"Ya no queremos estar aquí": el drama de migrantes ecuatorianos en albergues de Nueva York
Los albergues de Nueva York están colapsando y la crisis es sentida por miles de migrantes latinoamericanos, entre ellos ecuatorianos, que llegan a Estados Unidos.
Una fila de migrantes se formó afuera de un hotel de Nueva York, convertido en albergue, el 1 de agosto de 2023.
AFP
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Por Paola Nagovitch
Miles de migrantes que viven en refugios habilitados por el estado de Nueva York, que ha recibido casi 200.000 viajeros desde 2022, denuncian la falta de un plan a largo plazo. En esa situación está una ecuatoriana de 30 años, llamada Hedgie.
La acera frente al hotel Row en la Avenida 8 de Manhattan está abarrotada de neoyorquinos y turistas que se preparan para ver el eclipse solar del 8 de abril. Todos con cámaras y gafas a mano, menos Hedgie.
Ella está en una esquina de la calle, casi escondida detrás de la multitud. A su alrededor hay varias mochilas, maletas, bolsas con ropa. Ese día les toca abandonar este hotel que durante los últimos dos meses fue su refugio.
La familia de cuatro —con dos hijos de cuatro y ocho años— ahora vivirá en el hotel Watson, también en Manhattan, hasta junio, cuando nuevamente serán desahuciados y tendrán que volver a solicitar alojamiento en uno de los albergues habilitados por la ciudad de Nueva York para acoger los miles migrantes que han llegado desde la primavera de 2022.
En los seis meses que lleva en la ciudad, la familia ha tenido que mudarse cuatro veces. Hedgie cuenta que están cansados de ir de un lado para otro y están considerando marcharse a otro Estado: “Ya no queremos estar aquí”.
Como ella, miles de personas alojadas en los más de 215 albergues habilitados por la ciudad para lidiar con los casi 200.000 migrantes que han llegado hasta la Gran Manzana desde el 2022 han recibido notificaciones de desahucio desde el pasado octubre, cuando la ciudad comenzó a restringir los tiempos de estancia en estos centros.
Desde la semana pasada, además, la situación se ha agravado con la entrada en vigor de nuevas restricciones para limitar las solicitudes de alojamiento. Bajo la nueva normativa, anunciada en marzo, familias con niños como la de Hedgie podrán seguir pidiendo refugio cada 60 días.
Pero las parejas sin niños y las personas solteras recibirán plazas por solo 30 días y luego se verán obligados a abandonar los refugios, a menos que la ciudad determine que tienen “circunstancias atenuantes” y se les conceda una exención. Hasta ahora, estos últimos dos grupos ya estaban limitados a estancias de 30 días, pero podían volver a aplicar cada mes sin ningún problema.
La nueva norma del Alcalde Adams
Con esta nueva norma, la intención de la Administración del alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, es impulsar a los migrantes a buscar alojamiento por su cuenta y reducir la población dentro de los centros de acogida.
Defensores de la inmigración denuncian que las nuevas restricciones solo servirán para agudizar la desesperación que los migrantes ya sienten, forzándolos a vivir en un estado constante de preocupación e inestabilidad.
Muchos acabarán durmiendo en la calle, ya que la mayoría no tiene una fuente de ingresos estable porque no pueden trabajar debido a su estado migratorio y, por tanto, no pueden cubrir el coste de un alquiler en la ciudad más cara del país.
Kim Corona, portavoz de la New York Immigration Coalition (NYIC), una coalición estatal de organizaciones pro migrantes y refugiados, tilda de “discriminatorias” las nuevas restricciones. “Estos límites son inhumanos. Nadie debería correr el riesgo de acabar durmiendo en la calle,” señala.
Promesas en redes sociales
Más del 70% de los migrantes que han pasado por estos centros en los últimos dos años son latinoamericanos. La mayoría procede de Venezuela (el 41%), Ecuador (17%) y Colombia (9%), según datos facilitados por el Ayuntamiento.
Muchos de ellos emigraron de sus países con la idea de llegar hasta Nueva York tras haber leído en redes sociales u oído de familiares o amigos que en la ciudad existe una ley llamada right to shelter, o “derecho al refugio”, en vigor desde los años 80.
