hay jorobados. Y también hubo gente que los hacía ciegos", añade.
Pero no solo eso.
En el proceso de investigación que se hizo en el Museo del Carmen Alto, revisaron las piezas y hallaron otra singularidad. "Este Belén cuenta con un montón de representaciones de músicos y danzantes, también de distintas etnias", señala Andrade.
Es por esa razón que este año, por primera vez, exponen el pesebre con una temática de sonoridad. Se llama 'Al Son de la Navidad'.
Entre estas figurillas se encuentran representaciones de músicos indígenas, mestizos, criollos y afros, lo que supone que, durante la Colonia y buena parte de la República, la época navideña suscitaba más de una sonoridad.
Andrade pregunta: "¿Alguna vez has pensado en qué sonido tiene el pesebre? ¿Qué sonaba cuando nació Jesús? ¿Qué decía la Virgen María?". Probablemente no. En su mayoría, los pesebres son mudos. Rara vez están acompañados de melodías breves, mugidos o rebuznos.
Pero en esta muestra, el museo hace un recorrido por la historia de los villancicos y los arrullos para sostener la teoría de por qué el nacimiento del Carmen Alto tiene a músicos y danzantes. No todos están exhibidos.
La investigadora dice que apenas 50 piezas están detrás de las vitrinas, en la sala temporal del lugar, que antes era una parte del convento de las carmelitas. Las demás figuras, que son de los siglos 18 y 19, están protegidas y con sellos de seguridad en el área de reserva.
Y no es para menos. Según Andrade, pueden costar desde USD 500 hasta USD 20.000 cada una, dependiendo del tamaño. La Virgen María y José son las más grandes.
"A veces, por las noches, las monjas recorren estos espacios (...) tenemos obras que las madres las usan para ciertos eventos especiales".
Los villancicos
Tras la conquista, hubo un proceso de mestizaje cultural, que incluyó lo sonoro.
Los villancicos provienen de la palabra villanos, que significa habitante de una villa en Europa. Estas canciones eran populares y se utilizaban para contar situaciones cotidianas. En la mitad del siglo 18, se usaron para definir composiciones poéticas musicales.
Era un género profano y no fue hasta el reinado de Felipe de España II cuando se emplearon los villancicos en ritos de la Iglesia Católica.
En los Andes, se adaptaron a los contextos locales. Usaron pingullos, arpas, flautas y asumieron tonalidades distintas. En la zona sur del país, en Azuay y Loja, los conocen como tonos de niño. En Imbabura son aguinaldos. Y en Manabí los llaman chigualos.
En el museo se pueden escuchar villancicos inéditos en la sala donde está el pesebre. Hay otros más conocidos, como 'No sé niño hermoso', de Los Pibes Trujillo. También Jagua Pachamanta, canto tradicional de Chimborazo en el que la mitad está en quichua.
Por otro lado, están los arrullos. Dice Andrade que son cantos de la zona del Chimborazo, Imbabura y Esmeraldas, sobre todo, de comunidades afros.
La población afro aprendió a tocar instrumentos europeos durante la Colonia, pero la Iglesia arremetió contra las sonoridades propias del África, como la marimba, tambores y danza.
Las prohibiciones y las formas de adoctrinamiento llevaron a que los repertorios y cantos fueran excluidos de los oficiales; pero, a pesar de ello, la resistencia ejercida por estas comunidades generó la persistencia de sonidos y coplas.
Hoy, esas figuras tienen su espacio en uno de los belenes más antiguos y grandes de Quito. Los autores de las esculturas son anónimos, afirma la investigadora Andrade, ya que antes estos objetos no eran artísticos, sino sagrados.
Al igual que la ropa que llevan. Algunos son textiles bordados. Posiblemente, los hacían las madres. Quién sabe. "Estos nacimientos son muy enigmáticos", concluye.
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