Jaramijó, el cantón manabita que agoniza por escasez de agua y cortes de luz
Los cortes de energía agravan la sed de aproximadamente 30.000 habitantes del cantón Jaramijó, en el centro sur de Manabí, que no reciben agua por tubería de forma regular desde hace meses.
Un tanquero de la Empresa de Agua de Quito abastece el servicio en Conocoto, el 8 de abril de 2024.
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Cerca de 30.000 habitantes del cantón Jaramijó no solo se enfrentan la falta de obra pública, sino que también conviven con el deterioro en los servicios prioritarios, como el desabastecimiento de agua potable por tubería desde hace nueve meses.
A todas estas problemáticas, se suman los cortes de luz y otras carencias. Las autoridades conocen estas realidades y aseguran que analizan alternativas para hallar una salida a la crisis hídrica, pero que no será a corto plazo y tampoco ‘barata’.
Frente a esta lenta agonía de la también conocida como ‘Cuna de Pescadores’, PRIMICIAS recorrió varios sectores de este cantón de Manabí, para describir las paradojas que atraviesan sus pobladores en pleno siglo XXI.
“Nosotros ya tenemos rato sin agua, por lo menos nueve meses… ¿Sabe qué estamos haciendo para ahorrar? Bañarnos en una tina y el agua usarla para el inodoro, estamos reciclando”, contó Ginger Chica.
La escasez del servicio es una problemática generalizada y los ciudadanos se han visto en la obligación de comprar el líquido por tanqueros. Ginger, quien vive con cinco personas más, explica que no tienen los recursos para comprar agua diariamente.
"A veces nos venden con sobreprecio y el agua sale sucia, no es apta para consumir".
Ginger Chica.
Los tanques de agua cuestan desde USD 1,25 en adelante y una familia de entre cuatro y cinco integrantes llega a consumir diariamente en aseo personal y preparación de alimentos, al menos seis recipientes. Es decir, por los menos USD 50 semanales.
Además, debido a que la mayoría de la población se dedica a las actividades de pesca, existe preocupación, pues "hay tiempos malos. A veces se van al mar y en cinco días solo hacen USD 20”, manifestó Sara (nombre protegido), esposa de un pescador.
Al igual que ella, hay ciudadanos angustiados y esperando otras salidas, entre ellas que llueva "de milagro", porque afirman que los gastos extras del agua no están contemplados en el presupuesto familiar.
Como muestra, en distintos barrios aprovecharon las lluvias del domingo 21 de abril, para recolectar el líquido.
“Créame que no teníamos ni una gota de agua, ni para bañarnos… justo llovió y llenamos todos los envases. Aún tenemos un poco”.
Pedro Marín, habitante de Jaramijó.
Incluso, en semanas anteriores un grupo de personas salió a las calles a reclamar y a exigir que se les dote de agua, pero esta acción no ha surtido efecto.
Sin agua, ni luz, ni teléfono
A los inconvenientes por el desabastecimiento de agua potable, se suman los cortes de luz que provocan inestabilidad en la conectividad telefónica, así como las altas temperaturas.
“Estar sin luz hace bastante daño, porque las cosas se dañan y, además, estamos casi un año sin agua”, aseguró Martha Anchundia.
En el recorrido por Jaramijó, Roque Arcentales, quien tiene un negocio de helados y agua de coco, aseguró que “la venta ha bajado bastante porque no tenemos el producto congelado”.
Arcentales descarta la opción de comprar un generador, porque el negocio que tiene no es de gran inversión. Restaurantes y otros locales sufren las mismas consecuencias.
Las suspensiones eléctricas han generado que el proceso para potabilizar el agua cruda en la planta de tratamiento de Jaramijó tome más tiempo, pues el proceso de encendido del sistema y sus derivaciones toma varias horas en normalizarse.
Las ‘caras’ de la crisis
Diana Zambrano, gerente técnico de la Empresa Pública Municipal de Servicios Hidrosanitarios Hidrojar-Ep, explicó que, desde 2020, la situación se ha vuelto crítica tras el daño en las bombas del Acueducto La Esperanza, desde donde se abastecen de agua cruda para potabilizarla.
La funcionara lamenta que en la actualidad ya no reciben ni siquiera el 30% del líquido que debería absorber del sistema.
