Lucía: la niña que conoció a sus padres a 95 días de su nacimiento
Lucía nació el 4 de mayo de 2020, mientras el país enfrentaba los peores días de la pandemia por Covid-19. Permaneció 145 días en cuidados intensivos. Sus padres, Andrea y Santiago, solo la podían ver por fotografías y videollamadas.
De izquierda a derecha: Susana Guerra, abuela; Karina Navarro, tía; y Andrea Navarro cuidan a Lucía en su casa, el 15 de octubre de 2020.
Jonathan Machado / Primicias
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Andrea Navarro dio a luz a una niña cuando apenas tenía 30 semanas de embarazo. Lo ideal es que el parto se produzca a la semana 38 o a la 40 para que el bebé no tenga complicaciones.
La bebé permaneció hospitalizada, en el área de cuidados intensivos, durante 145 días con la ayuda de respiración artificial.
Andrea, quien ahora ya disfruta de la compañía de su pequeña hija en su hogar, contó a PRIMICIAS su experiencia:
"Esta historia especial empieza el 26 de marzo de 2020. Ese día, cuando apenas tenía 24 semanas de embarazo, acudí a una cita médica en la que el doctor me informó que debían practicarme una cesárea urgente porque la bebé no estaba alimentándose. Lo doloroso de la noticia llegó cuando el médico dijo que, posiblemente, la niña no sobreviviría.
Después de conversar con mi familia, fuimos al Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) en donde recibí atención médica hasta la semana 30, cuando Lucía nació.
Tuvieron que pasar 95 días para que pueda tenerla entre mis brazos. Fue el día en que la operaron de sus ojos. Luego de la operación, Lucía regresó a cuidados intensivos. Antes de eso la conocí por fotografías y por videollamadas porque no podía ingresar al hospital porque podía contagiarme con Covid-19.
Como nació de forma muy prematura, Lucía utiliza oxígeno las 24 horas y así será por, al menos, un año hasta que sus pulmones puedan cumplir la función de respiración.
Para que mi hija nunca olvide su historia y sepa cómo fue su evolución, se me ocurrió crearle una cuenta de correo electrónico en el que están sus fotos y las notas de voz que le enviaba cuando no podía verla y que los médicos le hacían escuchar. Cuando sea grande le entregaré la contraseña para que conozca su historia.
El paso del tiempo ha ayudado para que Lucía no sea tan irritable. Se molesta un poco cuando la acarician porque siente que le van a inyectar o a poner algún medicamento; así ha sido la mayoría del tiempo desde que nació.
Poco a poco se ha ido acostumbrando a la casa y al cuidado de mi madre y de mi hermana. Ellas han estado a mi lado durante este tiempo acompañándome, cada semana, a los controles médicos que Lucía debe recibir.
Unas de las cosas más difíciles y hermosas a la vez, dejando de lado las complicaciones de su salud, fue la elección del nombre. Yo quería un nombre que empiece con la letra S porque mi madre se llama Susana, mi abuelo se llamaba Segundo, mi primera sobrina es Sofía y mi esposo, Santiago.
Quería que se llame Simone, pero a nadie le gustó. Un día se me ocurrió Lucía porque me pareció que transmitía luz y claridad. Le dije a mi esposo y, por primera vez, estuvimos de acuerdo. Eso sí, el segundo nombre es Suzanne en honor a mi madre.
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