Fabián Zurita, el hombre que ha cultivado el amor por las montañas en más de 20.000 jóvenes del Ecuador
El montañista quiteño Fabián Zurita tiene 89 años. En el campamento Aire Libre, que se realiza desde 1974, busca mostrar a los niños y jóvenes una vida sin abundancia material, cerca de la naturaleza.
Fabián Zurita comenzó a subir montañas a los 15 años. Hoy tiene 89.
Cortesía Aire Libre
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Son más de 20 mil niños los que han pasado por el Campamento Aire Libre, fundado en 1974.
Su ideador, y hasta ahora la persona a cargo, es el montañista Fabián Zurita.
Cuando Fabián comenzó en el montañismo era un joven de 15 años. Hoy está a ocho meses de cumplir 90 años, con el amor por la naturaleza y las montañas intacto, como la vez que coronó su primera montaña, el Iliniza norte, en 1950.
Su andar es lento y su rostro evidencia el paso del tiempo. Pero sus ojos vivaces siguen iluminándose cuando habla de las cumbres, de los viajes y, sobre todo, de los jóvenes.
Es que él mismo es un alma joven con muchos "años humanos".
“Mi vida sigue siendo igual desde hace más de 70 años. No tengo la misma fortaleza y agilidad, pero mi enfoque siempre ha sido el montañismo desde la parte filosófica e ideológica”.
Por ello en cada oportunidad que tiene, da charlas y consejos sobre cómo llevar una vida de bienestar, cerca de la naturaleza y las cosas simples.
El camino de Aire Libre
Cuando estaba en sus veinte y fue profesor de colegio, Fabián comenzó a llevar a sus estudiantes a paseos al Rucu Pichincha, su montaña favorita. Luego vinieron los grupos de andinismo, en los que escaló la mayoría de montañas del Ecuador.
Entonces, le dieron la idea de crear un campamento vacacional, como los que había en los años 70 en Estados Unidos.
Con folletos e información de otros países, formó el primer campamento, al que llevó a 23 personas a un espacio de una hacienda de Machachi. “En una especie de gallinero sin gallinas, explica Fabián”.
Con los años y la experiencia, Aire Libre se transformó en lo que es hoy: un espacio en La Merced que funciona desde 1985 en el que se realizan campamentos de la Costa y de la Sierra.
Allí hay árboles, áreas verdes, pero pocas comodidades, pues la comodidad es algo que no va con Fabián Zurita, una persona que se considera, en algunas ocasiones, demasiado severa.
Un campamento en la actualidad dura máximo tres semanas (el de los jóvenes). Los chicos, divididos en patrullas, pasan la mayor parte del tiempo realizando actividades al aire libre, como caminatas y juegos. También, conocen mínimo dos cumbres.
Los jóvenes despiertan temprano y tienen que estar formados en el patio principal a las seis de la mañana. Todas las charlas dadas allí y en la montaña terminan con una frase:
-¿Cuál es el camino?
-El esfuerzo
-¿Cuál es la meta?
-La cumbre
-Sonrían
-¡Carajo!
El esfuerzo
Fabián, como orador y formador de montañistas, tiene sus mantras. Quizás el principal es: las verdaderas alegrías solo brotan del esfuerzo.
Montaña a montaña, Fabián entendió que solo cuando se esforzaba y las cosas no eran fáciles, sentía la verdadera felicidad, no la que es pasajera. Eso es lo que intenta transmitir a los demás.
“Yo les digo a los chicos: ‘cuando vas a ver a tu equipo y mete un gol, te alegras, pero ves a esos jugadores, se abrazan, se besan, se tiran al suelo. Esa es la felicidad del esfuerzo’”.
