Moradores de Guayaquil cercan barrios con portones y alambre de púas
La inseguridad ha llevado a los ciudadanos a encerrarse en sus casas por temor a los robos, que crecieron casi 25% en los cinco primeros meses de 2022.
Moradora del barrio Nueva Prosperina al noroeste de Guayaquil, 2 de agosto de 2022.
Carolina Mella
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La inseguridad en Guayaquil provoca que los ciudadanos se encierren en sus casas y que levanten cercas y puertas para proteger y aislar a sus barrios.
"Antes se podía conversar en el portal, pero ya no se puede ni salir, si no son los delincuentes, son los drogadictos o los sicarios que disparan sin discriminar", dice Orfelia, quien vive en el barrio Nueva Prosperina, en el noroeste de Guayaquil.
Los delincuentes roban incluso en sectores de extrema precariedad, como este barrio, donde muchas de las casas son de caña, madera e incluso tienen paredes de zinc.
No hay alcantarillado y el agua que se usa en las casas se bota a la calle de tierra, que luego se convierte en lodo. Las calles son los únicos espacios comunitarios porque no hay parques, ni canchas.
Todos permanecen en sus casas, apenas se asoman por la ventana ante la presencia de desconocidos.
Lucrecia, de 68 años, rompe en llanto. “Ya no aguanto más, el humo de las drogas entra a mi casa y tengo que soportar ese olor, la Policía los dispersa por un rato, pero por llamarlos ya quedé señalada como soplona y me insultan. ¡Esto no es vida!", reclama.
Según las estadísticas del Ministerio de Gobierno, se han registrado 3.943 robos a personas en Guayaquil entre enero y mayo de 2022, unos 800 más que en el mismo periodo de 2021.
En el bloque IV de Flor de Bastión, la solución que han encontrado los moradores es cerrar las calles con portones grandes y alambre de púas.
“Hemos hecho un gran esfuerzo. Reunimos entre algunos vecinos USD 800 para instalar una puerta, todavía nos falta la otra”, dice Fátima, mientras observa cómo sueldan la puerta que espera traiga al barrio un poco de tranquilidad.
Las dos puertas son instaladas en los extremos de una calle asfaltada de unos 300 metros. En este espacio hay 22 casas, pero no todos los moradores están de acuerdo con la medida.
"El beneficio es para todos, algunos creen que es para uno solo y la puerta va a estar abierta en el día, pero se debe cerrar en la noche y cada vecino tendrá una llave", explica María.
Prácticamente todo el bloque IV de Bastión ha replicado la idea, que empezó en otros barrios como Sauces, Mucho Lote, La Floresta y Guayacanes.
Pero el Municipio de Guayaquil no otorga permisos para cerrar calles "porque no se puede limitar la garantía constitucional de la libre circulación", aclara el concejal Jorge Rodríguez.
"Lo que les decimos es que se pongan de acuerdo y que ellos hagan la obra y que involucren a todos, porque cuando una persona reclama, entonces la Dirección de Justicia va a notificarles y deben retirar las puertas", explica Rodríguez.
Como ocurrió en Sauces siete y nueve, así como en Mucho Lote.
Y aunque la Alcaldía no emite autorizaciones para que se instalen las puertas, los líderes barriales envían solicitudes que en 2021 fueron 55, y de lo que va el 2022 ya suman 70.
"Esto se viene dando desde hace unos cinco años y la razón no solo es la inseguridad, también querían cerrar porque vecinos de otras cuadran parqueaban sus carros donde no debían, hay muchas realidades sociales de abuso", dice Rodríguez.
Por ejemplo, los moradores de Flor de Bastión usan las puertas para controlar la velocidad de los motociclistas y de los carros. "Parecen águilas y muchos son arranchadores de teléfonos", dice Patricia.
Los ciudadanos buscan sus propias maneras de luchar contra la inseguridad. Esta semana han asaltado a cinco personas en la esquina de las casas, una de ellas es la hija de María. "La arrastraron por robarle el bolso, esto es insoportable".
Saben que necesitan un plan integral de seguridad que todavía no ven en marcha, ni siquiera pueden contar a diario con la Policía, ya que su presencia es intermitente.
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