En Guápulo, los miradores pasaron a ser cantinas al aire libre
En las tardes y en las noches, los miradores de Guápulo son tomados por gente que bebe, fuma y demás. Las autoridades intentan mantener el control con operativos, pero no es suficiente. Los residentes viven una tortura.
Jóvenes se sientan en el mirador a beber.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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Una joven ebria se arrima a la baranda del mirador de Guápulo, en la calle Rafael León, y vomita. A solo unos metros, tres muchachos cantan y beben, un hombre intenta destapar una botella de vino, nueve chicos bailan cumbia villera y una pareja juega naipes.
Entonces, a las 20:00 del jueves 2 de marzo de 2023, llegan dos motorizados de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) a este sector del centro-norte de Quito.
Todos se dispersan. Unos corren a mover los carros mal parqueados. Otros, las motos. "Pero, ¿dónde las ponemos?", pregunta un joven. Grita. Se enfurece. El agente toma fotos. Y por esta vez deciden irse. Pero no queda ahí. Volverán. La noche apenas comienza.
Unas horas atrás, a las 15:00, Alexis Naranjo caminaba por el mirador. Decía que vivir cerca se ha convertido para él y sus vecinos en una pesadilla. Una que nunca termina y que los tortura los jueves, viernes y sábados desde las 19:00 hasta las 04:00.
El descuido empaña la vista
El mirador de Guápulo es un sitio al que llegan turistas, nacionales y de otros países. Desde allí se ven pequeñas y grandes casas, un camino sinuoso, árboles, una quebrada enorme, aves, buses. Pero todo aquello ha sido empañado por el descuido.
Un cartel informativo está grafiteado, al igual que el busto de Francisco de Orellana. Al puente, que conduce al mirador, le falta una tabla, es decir, hay un hueco que devora despistados. Y la hierba ha crecido sin control.
Pero no solo eso.
Uno de los problemas más recurrentes es que aquel mirador se ha convertido en una pequeña 'cantina' al aire libre donde hay gente que bebe y consume drogas.
Lo dicen los residentes del edificio Locarno, el más próximo a este sitio. Alexis Naranjo es uno de ellos y el testigo del descontrol que empieza a las 19:00. "Hay bulla. La gente viene con altoparlantes, se estacionan en lugares prohibidos y arman escándalos", lamenta.
Una noche, Naranjo se enfrentó a cuatro hombres. Les pidió que bajaran el volumen de un equipo que habían instalado en la cajuela. Los grabó. ¿Y qué pasó? Nada.
Además del volumen alto, -dice- rompen botellas. Se orinan. Hacen lo que quieren. Y esto ha acorralado a los habitantes de Guápulo. Han pedido ayuda a las autoridades. Pero Naranjo asegura que nadie los escucha. Y que los problemas nunca cesan.
El arquitecto Fernando Herrera, quien también reside en el barrio, detalla que han intentado frenar las 'farras nocturnas', colocando bolardos para evitar que los carros se estacionen en la calle Rafael León y pasajes aledaños. Pero no los respetan. Les da igual.
Según la Agencia Metropolitana de Control (AMC), Guápulo es un punto crítico en la ciudad por el consumo de alcohol en espacio público. En lo que va de 2023, la AMC ha realizado 1.161 operativos en Quito. Y ha iniciado 109 procedimientos sancionatorios hasta la fecha. Sin embargo, no hay una cifra específica de Guápulo.
La multa general es de USD 212,50.
La delincuencia
La presencia de los infractores no solo daña la imagen de este sitio turístico y fastidia a los moradores. También atrae la inseguridad, según los vecinos.
Christian Vela, que vive en el edificio Locarno, cuenta que una vez llegaron delincuentes con metralletas y pusieron a todos los bebedores contra el piso. Les robaron y huyeron.
El capitán Danny Carvajal, jefe subrogante del subcircuito Itchimbía, al que pertenece Guápulo, dice que son casos aislados. El índice delincuencial en la zona es bajo, según el control de mando integral, añade.
Pero sí reconoce que la gente que llega a consumir alcohol en los miradores se vuelve objeto de la delincuencia, ya que se expone.
