Pasaje Solano, el barrio quiteño que se llevó la peor parte de las protestas
Los alrededores de la Casa de la Cultura en Quito fueron el centro de los enfrentamientos entre manifestantes y policías durante el paro de junio. Moradores y dueños de negocios limpian los escombros.
Moradores del pasaje Solano, durante las movilizaciones indígenas, el 24 de junio de 2022.
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Los moradores que viven en los alrededores de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en el centro norte de Quito, no recuerdan manifestaciones tan violentas como las de junio de 2022.
El mes pasado, Ecuador afrontó 18 días de paro nacional, convocado por la dirigencia indígena de la Conaie. Parte de esa protesta se centró en Quito, hasta donde llegaron miles de manifestantes de la Sierra Centro y su centro de operaciones fue el parque El Arbolito, ubicado en esa misma zona.
Los días más complejos, recuerda Rafael Herrera, quien vive en el pasaje Solano desde hace 50 años, fueron el 23 y el 24 de junio, cuando los enfrentamientos entre manifestantes y policías llegaron hasta la puerta de su casa.
"Fueron momentos de terror. Los indígenas atacaban con palos, piedras y armas artesanales y la Policía lo hacía con bombas lacrimógenas. Aún hay restos de las bombas que llegaron hasta el patio", agrega Herrera.
Escondido detrás de las cortinas de su dormitorio, Herrera vio cómo los manifestantes arrancaban adoquines para armar barricadas, mientras los vehículos antimotines de la Policía lanzaban gases y chorros de agua para controlar los disturbios.
"Ni siquiera en las protestas de octubre de 2019 se vio un nivel de violencia tan alto", dice.
El gas y el hollín que inundaron el ambiente durante esos días aún se siente en el interior de las viviendas del sector. En los exteriores todavía hay piedras que fueron utilizadas por quienes protestaban.
Herrera dice que en los próximos días, los habitantes del pasaje Solano realizarán una minga para arreglar las veredas y plantar nuevos árboles, pues mucho fueron destruidos durante las movilizaciones.
Todo era gritos, insultos y caos
A pocos metros de ahí está la calle Nicolás Jiménez. Las viviendas y edificaciones que se levantan en esta zona también sufrieron daños.
Una de ellas es la que arrienda Javier Noriega desde hace seis meses. Dice que durante el paro, vándalos entraron a la planta baja del inmueble y se llevaron mesas, muebles y sillas que tenía para una cafetería que pretendía inaugurar este año.
"En el patio delantero de la casa hicieron fogatas y rompieron una tubería. Calculo que las pérdidas llegan a unos USD 3.000", comenta.
Noriega dice que los violentos incidentes registrados en ese sector causaron miedo entre los moradores. "Temíamos que, en cualquier momento, los manifestantes o la Policía ingresen a la casa y la destruyan".
Agrega que "todo era gritos, carreras, insultos y esto ocasionaba estrés y temor porque no sabíamos lo que podía pasar en medio de ese caos".
Noriega dice que el objetivo de abrir la cafetería se mantiene, aunque no sabe cuándo, pues debe recuperar lo que perdió.
Se llevaron hasta la caseta del guardia
Desde hace 15 años, David Escobar administra una empresa de venta de iluminación y sonido sobre la avenida 12 de Octubre y pasaje Solano.
Durante la mañana del 1 de julio de 2022, él y dos de sus trabajadores limpiaron las puertas y ventanas rotas por las protestas de junio. "Hasta la caseta del guardia se llevaron para convertirla en escudo contra las bombas lacrimógenas", dice.
Escobar asegura que las manifestaciones impidieron que el negocio funcione, ocasionando pérdidas por USD 30.000 diarios.
Por este impacto, su propietario evalúa la posibilidad de prescindir de alguno de sus 20 trabajadores hasta nivelar las finanzas de la empresa.
"El paro fue un golpe durísimo y no sabemos cuándo nos recuperaremos".
David Escobar, dueño de un local comercial.
Para no registrar más pérdidas, Escobar dice que intentará vender el local y trasladarse a otro sector de la ciudad, pues en menos de tres años soportó las paralizaciones de 2019 y de 2022.
Otro negocio que sintió el golpe del paro es un micromercado del sector, cuyo dueño prefiere mantener su nombre en reserva. Según este comerciante, las movilizaciones sociales le dejaron pérdidas de entre USD 500 y USD 1.000 diarios.
"Esperamos que los clientes regresen para no cerrar el micromercado, porque es la fuente de ingresos de tres familias", señala.
El Municipio de Quito estima que los perjuicios en la ciudad superan los USD 19 millones, aunque el alcalde Santiago Guarderas dice que las cifras se actualizarán en el transcurso de la próxima semana.
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