“Con la realidad actual, nosotros damos agua a un mismo sector cada 15 días, por eso es que hay mucha queja, la gente ya no aguanta, nosotros también hemos gestionado tanqueros con entidades públicas, pero no abastece”, reconoce Zambrano.
Frente a la baja cantidad de agua que recibe el cantón, el alcalde Simetrio Calderón interpuso una acción de protección y la resolución aún está pendiente.
Con la medida se busca que la compañía de economía mixta Refinería del Pacífico (RDP), que opera el acueducto, les dote del agua requerida, luego de que la justicia le diera la razón a un grupo de agricultores.
El liquidador de RDP, Carlos Wong, aseguró que ellos proponen que los municipios paguen un valor de USD 0,32 por cada metro cúbico, pero los funcionarios de los gobiernos locales consideran que se debe bajar la tarifa.
Según Wong, Jaramijó les debe 15 millones de metros cúbicos, lo que significaría al menos USD 5 millones.
Y el liquidador cree que “la solución empezaría por firmar un convenio y pagar el servicio de transporte de agua”.
También manifiesta que, las conexiones al sistema de un grupo de agricultores no regularizados han generado desabastecimiento y ocasiona que las plantas potabilizadoras no reciban el volumen nominal de agua cruda.
Un ‘laberinto’
Para abastecerse del líquido, Jaramijó depende al 100% del acueducto La Esperanza, operado por la compañía de economía mixta Refinería del Pacífico (RDP) y en proceso de liquidación, pero no está recibiendo los 7.200 metros cúbicos por día que debería.
Esto porque existe un conflicto por el agua cruda que se transporta por el sistema que también beneficia a Manta, Montecristi y a un grupo de agricultores.
Y el inconveniente surgió tras la puesta en marcha de un Plan de Sostenibilidad para el Acueducto, por RPD, que implica la regularización de las conexiones existentes.
Lo que significa que se debe suscribir un convenio con cada una de las partes que se benefician del agua para realizar el cobro de una tarifa por el transporte del líquido. Sin embargo, solo Montecristi accedió a firmar el acuerdo.
Además, alrededor del acueducto -que tuvo como objetivo inicial dotar de agua dulce a la fallida Refinería del Pacífico-, existen otros problemas críticos.
No ha recibido mantenimiento preventivo y correctivo desde su operación en 2017, por falta de recursos económicos y, además, tampoco tiene una póliza de seguros en caso de siniestros.
En la actualidad, el sistema de 94 kilómetros de longitud, que nace en la presa La Esperanza (Bolívar) y atraviesa siete cantones hasta llegar a la zona de El Aromo, en Manta, solo está operando con dos bombas, de la seis que tiene, porque hay averías.
A todo este panorama, ya hay advertencias de un "potencial riesgo" de que se paralicen las operaciones del acueducto que costó al menos USD 331 millones y que para una intervención urgente, RDP ha cifrado que se requieren aproximadamente USD 15 millones.
Finalmente hay que poner sobre la mesa que RDP mantiene a personal impago y una deuda con la Corporación Nacional de Electricidad CNEL-EP, que a la fecha bordea los USD 6 millones, reveló el liquidador Carlos Wong.
Un sistema propio para Jaramijó
Los técnicos de Hidrojar-Ep están conscientes de la deteriorada realidad del acueducto La Esperanza, por lo que han concretado una consultoría para un sistema propio. Por ahora, están resolviendo unas observaciones con el Ministerio de Ambiente.
Además, avanzan en un proceso para obtener la autorización única del agua para captar el líquido desde la cuenca del río Chico (Portoviejo).
"Son 22 kilómetros de tubería, es un sistema de impulsión con tres bombas, porque tenemos nuestra planta potabilizadora”, detalla Zambrano.
Para ejecutar el proyecto se necesitarían alrededor de USD 9 millones y la consultoría costó aproximadamente USD 80.000.
La idea es que el sistema sea financiado por el Banco de Desarrollo de Ecuador, pero de no concretarse será postulado a entidades privadas, informaron desde el municipio.
Otra de las alternativas que se analizan es una planta desalinizadora, que es un proceso mediante el cual se elimina la sal del agua de mar o salobre.
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