José Delgado, un periodista con "amor, comprensión y ternura"
El periodista José Delgado habla con PRIMICIAS sobre su vida y experiencias en el "submundo" guayaquileño, de donde emergieron personajes como Eliseo Duarte, conocido como 'Harta Demencia'.
El periodista guayaquileño José Delgado, junto a dos admiradores el 6 de marzo de 2023.
Juan Manuel Yépez
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José Delgado es la estrella del 'submundo guayaco', pero al mismo tiempo encarna a la antítesis del periodismo serio, que no busca el protagonismo del reportero, sino del personaje.
Pero en los sectores suburbanos de Guayaquil, donde "los nadies sueñan con salir de pobres", como decía Eduardo Galeano, él no es José, sino 'El Cholo', el bacán, el yunta, el rey del barrio.
Y no porque él lo haya querido, sino por un extraño magnetismo que brota de sus entrañas para cazar personajes, mendigos, pillos, desdentados o gente sencilla que duerme a la intemperie en un vetusto colchón, pero sin perder la picardía.
Son ellos quienes lo ven como un 'rock star' y que lo reciben como a un mesías, en lugares donde ni la Policía se atreve a ir. "Habla, José Delgado", le gritan en cada esquina y él responde la cortesía poniéndoles el micrófono para que se desahoguen.
Una catarsis social que termina en la caricatura de un meme o en un video colgado en YouTube, donde el video "más turro" de Delgado tiene 18.000 reproducciones.
A Delgado, el hampa no lo toca, lo protege y lo guía por lugares inhóspitos para que la gente sienta lo que significa ser pobre en Guayaquil.
Huye del traje y la corbata. Prefiere una camiseta, jeans, un chaleco y zapatos de cuero, con los que corretea sudoroso a los entrevistados "donde las papas queman", en lugares tan sórdidos que se parecen al mismísimo infierno.
Como la Isla Trinitaria, en el suroeste de la ciudad, donde Julio César Ayala inmortalizó en 2010 la frase "yo quiero amor, comprensión y ternura", ante un Delgado conmovido por la adicción a las drogas de Julio y de su hermano John.
O en el bloque siete, del sector Flor de Bastión, en el noroeste guayaquileño, de donde emergió Eliseo Duarte, el famoso 'Harta Demencia'.
Duarte fue atacado a bala el 24 de febrero de 2023, cuando sicarios irrumpieron en un supuesto centro de rehabilitación, en Nueva Prosperina.
Pero Delgado los apadrina, los acoge como al hijo descarriado y los consuela, para dejar un testimonio a la humanidad de que "los nadies" de Galeano no cuestan menos que una bala.
El "Batman de Azogues"
Delgado llega inquieto a la entrevista con PRIMICIAS, en una cafetería de un centro comercial de la parroquia La Aurora, en Daule (Guayas), a 20 minutos de Guayaquil.
Aquí tampoco pasa inadvertido para los clientes, que se inquietan cuando lo ven.
"Es José Delgado, ¿qué habrá pasado?", se pregunta Josefina, una mujer de mediana edad, que asocia la presencia del reportero con algún caso de crónica roja, género que lo catapultó a la fama.
Él sonríe y saluda con humildad. Cuenta que su nombre completo es José Enrique Delgado Nievecela y que nació en Guayaquil el 14 de marzo de 1966.
Pero que de inmediato su madre Enriqueta se lo llevó a Azogues, a la casa de su abuela Esilda, hasta que lograra estabilizarse económicamente para mantenerlo a él y a sus dos hermanos.
Tres años después, Delgado regresó a la ciudad, donde comenzó su vida académica en el tradicional colegio Cristóbal Colón, lejos de su padre José, un comerciante que se separó de Enriqueta para aventurarse a Panamá.
José no lo conoció, sino cuando cumplió 43 años. Cuenta que se reencontró con él en Guayaquil en 2006, tres años antes de su muerte.
Sus ojos se humedecen al recordarlo como un hombre "bueno y noble" y tampoco lo culpa por haberlos dejado al cuidado de Enriqueta, la mujer que más ama en la vida.
Fue ella quien le compraba los comics de Batman y lo entregó a la enseñanza de los salesianos, hasta que lo expulsaron en segundo curso por una pelea en el futbolín. "Me decían el Batman de Azogues", dice lanzando una carcajada.
Viacrucis universitario
Su vida estudiantil terminó en el colegio guayaquileño Domingo Comín. Recuerda con cariño a su profesor y padrino Alfredo Andrade, quien hasta le daba clases en la casa.
Delgado era malo para las ciencias exactas, pero un tigre para la psicología y la historia.