Pues el problema no solo radica en el mirador de la calle Rafael León, cerca de la avenida González Suárez. Detrás de la iglesia de Guápulo, en la calle Juan del Toro, hay otro en el que, según denuncian los habitantes, las personas beben, se drogan y hasta realizan actos sexuales en los carros o entre los matorrales.
Frente a ello -asevera-, se realizan operativos todos los días y hay trabajos en conjunto con la AMT y la Agencia Metropolitana de Control.
Retiran a los bebedores para evitar grescas y escándalo público. Y -agrega Carvajal- no ha recibido reportes de gente que haya tenido sexo en aquél espacio público, a unas cinco cuadras de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) y que actualmente está cerrada.
Hubo un mal mantenimiento e, incluso, tenía goteras. No funciona.
El arquitecto Herrera detalla que se ha planteado la posibilidad de abrir una nueva UPC donde hoy funciona un restaurante, debajo del mirador de la Rafael León, por la intranquilidad que sienten los moradores.
Pero Carvajal advierte que para instalar una unidad policial hay que hacer un estudio. Por ello, ve más factible que se habilite nuevamente la UPC existente. Sobre la inseguridad, para él, es solo una percepción.
Operativo sorpresa
Son las 17:00. Hace sol, pero corre un viento helado.
Varios jóvenes beben un trago barato en el mirador de la calle Rafael León. Otros tienen cervezas de litro y se han instalado en el parque que está a los pies. Se ríen. Se abrazan. Se emborrachan. Pero entonces llega una patrulla de la AMC, acompañada de policías metropolitanos y también de motorizados de la Policía Nacional.
Los funcionarios ingresan al parque y retiran las botellas. Están vacías. Esta vez, los chicos se salvaron de una sanción que -explica uno de los integrantes del equipo- es de hasta USD 512, ya que beber en una zona turística es una infracción grave.
Jaime Prado, presidente del cabildo de Guápulo, está en el parque y ha presenciado el trabajo de la AMC. Se acerca a los funcionarios y les pregunta cuál es el procedimiento para que ellos visiten más seguido la zona y sancionen -retiren- a los bebedores.
Le responden que los ciudadanos deben llamar al ECU-911 o dejar un oficio formal en la agencia. Prado les dice que está cansado de dejar oficios y de reclamar por la falta de apoyo. Mientras que otro residente de la zona, mucho más tajante, se acerca a ellos y espeta que siempre llama al ECU-911, pero que nunca acuden ni la policía ni los agentes de control.
El presidente de Guápulo detalla que el parque también es un punto afectado, además de los miradores. En noviembre de 2022 hubo una minga. Y desde entonces no ha recibido ningún mantenimiento del Municipio de Quito, manifiesta.
Le hierba ha crecido. Indigentes se han adueñado de un espacio destinado para las mascotas, donde tienen ropa, tarros de agua, basura. Los juegos infantiles están en mal estado. Hay desechos de perros. Y si está iluminado, es gracias a la gestión de los vecinos, asegura.
Prado cuenta a PRIMICIAS que, años atrás, el restaurante situado en ese espacio tenía un convenio con el Municipio de que se encargaría del cuidado del parque. Sin embargo, ya no funciona bajo esa premisa. Está olvidado, como otros proyectos de la zona.
El presidente asegura que ha enviado una carta a la Alcaldía en la que ha expuesto puntos urgentes y necesidades, como radares, peaje, reductores de velocidad, semáforos. También ha pedido ayuda con dos muros que se están desmoronando y podrían afectar a varias casas.
Pero nada.
El arquitecto Fernando Herrera advierte que para recuperar la zona es importante mejorar la seguridad. Darle mantenimiento al parque. Y que los indigentes salgan de allí.
Incluso, la situación que atraviesa Guápulo ha hecho que algunos residentes -en total hay 5.000 habitantes- se vayan de la zona hacia otras calles cercanas, principalmente a la avenida González Suárez. Además, ha caído a la mitad el valor de los arriendos
Sigue el relajo
Cae la noche.
Cuando los agentes de Tránsito desalojan el mirador, a las 20:00, algunos se van. Pero no de Guápulo.
Los carros se estacionan en los pasajes aledaños. Y otros van al mirador de la calle Juan del Toro, donde ya hay un grupo de chicos bebiendo en la vereda.
También hay parejas en los autos, que tienen vidrios oscuros.
Así transcurre una noche más.
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