Además, añade, el esfuerzo es algo que hemos olvidado con las comodidades que tenemos hoy, como las tecnológicas:
“(cuando los chicos llegan al campamento) sin el celular se ponen raros, uno o dos días no saben qué hacer, yo recién ahora tengo celular porque mi hija vive en el extranjero, y entiendo que la gente se encandila viendo al Messi, al Ronaldo, al Putín… eso entretiene, pero no sirve de nada. Nos aleja de lo importante”.
Para Fabián, esto resulta en que los jóvenes se sienten más solos. Pero finalmente, cuando despejan su mente, logran entender que en el esfuerzo hay satisfacción.
Fabián comenta que la dependencia tecnológica hace que las madres se preocupen más. Por eso, ahora el campamento dura una semana menos que cuando comenzó.
Aire Libre duraba un mes y los acampados no tenían ningún contacto con sus padres. El objetivo era que los chicos se vuelvan independientes, responsables y experimenten la libertad.
Libertad
Libertad es otra de las palabras recurrentes en el diálogo de Fabián. Pero, ¿qué es la libertad para Fabián?
El montañista, quien fue sacerdote jesuita, cree que la libertad está en no depender de cosas materiales. Cree que tenemos demasiada abundancia: de comida, de ropa, de malas noticias…
“Siempre cuento la anécdota del filósofo Sócrates -relata- que cada tanto iba con sus discípulos a pararse afuera de las tiendas. Y le preguntaban: maestro, ‘¿a qué viene? A convencerme de que soy feliz sin nada de estas cosas’. Yo no soy Sócrates, pero sé que lo más simple de la vida es lo más hermoso”.
¿Qué cosas simples son esas? Acercarse a la naturaleza, cuidar una planta, cuidar una flor, las montañas. “He cuidado estos árboles como si fueran hijos y les adoro”, dice emocionado.
La juventud
En marzo comenzará la edición 50 de la región Costa y a Fabián le falta tiempo para coordinar los detalles.
Va de un lado para otro acompañado de sus dos perros. Aunque odia las modas, se podría decir que tiene un look establecido: pantalón de montaña, camisa leñadora de cuadros, casi siempre roja, un saco, y, dependiendo del clima, un gorro para cubrirse del sol.
Se mueve a pie o en bus y casi nunca usa un auto particular.
Tiene una vitalidad atípica de una persona de 89 años. Pero para él es algo normal y es lo que intentó explicar en el libro que lanzó en 2018: Ochenta, la cuarta juventud.
Allí detalla cómo una vida sobria puede ayudar a conservar nuestra energía. Hace suya una frase que aprendió hace años: la salud está en el plato y en la suela del zapato, que sigue al pie de la letra. Cuida su alimentación y hace ejercicio a diario.
La montaña
Espiritualidad, formación humana, poesía… son algunos de los aprendizajes de Fabián en la montaña, que para él, es la mejor maestra que existe, pues en ella se debe ser audaz, cauto, práctico y responsable.
Ahora que está cerca de los 90 años, quiere celebrarlos en el Rucu Pichincha, montaña a la que ha ascendido más de 300 veces y entrena constantemente para ello.
Otra cumbre que le fascina es el Cotopaxi. “Ahora que ha estado en proceso de erupción, está negro, la parte de la nieve. Casi me dan ganas de llorar, porque tantos años he visto los glaciares lindísimos, como cuevas de duendes…”, cuenta.
La meta más importante
La meta es la cumbre, sí. Y Fabián cree que él ya las ha alcanzado todas. Hizo montañas en Ecuador, en Sudamérica y en Europa.
Las cimas de su vida personal también las logró. Tiene una familia y un lugar en el que se siente tranquilo. Su intención ha sido intentar vivir con poco y sin ambiciones, pero su cumbre principal, sin duda, haber podido llevar sus enseñanzas a muchas personas.
Diez años.
Fabián dice que cuando cumplió 80 años, dijo que quizás viviría 10 años más. Y que ahora que cumplirá 90, espera que le queden 10 más. Pero los quisiera vivir como hasta ahora, inmerso en la naturaleza, cerca de las cumbres.
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