Una de las fuentes de agua más antiguas de Quito está bajo amenaza
El cerro Atacazo, ubicado en el sur de la capital, provee de agua a más de 180.000 personas. El líquido solo necesita un proceso de desinfección para su consumo.
El cerro Atacazo es una de las fuentes de agua más importantes de Quito. Imagen del 2 de junio de 2022.
Jonathan Machado / Primicias
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A más de 3.600 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera occidental de Quito, se levanta el cerro Atacazo. Se trata de una de las fuentes de agua más antiguas de la capital y una de las más importantes, sobre todo, para los habitantes del sur de la ciudad.
La acelerada expansión que Quito vivió a mediados del siglo XIX ocasionó que el abastecimiento de agua que ofrecía el volcán Pichincha sea insuficiente para satisfacer la demanda de ese entonces, por lo que fue necesario recurrir al líquido proveniente del cerro Atacazo.
Darwin Bohórquez, jefe de Manejo de Cuencas de la Empresa Municipal de Agua Potable (Epmaaps), explica que "los pajonales del Atacazo tienen la capacidad de absorber la neblina y el agua de las lluvias que caen en la zona para escurrirlas en la superficie, y de forma subterránea".
Agrega que esta agua tiene excelentes indicadores de calidad, por lo que no requiere ser potabilizada para el consumo humano, a diferencia del líquido que proviene de lagunas como Salve Facche o La Mica.
Bohórquez dice que el líquido subterráneo atraviesa unos canales de 30 metros de longitud que fueron construidos en medio de la montaña, conocidos como galerías, hasta llegar al Sistema de Agua Potable Filtros Pichincha.
"Lo único que esta agua necesita es un proceso de desinfección antes de que llegue a los 180.000 consumidores".
Darwin Bohórquez
El agua de la superficie debe cumplir, en cambio, un proceso que tiene dos pasos: la filtración de residuos y la desinfección.
"Esta agua no necesita ser potabilizada porque cumple con los parámetros de calidad que establece la norma 1108 del INEN, aunque siempre está en constante análisis y monitoreo", agrega Nelly Moreno, jefe de la Unidad El Troje, a la que pertenece el Sistema Filtros Pichincha.
Por este sistema pasan 75 litros de agua por segundo, suficientes para satisfacer la demanda del sur de la ciudad.
Amenaza creciente
Uno de los mayores problemas que enfrenta el cerro Atacazo es el agresivo crecimiento urbano que experimenta la capital.
La construcción de barrios y de pequeñas viviendas ha ido escalando, poco a poco, hasta llegar a dos kilómetros de los pajonales y de las galerías de agua.
Darwin Bohórquez, funcionario de la Epmaps, asegura que los asentamientos amenazan la calidad del agua de la montaña, pues la llegada de personas a espacios naturales, generalmente, es sinónimo de contaminación.
A esto se suma que muchas de las personas que viven en el Atacazo se dedican a la crianza de animales como vacas y ovejas.
"Estos animales también son potenciales contaminadores porque necesitan agua y pasto par satisfacer sus necesidades", dice Bohórquez.
Recuerda que, entre 2015 y 2020, hubo tanques de captación en el sur de la montaña que no pudieron operar porque la calidad del agua disminuyó por la presencia de ovejas.
Para intentar cuidar los pajonales y las quebradas, el Municipio de Quito compró 411 hectáreas de terreno que estaban en manos privadas para declararlas como zonas de conservación.
Ahora, intenta adquirir otras 700 hectáreas que son propiedad de las comunidades que viven en el Atacazo.
"Estamos en negociaciones para aumentar el área de conservación", agrega.
Mientras la compra se concreta, el Municipio optó por contratar a tres guardaparques que recorren el cerro para evitar el pastoreo de animales, la quema de llantas y el depósito de basura.
La entidad cree que la mayoría de hectáreas del Atacazo deben ser declaradas como áreas de conservación para evitar que más asentamientos pongan en peligro a una de las fuentes de agua más antiguas de la ciudad.
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