El guardián de los árboles en peligro de extinción vive en Napo
El agricultor Ramón Pucha lleva 24 años salvando especies en peligro de extinción. Su terreno era un pastizal y ahora se ha convertido en una selva. Con las plantas también atrae a los animales que migran por falta de un hábitat natural.
Durante 24 años, Ramón Pucha ha rescatado plantas en peligro de extinción y ahora tiene miles en su finca de 31 hectáreas en Napo.
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En los exuberantes campos de Alto Ila, cantón Carlos Julio Arrosemena (Napo), un héroe silencioso trabaja incansablemente, no solo para cultivar la tierra, sino también para preservar las especies que la habitan.
Durante dos décadas, Ramón Pucha ha dedicado su vida a proteger a las especies en peligro de extinción. Es el Noé de las plantas.
Empezó solo, después su familia se ha ido involucrando, incluso su hijo Joel, de 20 años, también es un protector asiduo de la naturaleza.
Su enfoque holístico abarca desde la conservación de la biodiversidad hasta el empoderamiento de las comunidades locales para coexistir armoniosamente con la naturaleza.
Un pastizal convertido en selva
El viaje de Ramón no ha estado exento de desafíos. Ha enfrentado obstáculos económicos, presiones de desarrollo y la inevitable incertidumbre que acompaña a la conservación.
Sin embargo, su determinación inflexible y su profundo amor por la naturaleza han sido su guía a lo largo de los años. Su finca tiene 32 hectáreas, cuatro destinadas al cultivo sustentable del cacao y dos al jardín botánico.
Siempre le ha gustado la naturaleza y toda la vida que hay en ella (fauna y flora). El terreno, que adquirió con su trabajo, era un pastizal.
Poco a poco lo fue convirtiendo en una selva, pero con plantas de diferentes especies que las rescataba en terrenos donde la minería ilegal explotaba sin piedad o donde la tala arrebataba las especies en extinción.
Es así que en cada lugar que iba recogía semillas o pequeñas plantas de aquellos árboles que parecía que no iban a tener una segunda oportunidad.
Ha perdido la cuenta de cuantas plantas ha rescatado, dice que tiene miles, porque como la naturaleza es sabia se han reproducido las especies con el pasar de los años.
Cada planta rescatada la colocaba en un pequeño vivero y cada vez que brotaban las trasplantaba en la finca. Tiene árboles que ya no existen en el cantón, aseguró, como el Pechiche, Bálsamo, Guayacán, entre otras.
Tiene plantas milenarias, maderables, forestales, frutales y ornamentales que ya no se encuentra con facilidad en otro sitio, aseguró Pucha.
Centro de investigación
Su propiedad, bautizada como El Picaflor, es un paraíso. Pucha recuerda que hace 24 años, su finca no tenía mucha vida. Con el rescate de las plantas y su reproducción de forma natural, también llegaron diferentes especies de animales, tanto terrestres como aves.
El colibrí es una de las especies que vuelan por la finca. Su trabajo lo ha realizado a pulso y con sus propios recursos, porque buscaba dejar un ambiente más saludable para sus hijos.
Ramón es un autodidacta ha pasado sus conocimientos a su hijo Joel, quien explora cada ser viviente que tienen en el territorio y lo informan a científicos de las universidades Amazónica y Católica, con las que trabajan.
Ahora su finca también se ha convertido como un laboratorio de investigación. A Napo llegan grupos de agricultores y estudiantes para analizar el sistema de conservación.
Ramón espera que más investigadores se interesen en conocer la propiedad, porque menciona que hay diversidad de especies que no logra identificar de manera científica.
Joel contó que encontraron una boa constrictor, cuya especie está en peligro de extinción y las identifica a través de las lecturas de los libros o por vídeos de otros especialistas.
Emprendimiento para cuidar el santuario
La finca agroturística fue abierta al público en tiempos de pandemia. Ramón Pucha cobra el ingreso, porque con el mismo recurso sigue conservando el sitio que es considerado el santuario de la flora y fauna.
Ligia Caiza, alcaldesa de Carlos Julio Arosemena, resaltó el trabajo de Ramón Pucha y aseguró que les darán todo el apoyo con vialidad y promoción, para que los turistas conozcan esta historia de vida.
Se los puede visitar todos los días del año, pero desde abril a diciembre se siente la magia de la diversidad de las flores, como bromelias y orquídeas, que muestran toda su belleza.
En estas fechas aconsejan ir sin ninguna clase de perfume, porque el olor de la naturaleza se impregnará en la piel.
Los turistas, a más de conocer sobre el trabajo de rescate y conservación, observarán la reproducción de las abejas nativas de la Amazonia.
La finca ofrece aprendizaje y diversión. El área protegida está en la parroquia El Capricho y por un camino de segundo orden se llega hasta la comunidad Alto Ila.
Para pasar el río Anzú, se usa una tabla adaptada a una boya de llanta que es empujada por los propietarios.
Existe un área para la pesca deportiva, exploración y también pueden degustar todas las frutas de temporada.
En un mundo que a menudo parece estar en desequilibrio, Ramón Pucha es un recordatorio viviente de que la esperanza y la acción pueden florecer, incluso en los lugares más inesperados.
A través de prácticas agrícolas sostenibles y la creación de hábitats específicos, ha transformado su finca en el santuario para la vida silvestre.
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