Esta normativa, que no existe en otras grandes ciudades estadounidenses, garantiza que se proporcionará una cama a quien la solicite en la red de albergues. Durante cuatro décadas, el “derecho al refugio” estuvo orientado principalmente a la población sin hogar.
Eso cambió en la primavera de 2022, cuando miles de migrantes conocieron que existía este derecho. En el verano de 2023, el número de migrantes que vivía en estos centros ya superaba al de las personas sin techo.
Inicialmente, la Administración de Adams recibió a los migrantes recién llegados con brazos abiertos. Cuando el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, empezó a enviar autobuses cargados de migrantes a Nueva York como parte de una maniobra para denunciar la política migratoria de la Administración de Joe Biden, el propio Adams acudió a la terminal donde llegaron los primeros buses para darles la bienvenida.
Los buses siguieron llegando —Abbott ha trasladado a Nueva York a más de 37.100 migrantes desde agosto 2022— y pronto la red de albergues comenzó a colapsar. Aunque la ciudad abrió más centros y habilitó más camas, la sobrecarga llevó a la Administración de Adams a cerrar el grifo: primero intentó de restringir el “derecho al refugio” fue en 2023 y luego trató de suspenderlo por completo.
La vida en los albergues
El diario EL PAÍS visitó varios albergues de la ciudad, y aunque no se permitió el acceso a su interior, los testimonios recopilados a las puertas de estos shelters revelan que las personas que viven dentro se sienten atrapadas en un “círculo vicioso” del cual es difícil salir.
Aunque todos transmiten su agradecimiento por tener un lugar donde descansar cada noche, sienten que la ciudad no tiene un plan a largo plazo para ayudarlos a alcanzar la estabilidad y autosuficiencia.
Sobres las condiciones dentro del hotel Row, la venezolana Maryelys García cuenta que hay muchas “cucarachas y hormigas”. Dice que no ha visto ratones o ratas en su habitación, pero no duda de que los haya porque la “basura se acumula en los pasillos”.
Miguel corrobora que en el Stewart Hotel, también en Manhattan, la situación es similar. Este hombre venezolano de 36 años prefiere ocultar su nombre real, ya que tiene miedo a que se le identifique y sea expulsado del sistema de albergues.
A las puertas del Stewart, susurra sus quejas: “Hay muchas chiripas (cucarachas)”.
Además de hoteles convertidos en refugios, la ciudad también ha construido campamentos para alojar migrantes. Uno de ellos fue levantado en el Floyd Bennett Field, en la punta sureste de Brooklyn. En este antiguo aeropuerto viven casi 2.000 personas —unas 500 familias con niños.
El Floyd Bennett Field está ubicado en un área remota de Brooklyn, casi totalmente rodeado por la bahía de Jamaica, cerca de la playa de Rockaway. La estación de metro más cercana al centro está a casi nueve kilómetros y el trayecto a Manhattan en transporte público es de al menos dos horas.
Aquí vive Carlos, un ecuatoriano de 36 años que tampoco se atreve a dar su nombre real, junto a su esposa y dos hijas. Aunque no tiene permiso para ello, trabaja en un garaje de carros en Queens y cuenta que tarda de dos a tres horas en llegar, dependiendo del tráfico.
Labora 12 horas al día, pero dice que no ha podido ahorrar porque, entre los gastos de su familia y las deudas que tiene pendientes en su país, el dinero que gana no le alcanza, mucho menos para pagar un alquiler.
Carlos y su familia huyeron de Quito el pasado noviembre: “Mi esposa tenía un negocio de peluquería y uñas. Un día llegaron y nos dijeron que teníamos que pagarles una mensualidad o nos mataban. Los ignoramos, pero volvieron. Los ignoramos otra vez hasta que un día dispararon contra nuestra casa, hasta mataron un gato”.
Llevan cuatro meses en el Floyd Bennett Field, donde dice que la convivencia no es fácil. Cuenta que los baños compartidos siempre están sucios porque “la gente hace sus necesidades donde sea” y la comida es terrible.
Aun así, no tienen otra opción que hacer una solicitud tras otra para vivir allí o algún otro albergue hasta se resuelvan sus peticiones de asilo.
*Artículo publicado el 27 de mayo de 2024 en El País, de PRISA MEDIA. Lea el contenido completo aquí. PRIMICIAS reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA.
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