Pacientes con condiciones permanentes luchan para recibir medicinas
Personal médico del Centro de Salud de Ventanas del IESS asiste a una mujer, el 27 de marzo.
IESS/Twitter
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Carlos (nombre protegido) padece de hipertensión.
Desde hace tres años toma medicina permanente para evitar que sus niveles de presión se descompensen.
El 27 de abril de 2020, Carlos tenía una cita médica de control, en la que debería renovarse su receta para que pudiera retirar la nueva dosis de los dos medicamentos que toma diariamente: amlodipino y enalapril.
Sin embargo, el confinamiento y el temor por contagiarse de coronavirus, hicieron que incumpliera la cita que tenía agendada en un dispensario del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), al norte de Quito.
Desde ese día, Carlos empezó a llamar a la línea 140, habilitada para la asignación de citas médicas del Seguro Social.
Finalmente, el 7 de mayo de 2020 le comunicaron que la cita había sido cancelada por la crisis sanitaria y reagendada de manera automática para el 1 de junio.
La preocupación del quiteño de 52 años es la medicación. Tiene pastillas hasta el viernes 15 de mayo.
Para completarla, hasta el 1 de junio que tendrá la nueva cita, tendrá que comprarla de manera particular.
En las redes sociales se han dado a conocer varios reclamos por imposibilidad de retirar medicamentos y de recibir atención médica para personas con afecciones diferentes al Covid-19.
Esto ocurre, pese a los esfuerzos del IESS. La entidad desarrolló un protocolo de atención para otras afecciones.
Las citas de consulta externa se realizan de manera presencial, solo en casos emergentes. Las demás se efectúan a través de telemedicina.
Para la entrega de medicamentos, en cambio, las personas pueden ir a retirar las recetas programadas y, en caso de personas vulnerables, la entrega se realiza a domicilio.
Angélica (nombre protegido) corrió con mejor suerte que Carlos. Ella sufre diabetes y toma medicina de manera permanente desde hace cinco años.
Pese a que la cita, que tenía programada para fines de abril, se canceló por la pandemia, la médica que la trata en el Dispensario de Sangolquí, al oriente de Quito, la llamó y le pidió enviar a un familiar para que retire los medicamentos.
De esta manera, aunque no ha tenido controles médicos, Angélica sigue tomando su medicina de manera normal, hasta que la parte más crítica de la pandemia pase.
El médico Andrés Salazar dice que en el caso de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y afecciones a la tiroides, entre otras, el tratamiento médico permanente es fundamental.
Interrumpir un tratamiento permanente, agrega el profesional, podría ser fatal ya que desembocaría en una descompensación que incluso podría llegar a un paro cardíaco, un accidente cerebro vascular o un coma diabético, dependiendo de la enfermedad.
Trasplantados, una realidad aparte
Dentro del universo de personas que reciben tratamientos médicos permanentes en dispensarios del IESS, un mundo aparte es el de las personas trasplantadas.
En el primer año, luego de recibir un órgano nuevo en sus cuerpos, estas personas deben realizarse mensualmente exámenes médicos de control. Y, después de ese período, los chequeos se hacen cada dos meses.
Mauricio Zuñiga, periodista quiteño, lleva más de un año desde que recibió su trasplante de riñón.
Durante la pandemia, relata, la realidad de los trasplantados ha cambiado. Si bien no han dejado de asistir a la realización de exámenes, lo hacen con temor de un contagio por coronavirus.
Las citas médicas, en cambio, las están recibiendo a través de medios telemáticos.
Pero, al igual que en el caso de las otras condiciones médicas, el mayor temor de este grupo de pacientes es la medicación. Ellos toman una serie de medicinas diarias. Y la más importante son los inmunosupresores, que sirven para que el cuerpo no rechace al nuevo órgano.
La última cita de Zuñiga fue en marzo, unos días después de iniciada la emergencia sanitaria, cuando la situación todavía no era crítica.
El lunes 11 de mayo deberá presentarse al Hospital Carlos Andrade Marín de Quito (HCAM) para realizarse los exámenes. Luego, si todo esta normal, será atendido a través de videollamada y esperar la receta.
El temor de Zuñiga es que, a través de conversaciones con otros trasplantados, se ha enterado que no se están entregando las medicinas completas.
Los inmunosupresores cuestan en promedio USD 300 por caja, que sirve para un mes. Pero, además del precio, la preocupación es que no son fáciles de encontrar.
La última vez que el IESS se desabasteció, Mauricio encontró su receta en Guayaquil. Pero, con la situación actual por la pandemia, ve difícil hallarlos.
Salazar advierte los riesgos de que un trasplantado deje de tomar los inmunosupresores:
"Para ponerlo en términos comprensibles, es como que la persona desarrolle una especie de alergia al órgano que está dentro de su cuerpo".
Además, otro temor de los trasplantados es que el HCAM se convierta en un hospital dedicado exclusivamente al tratamiento de Covid-19, ya que este es el referente en materia de trasplantes a nivel nacional.
Miguel Moreira, director técnico médico de esa casa de salud, confirmó que este temor puede hacerse realidad.
En una entrevista televisiva, el lunes 4 de mayo, el funcionario explicó que al momento el HCAM tiene 290 camas disponibles para atenciones no relacionadas con el coronavirus.
Pero, debido a que el Hospital Quito Sur completó su capacidad, el HCAM deberá ampliar su cobertura de la pandemia, por lo que se aumentaría el número de pacientes de este tipo.
Pero, aclaró, no se suspenderán los servicios impostergables como los pacientes oncológicos y los trasplantados.
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