Cambio de prioridades: cada vez más ecuatorianos aplazan la hora del matrimonio
Pocos indicadores sociales reflejan con más claridad los cambios en una sociedad como la predisposición que tienen los ciudadanos para casarse o divorciarse. En el caso ecuatoriano, las cifras muestran que las parejas esperan más para casarse y están más dispuestas a divorciarse.
Imagen de archivo de una ceremonia conjunta de bodas civiles celebrada en una de las agencias del Registro Civil.
Registro Civil, Flickr
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Cada año se registran menos matrimonios en Ecuador. Si en 2008 se casaron 76.354 personas, en 2018 la cifra cayó a 60.849, esto significa un descenso del 20% durante la última década, según un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
El estudio también dice que diciembre, agosto y marzo son los meses preferidos por los ecuatorianos para casarse.
Mientras el número de matrimonios disminuyó, la edad promedio de los contrayentes aumentó: en 2008 fue de 29,4 años para los hombres y de 26,2 para las mujeres; mientras que en 2018 pasó a 33,3 y 30,2, respectivamente.
¿De qué hablan estas cifras?
La socióloga Andrea Merizalde explica con dos causas este cambio que se ha producido en la sociedad.
Por un lado cree que el matrimonio ya no responde a un objetivo de vida como ocurría en el pasado, en donde se creía que formar una familia y tener hijos era lo más importante.
Además, las personas prefieren viajar o prepararse académicamente para alcanzar independencia financiera.
Divorcios en aumento
Con los divorcios la tendencia es diferente: el número ha aumentado un 33,3% entre 2008 y 2018; en 2008 hubo 17.111 casos, mientras y el año pasado 25.670 divorcios.
Las principales causas, fueron el consentimiento mutuo y el abandono injustificado de cualquiera de los cónyuges, según el INEC.
Cristina no es parte de la estadística. Ella se casó a los 20 años tras quedar embarazada de sus novio; sus padres la obligaron a casarse y a los 18 meses se divorció.
"Un matrimonio forzado está condenado a fracasar porque las peleas son recurrentes y las dos personas se lastiman mutuamente", dice.
Cuatro años después volvió a casarse, esta vez voluntariamente.
Al pastor evangélico Antonio Landázuri le causa tristeza que las personas no crean en el matrimonio como una opción de vida. "Es una institución que permite que dos personas extrañas se conozcan, amen y ayuden a construir una familia y un futuro juntos".
La socióloga Merizalde dice que no hay que asustarse con las transformaciones sociales que se han registrado en los últimos años.
Para ella, se trata de entender que las personas cambian y tienen nuevas formas de ver la vida y las relaciones personales con su entorno.
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