"Temíamos que un misil caiga sobre nuestro edificio", cuenta ecuatoriano que vivía en Israel
Juan Carlos Serrano se mudó a Israel hace más de 15 años. El conflicto armado que vive ese país lo obligó a huir con su esposa y sus cuatro hijos a Ecuador.
Juan Carlos Serrano y su familia en un parque de Quito, el 17 de octubre de 2023.
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La guerra que enfrenta a Israel con grupos islamitas y palestinos como Hezbolá y Hamás ha dejado ya miles de muertos, heridos y desplazados.
Tras el ataque terrorista lanzado por Hamás a Israel, el 7 de octubre de 2023, cientos de extranjeros radicados en ese país decidieron huir del conflicto, aunque eso signifique dejar casas, amigos y vidas construidas por años.
Uno de ellos es Juan Carlos Serrano. Un ecuatoriano que llegó a Israel en 2007 con el objetivo de integrarse a la comunidad judía.
En ese camino conoció a la argentina Mariela Eckerdt, su esposa, con quien tiene cuatro hijos: Benjamín, Efraim, Jonathan y Shirel. Los seis llegaron a Ecuador el 16 de octubre de 2023 en el vuelo humanitario organizado por el gobierno ecuatoriano.
Un día después de su llegada a Quito, Serrano recibió a PRIMICIAS en la casa de uno de sus familiares, ubicada en un conjunto privado de la parroquia de Nayón, en el oriente de Quito.
Antes de empezar la entrevista, juega un momento con sus hijos y su mascota. Siempre usando su kipá, el tradicional gorro judío que es utilizado por los hombres que profesan esta religión.
15 años viviendo en Israel
"Llegué a Israel hace más de 15 años, cuando tenía 21. Mi abuela paterna tenía ascendencia judía. Cuando la fui a visitar a Estados Unidos me interesó mucho su forma de vida, la religión y nació el interés de conocer Israel.
En ese proceso conocí varias comunidades judías, que me aceptaron sin ningún problema. Poco después viajé a Argentina, el país que tiene la comunidad judía más grande en América del Sur, y ahí conocí a mi esposa.
Ellos me ofrecieron vivir en Israel y desde 2007 nos radicamos en ese país. En todo este tiempo nunca nos vimos obligados a salir por una guerra, pese a que siempre hubo conflictos en las fronteras del norte y del sur.
Vivimos en la ciudad de Haifa, que tiene 400.000 habitantes y está cerca de la frontera norte con el Líbano. En Haifa, los enfrentamientos con Hezbolá son constantes. En el sur, en cambio, la guerra es con Hamás.
Tras el último ataque de Hamás, recibimos información que advertía una posible guerra en todo el territorio israelí porque Hezbolá también lanzó misiles en el norte.
Con toda esta situación encima, teníamos miedo de que algún misil caiga sobre el edificio en el que vivimos porque no tiene refugio. Además, está cerca de la única refinería que tiene Israel, lo que hace que sea una zona muy peligrosa.
El 7 de octubre se escuchó una explosión muy fuerte en toda la ciudad. Las alertas que tenemos en los celulares se activaron inmediatamente y poco después un misil terrorista fue derribado por el ejército israelí.
Las paredes de todo el edificio se sacudieron porque un misil puede pesar más de una tonelada.
Sin embargo, la gente está tratando de hacer su vida normal. Si bien hay menos cantidad de personas en las calles o en el transporte público, la ciudad funciona y funcionará hasta que el conflicto se transforme en una guerra a gran escala.
Al día siguiente leímos que las alarmas se habían activado también en ciudades cercanas. Salimos a toda prisa del departamento al búnker público, que está a 50 metros del edificio. Lo único que pudimos sacar de casa fue botellas de agua.
El búnker estaba lleno con personas de todas las edades. Ahí estuvimos unas cuantas horas y escuchamos que un avión no tripulado logró ingresar hasta cielo Israel, pero fue derribado.
Son momentos tensos y preocupantes porque no sabes a ciencia cierta lo que está pasando en la superficie, si el peligro está cerca o si viene algo peor.
Los terroristas tienen misiles de gran precisión, armas peligrosas y cuando comience un ataque a gran escala, todo Israel será atacado.
En medio de esta dramática situación, conversamos con mi esposa y coincidimos en que salir de Israel en los actuales momentos no es algo malo. Primero están nuestros hijos y la vida de todos.
Con el paso de las horas, el consulado ecuatoriano se comunicó con nosotros para pedirnos los documentos de las personas que íbamos a viajar.
El proceso fue ágil y para el sábado 14 de octubre ya estábamos listos para abordar el avión al día siguiente. El domingo salió el vuelo desde Tel Aviv a Madrid. Ahí hizo una escala de tres horas para continuar hasta Ecuador.
Ahora estamos en la casa de una prima y mañana vamos a Guayaquil porque ahí viven más familiares.
Pero no podemos olvidar que nuestra vida está en Israel. Mis hijos son de allá, estudian en escuelas judías y su entorno está en ese país. Quedarnos en Ecuador sería un cambio radical y muy fuerte para ellos.
Vamos a esperar que el conflicto termine para regresar. Ese es nuestro plan A, aunque si el conflicto escala deberemos ver formas para radicarnos en Ecuador o en otro lugar.
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