Pese a ello, al terminar el colegio se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil, lo que significó su primer contacto con la muerte. Transcurría 1987.
"El primer día de clases iba en el bus con mi mandil y me sentía respetable".
Pero "la verdad de la milanesa" es que el sueño de ser médico duró solo cuatro meses, "cuando un profesor dijo '¿dónde está Delgado?' y yo huía a la última fila".
Fue ese profesor de Anatomía quien le preguntó si estaba seguro de que quería ser doctor. Delgado se levantó del pupitre, le agradeció y salió del salón.
"No me gustaban los cadáveres", asegura sonriente, mientras saluda con un grupo de estudiantes que lo reconocen. Uno de ellos le pide una foto para sus redes sociales.
Como le gustaba escribir, Delgado probó suerte en la sección de suscripciones de la revista Vistazo, donde aspiraba ser periodista, pero eso no ocurrió. "Admiraba a Carlos Jijón (periodista y ex vocero del presidente Guillermo Lasso)", confiesa.
Pero el aplomo del reportero en ciernes se mantuvo y lo condujo a la carrera de Pedagogía Terapéutica, "una rama de la Medicina, pero más suave", aunque tampoco se graduó.
También se vinculó con la Fundación de Asistencia Psicopedagógica a Niños, Adolescentes y Adultos con Discapacidad Intelectual (Fasinarm).
Gracias a un proyecto de inclusión de niños con síndrome de Down, Delgado llegó a la Facultad de Periodismo de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte de Guayaquil, donde dio un seminario sobre el tema.
Lo hizo tan bien, relata, que la entonces rectora de la universidad, Elsa Alarcón Soto, lo sentenció: "Tú deberías estudiar periodismo, para que puedas servir a las personas".
Estuvo becado durante tres años e incluso recibió el premio Filantrópica, hasta que ingresó condicionado a Teleamazonas como reportero.
Mientras esto sucedía, su madre Enriqueta ingresaba a la Facultad de Periodismo de la misma universidad.
"Te voy a dar una oportunidad por tres meses. Si me demuestras que puedes, te quedas", le sentenció su jefe Carlos Castañeda, pero se quedó cinco años.
Al estrellato
Como la política no le iba bien, optaron por darle la fuente judicial. "Me hice pana de los policías. Era la época de La Rana, del Patucho Rigoberto y el Rey Zamora", recuerda.
También viajó como ilegal a Estados Unidos y fue retenido en Colta (Chimborazo) durante el levantamiento indígena de 1990 o por grupos irregulares en el Valle del Cauca, en Colombia.
Luego lideró el programa Primer Impacto, con el cual llegó a pelear el horario estelar con canales de la competencia. Incluso logró 40 puntos de rating tras el asesinato en Guayaquil del animador de televisión, Marco Vinicio Bedoya, el 1 de mayo de 1998.
Cubrió el mundial de fútbol en Francia 1998 y todo iba bien, hasta que, seducido por la vanidad, aceptó una oferta en Ecuavisa, "donde me pagaban el doble".
Así nació el programa Ciudad Desnuda, que duró ocho meses, ya que las consecuencias del feriado bancario (1999) no le permitieron renovar el contrato.
Desesperado, Delgado viajó a Nueva York, donde lo acogieron en Latin TV, canal 66, dirigiendo el programa Sin Fronteras. Ahí cubrió los atentados a las Torres Gemelas e historias de migrantes que luchaban por sobrevivir.
Pero debido al trato que recibían los latinos en ese país, Delgado regresó a Ecuador con su esposa e hija, donde fundó Hola, Bahía, un periódico gratuito de 16 páginas, dirigido a los comerciantes de la zona comercial de Guayaquil, que circuló durante ocho años.
El golpe de suerte llegó con una oferta de Canal 1, donde nació En carne propia, la cuna de "amor, protección y ternura", así como decenas de personajes populares como 'Hierbita', 'La china Catalina' y 'El diablo del suburbio', que se quedaron en la retina de los televidentes.
A Delgado no le molestó que el comediante David Reinoso lo parodiara con su personaje de 'El Cholito', aunque sí le sorprendió una popularidad que terminó en una novela en la televisión nacional.
Sin embargo, disfruta del 'guatallarín' y del encebollado, aunque sea de balde, en las calientes calles guayaquileñas.
También llegó a recibir ofertas para que se candidatizara para alcalde, prefecto, concejal y asambleísta, "pero no es el momento", dice.
Ahora tiene una productora y dedica su vida a Dios. Es miembro de la iglesia evangélica, desde donde también ayuda al prójimo, porque, como sentenció Julio César Ayala, "el que la hace se olvida; el que la recibe, nunca".
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