Kallari, el emprendimiento de mujeres kiwchas con sabor a chocolate
Hace 26 años, un grupo de mujeres kiwchas decidió sacarle provecho a la producción del cacao. La asociación se llama Kallari y ahora benefician a 2.500 personas de 890 familias de Napo.
El 90% de quienes producen el cacao en las chacras es mujer.
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Nayeli Andi habla con mucho orgullo de la empresa en la que trabaja. Ella está a cargo de la atención al cliente y de las ventas en uno de los puntos de comercialización que tiene Kallari en Tena, provincia de Napo.
El nombre de Kallari es para ella un sinónimo del inicio de muchas oportunidades para su familia. Sus padres son parte de los 890 productores que trabajan de manera directa con Kallari, nombre kiwcha que, traducido al español, significa comienzo.
La historia la empezaron mujeres kiwchas amazónicas de Ecuador, quienes querían ayudar en sus hogares, pero no encontraban la formula de cómo hacerlo sin dejar de atender la casa y a los hijos.
Fue entonces cuando miraron al campo, a la chacra donde sus actividades siempre se combinaban con las tareas del hogar.
Así decidieron probar con la siembra del cacao y el café y vender en sociedad, pero eso sí, de la misma manera que cultivaban todos sus productos: Sin químicos.
En 1997 dieron el primer paso, cuenta Nayeli, porque ella ha crecido con el proyecto y conoce bien su historia. Empezaron con el apoyo del voluntariado extranjero y de la Fundación Jatun Sacha, que promueve la investigación y el cuidado del medio ambiente.
Dos años después, las mujeres pensaban como empresarias y su cacao fino de aroma ya empezaba a tener acogida.
En 2000, con apoyo de una fundación canadiense y Jatun Sacha, las mujeres kiwchas mejoraron la calidad del cacao y aumentaron la producción sin perder la esencia del cultivo, en chacras sin químicos, cuidando a la madre tierra.
Fábrica de Chocolate, aliada de mujeres kiwchas
Transcurría 2006 cuando realizaron su primera exportación de 12 toneladas. En la actualidad, el 80 % de su producción va a Alemania y a Suiza. Exportan cada año más de 550 toneladas de cacao fino de aroma.
El otro 20% lo aprovecha para procesar sus propios productos, que tienen sus marcas y la venta del cacao a empresas locales. Este trabajo en equipo les ha permitido obtener siete certificaciones, entre nacionales e internacionales.
El administrador Bladimir Dahua sostiene que el éxito también se debe a que pagan el precio justo para incentivan al productor.
Ellos compran a los productores directos de 21 comunidades de la provincia de Napo. Por ejemplo, si el valor en el mercado es USD 100, ellos pagan USD 30 más.
Uno de sus aliados estratégicos locales, la Fábrica Mágica de Chocolates del Grupo Monteselva, en Baños de Agua Santa (Tungurahua), también compensa ese trabajo minucioso de Kallari y paga un valor adicional por cada quintal de cacao.
Por ejemplo, si el quintal lo adquiere la empresa al productor en USD 130, en la Fábrica de Chocolates cancelan USD 190 por quintal.
El mejor cacao orgánico
Con ese dinero adicional, la empresa indígena invierte en más capacitaciones en talleres de liderazgo para mujeres, en los que transmiten sus conocimientos ancestrales, insumos y herramientas de trabajo para mejorar la calidad de vida de las familias indígenas.
Para Nayeli, tener la venta segura de la producción de cacao en la finca de sus padres le ayudó a estudiar a ella y a sus hermanos. Además, sus padres tienen recursos para gastos diarios, porque la compra es directa y en efectivo.
En la Fábrica Mágica de Chocolate no esconden de dónde obtienen la materia prima. En todos sus recorridos asistidos empiezan diciendo que el chocolate que degustan es producido bajo el sistema chacra en Napo. “Eso no lo hace cualquiera”, recalca el administrador de Kallari.
Los dueños de la Fábrica Mágica de Chocolate, Guido Calderón y Pilar Medina, ubicaron a Kallari, porque cultivan el mejor cacao orgánico a 600 metros de altura, lo cual permite elaborar chocolates de manera natural.
Aquí, además de promover el sitio de donde adquieren la materia prima como una vitrina local, transforman el cacao en 70 sabores diferentes con productos locales.
En esta fábrica se siente y saborea la magia de un chocolate, cuyas manos de los productores han permitido la inclusión y mejorar el nivel de vida de familias kiwchas de Napo.
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