En Cumbe, familia de niños migrantes heridos en México espera noticias
Más de 600 menores de edad, que en su mayoría viajaban solos, han sido retenidos en la frontera de México y Estados Unidos entre enero y agosto de 2022. La falta de oportunidades, junto a los deseos de reunificación familiar, motivan su salida.
María Burhuan vive en la parroquia Cumbe, ella espera noticias de la salud de sus nietos Dayana y Erick, heridos en un accidente en México.
Jackeline Beltrán
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A Dayana C., una adolescente de la parroquia Cumbe, en el sur de Cuenca, le faltaba un examen para terminar el décimo de básica. A sus 14 años, uno de sus anhelos era aprobar esa prueba y seguir estudiando.
Pero también tenía otro deseo, quizá más fuerte: volver a estar con su madre, quien emigró a Estados Unidos hace tres años.
El deseo de reunificación pesó más y el 1 de agosto de 2022, Dayana, junto a su hermano Erick (de siete años) y su tía Zoila, de 23, salió de Cumbe para iniciar una peligrosa travesía que debía llevarlos a Estados Unidos.
La madrugada del sábado 13 de agosto su viaje tomó un giro inesperado cuando la camioneta en la que viajaban, junto a otros niños y mujeres, se accidentó en la carretera El Seco–Azumbilla, de la población Santa Ana Ocotepec, Cañada Morelos, al sur de México.
En ese vehículo iban al menos 17 personas, entre ellas 11 provenientes de Ecuador.
Según el último reporte del Ministerio de Relaciones Exteriores, fallecieron dos mujeres, de 20 y 22 años, y una bebé de 20 meses.
Dayana y su hermano resultaron heridos, fueron ingresados a un hospital en Puebla y permanecen en cuidados intensivos.
Su tía Zoila está en otra casa de salud, mientras otros dos ecuatorianos se encuentran estables y dos más fueron dados de alta.
A 4.000 kilómetros de distancia, en una casa aún en obras –como muchas del sector- María Burhuan, la abuela de Dayana y Erick, espera noticias.
La abuela solo sabe que el estado de sus nietos es grave y que su hija Zoila se está recuperando.
Como Dayana y Erick, decenas de niños y jóvenes ecuatorianos arriesgan su vida en el intento de llegar de forma irregular a Estados Unidos. La mayoría viaja sin compañía de familiares directos.
Detenidos en la frontera
Entre enero y julio de 2022, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos ha detenido a 654 menores de 18 años de varios países latinoamericanos, incluyendo a niños de Ecuador. Solo cinco de ellos viajaban acompañados.
Para William Murillo, representante de 1800 Migrante, ese el dato más preocupante de la crisis migratoria que vive Ecuador. Recuerda que los menores se exponen a una serie de peligros, sobre todo las mujeres.
Entre los riesgos detectados por las autoridades migratorias se cuentan violaciones, maltrato físico y verbal, dificultades para continuar el trayecto en condiciones adversas, como las altas temperaturas del desierto que cubre la frontera entre México y Estados Unidos.
En ocasiones, los menores son retenidos en albergues, solos o en compañía de sus madres.
Los albergues muchas veces "son cuartos bien pequeños, en los que hay muchas personas", cuenta Mayra A., una mujer de 29 años oriunda de la parroquia Octavio Cordero, que hizo la travesía con su hijo de cinco años en 2021.
Los dos estuvieron retenidos casi cinco meses en un albergue porque a Mayra le robaron el dinero que llevaba para pagar al coyote.
El padre del niño vive en Estados Unidos desde hace cuatro años y tuvo que reunir USD 10.000 para que su esposa y su hijo pudieran salir de allí.
Jóvenes y niños quieren irse
El 16 de agosto, el día que Dayana debía rendir el examen remedial en la Unidad Educativa Cumbe, su ausencia se sintió en el aula. La noticia del accidente llegó a la comunidad y conmocionó a sus maestros y compañeros de clase.
Rocío Godoy, rectora encargada de la institución educativa en la que estudiaba Dayana, llegó a Cumbe hace 17 años.
Tiempo durante el cual ha conocido a madres y padres que emigran con la idea de dar un mejor futuro a sus hijos, ha visto a la parroquia llenarse de grandes casas que se construyen con las remesas, pero que luego quedan vacías.
Ahora observa que sus estudiantes cuentan los días para intentar llegar a Estados Unidos.
El éxodo inició tras los primeros meses de la pandemia de Covid-19. "Empezamos a notar esto en los últimos años escolares: los chicos asistían a clases virtuales, pero de un momento al otro dejaban de hacerlo", dice.
"Al averiguar con sus familias nos enterábamos de que estaban en Estados Unidos o a punto de emigrar", relata Godoy.
Godoy recuerda que sus estudiantes le escribían desde los países de paso para contarle cómo avanzaba el viaje. "Hablo de jóvenes de 15 a 20 años, los chicos están predispuestos a viajar; y los padres, que están allá, se los quieren llevar".
Niños migrantes
Fausto Maxi, presidente del Gobierno Parroquial de Cumbe, dice que la falta de empleo en las zonas rurales, la dificultad para acceder a la universidad y el deseo de la reunificación familiar, son los factores que más pesan en la decisión de emigrar.
Eso no ocurre solo en su parroquia, dice Maxi, es un fenómeno que se puede ver a lo largo de todas las comunidades de la provincia de Azuay.
En el área rural son pocos los jóvenes que logran avanzar en sus estudios tras terminar el bachillerato. En esas condiciones, "el único recurso que ellos ven es salir de aquí".
Esta realidad se siente en la mayoría de las parroquias rurales de las provincias identificadas como las principales emisoras de migrantes: Azuay, Cañar, Chimborazo y Cotopaxi.
En las zonas rurales el 42,9% de la población vive en situación de pobreza y el 22,7% vive en extrema pobreza, según el último reporte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
Aunque Cuenca es la ciudad con mejores indicadores económicos del país, como la tasa de empleo adecuado más alta o menores índices de pobreza, hay comunidades que escapan a esa realidad, como Chaucha, Molleturo, Octavio Cordero, Cumbe y Victoria del Portete.
También están los cantones azuayos como Nabón, Oña, Girón y San Fernando.
En la provincia del Cañar, los cantones con mayor tendencia a la emigración son los de mayor población indígena: Cañar, El Tambo, Suscal y Déleg, donde la gente vive de la agricultura, la ganadería y de las remesas que envían los migrantes que han logrado llegar a su destino.
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