Guía penitenciario, una vida al filo del peligro
Jornadas de trabajo de 24 horas seguidas, falta de capacitación y entrenamiento para controlar una población carcelaria hacinada, todo esto sumado al riesgo de ser víctimas de ataques por parte de los presos: así trabajan los guías penitenciarios en Ecuador.
Centro de Rehabilitación Social de Guayaquil, Regional 8.
Cortesía.
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Walter Romero, exguía penitenciario que accedió a dialogar con PRIMICIAS, relata que los encargados de vigilar la seguridad interna de las cárceles trabajan en turnos de 24 horas, a diferencia de otros empleados del sector público y del mismo sistema de rehabilitación social, que tienen jornadas de ocho horas.
La función de los guías es controlar el orden dentro de las prisiones, donde se mezclan personas de diversas condiciones sociales que han cometido todo tipo de delitos.
El trabajo de guía es más ingrato en las provincias donde las cárceles son edificaciones viejas, sin las condiciones necesarias para albergar a los prisioneros en pabellones separados, dice Romero.
"En una misma celda se encuentran personas que han sido detenidas por tráfico de drogas, por asesinato o por el hurto de un celular”.
Un tipo de ambiente en el que conviven personas peligrosas y conflictivas con presos que evitan involucrarse en problemas, agrega Romero, y que por esa razón son proclives a ser extorsionados a cambio de recibir "seguridad".
Los guías también conviven con el miedo de ser acusados por las fugas de los presos. En esos casos, son los primeros encausados.
A diario los guías deben enfrentarse a las peleas entre reos. Romero refiere que una ocasión vio cómo le cortaban las orejas a un prisionero, en medio de una bronca.
Pese a las requisas de armas que cada cierto tiempo realiza la Policía, los internos se dan modos para tener armas. "Afilan cepillos de dientes y los convierten en objetos cortopunzantes”.
A Romero muchas veces le tocó intervenir en las riñas para separar a los internos, pero esa tarea no puede hacerla un solo guía.
“A veces éramos necesarios unos 20 hombres para controlarlos”. Los guías también viven con el temor de ser procesados por las fugas de los presos, pues cuando eso ocurre ellos son los primeros sospechosos.
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Sobrepoblación
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En el país existen 41.000 personas privadas de libertad, pero la capacidad instalada permite albergar a 27.000. Una muestra del hacinamiento es el centro de rehabilitación de Latacunga, construido para 5.000 personas. Allí diariamente conviven 10.000 entre reos, guías, visitantes, guardias.
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Déficit de guías penitenciarios
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Según el exsubdirector de Rehabilitación Social, se necesita un mínimo de 6.000 guías para controlar la seguridad interna de las cárceles, pero actualmente solo hay 1.500. El anterior director del Servicio de Atención a Personas Privadas de Libertad, Ernesto Pazmiño, hizo un llamado para cubrir 500 vacantes.
Todos los delitos que ocurren afuera también pasan dentro de las cárceles, lo cual obliga a los guías a mantenerse siempre atentos y a tratar a los reos con prudencia, porque ante el mínimo descuido están expuestos a una agresión debido al comportamiento variable que presentan los reos más conflictivos.
Romero dice que durante su vida laboral (se jubiló como guía) no recibió más de tres cursos sobre la forma de relacionarse con los presos. La falta de entrenamiento "nos obligaba a actuar como psicólogos, terapeutas y doctores improvisados".
La corrupción es pan de cada día. “Un sargento que ingresaba licor a la cárcel en forma subrepticia, decía hacerlo por compasión”, cuenta Romero.
A mayor rango, mayor tráfico: “había oficiales que llevaban cajas de whisky en el balde de sus camionetas”, recuerda.
Los decretos de emergencia y estado de excepción son vistos como una estrategia para clasificar a los presos pero, sobre todo, orientada a tranquilizar a la población.
En prisión, la contaminación atraviesa desde las más altas autoridades hasta los empleados del rango más bajo, puntualiza el exguía.
Adentro dirigen los 'negocios' los jefes de las bandas y los caporales (reos), estos a la vez ejercen de portavoces de los presos.
“Ellos y sus ayudantes tienen acceso a todo, una vida de reyes, mientras que otros tienen que buscar entre la basura algún resto de comida o de droga”, dice Romero.
Los amotinamientos también son cosa común en las cárceles. En esas circunstancias los guías tienen que fijarse en las seguridades más cercanas y poner candados en todas las puertas de celdas y pabellones para evitar fugas de presos.
Las declaraciones de emergencia y los estados de excepción tampoco son algo nuevo.
En opinión de Romero se trata de estrategias gubernamentales para clasificar a los detenidos, hacer requisas de armas y, sobre todo, para bajar los niveles de alarma entre la población.
La única escuela de formación está abandonada
Entre las medidas que debería implementar el Estado, en el corto y mediano plazo, para atender la crisis carcelaria, el defensor del Pueblo, Freddy Carrión, planteó la formación de nuevos guías capacitados y con adiestramiento permanente.
La escuela para formar esos guías existe. Fue inaugurada el 8 de junio de 2015 por Ledy Zúñiga, ministra de Justicia de la época y se encuentra ubicada en Tres Cerritos, una parroquia del cantón Pasaje, provincia de El Oro.
El 9 de mayo de 2017 se graduó la única promoción de guías penitenciarios. Desde entonces la edificación se encuentra abandonada.
A fin de conocer qué destino tendrá la estructura y tener su visión sobre las condiciones en que laboran los guías, PRIMICIAS buscó conversar con el director del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI), Eduardo Moncayo, o con algún funcionario de la entidad.
La SNAI no respondió de manera inmediata pero se comprometió a que Moncayo daría una entrevista a PRIMICIAS en los próximos días.
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