'El cuartel de las feas', un reducto de racismo y violencia
El sector conocido como 'El cuartel de las feas', ubicado en el Guasmo, es parte del distrito Sur de Guayaquil. PRIMICIAS recorrió una de las zonas más violentas de la ciudad.
El sector 'El cuartel de las feas' en el Guasmo Sur, Guayaquil, 15 de octubre de 2021.
Carolina Mella
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A una de las calles, a orillas del estero en el Guasmo sur de Guayaquil, la conocen como ‘El cuartel de las feas’, pero nadie sabe con exactitud el origen del nombre.
“¿Somos feas?”, pregunta Neyme Nazareno y desata una carcajada general.
Hay música estridente en cada casa, que se mezcla con la que suena en los teléfonos de un grupo de chicos que conversan en la calle, mientras esperan el material para terminar los arreglos de una casa que está cediendo hacia el estero.
En 'El cuartel' las casas de bloque de cemento y caña están construidas una al lado de la otra, incluso algunas comparten la misma pared, sin dejar espacio a la privacidad, lo que provoca una tensión que muchas veces termina en riñas violentas.
"Ya no pelean tanto como antes, aunque a veces los juegos de cartas y bingo pueden subir de tono", dice una joven, que recalca que sucede especialmente en esta calle, en la de 'El cuartel de las feas'.
"Ese es un apodo que viene de las personas de otros barrios. Usted es testigo de que no somos tan feitos", sonríe un hombre que conduce una tricimoto amarilla.
“Debe ser porque somos bien unidos, como el cuartel de Betty”, sonríe de nuevo Neyme, haciendo alusión a la telenovela “Betty, la Fea”.
"Ese es un apodo que viene de las personas de otros barrios. Usted es testigo de que no somos tan feítos".
Aunque también se puede inferir que se trata de una mirada racista, porque la gente que vive en los barrios aledaños dice que este es un lugar “donde todos son negritos”.
“Nosotros somos Pueblo Nuevo”, dice molesta una mujer, pero admite que ya nadie reconoce a este lugar con ese nombre.
Entre robos y asaltos
Pero la fama de ‘El cuartel de las feas’ ha trascendido por ser un sitio peligroso.
“El cuartel era el foco rojo de robos. Todo aquel que salía de ahí decía que le robaban, por eso cuando la gente escucha del lugar, prefiere no ir”, explica un habitante de un barrio aledaño.
La Policía del Distrito Sur identifica a ‘El cuartel’, que está en la Cooperativa Pablo Neruda, como uno de los puntos calientes en el Guasmo Sur, una de las zonas más violentas de Guayaquil.
Aquí asesinan a una persona cada 48 horas.
En lo que va de 2021, se han producido 111 muertes violentas, el doble si lo comparamos con las 56 que se registraron en 2020.
Los crímenes se cometen con saña y violencia. Si asesinan a alguien no será con menos de 20 tiros.
Esta realidad está conectada con lo que ocurre en las cárceles de Guayaquil.
En el distrito Sur se disputan el territorio las mismas bandas que operan con las organizaciones delictivas y que se masacran en los complejos penitenciarios.
El sector es apetecido por grupos delictivos por estar ubicado estratégicamente a orillas del estero y cerca del puerto, por las rutas de entrada y salida para la distribución de droga.
Para intentar contener la violencia, en este distrito se realizan cerca de 1.200 operativos policiales cada mes. En 2021 han desarticulado 10 bandas, detuvieron a 455 personas y hubo 321 armas incautadas.
En este distrito se realizan cerca de 1.200 operativos policiales cada mes. En 2021 han desarticulado 10 bandas.
Parecen resultados significativos, pero no tienen la dimensión necesaria para en una zona donde habitan 366 mil personas; es decir, tiene más habitantes que cantones como Manta, Durán o Daule.
El Guasmo es un mar de concreto. Está tan poblado, que los espacios se han reducido a calles y estrechas veredas. La comunidad lamenta la ausencia de parques y áreas verdes y que los niños y jóvenes tengan que ‘recrearse’ en la calle.
El único parque cercano para cuatro cooperativas tenía una cancha de básquet y juegos infantiles y ha sido reducido a la mitad, para dar espacio a una edificación para el tratamiento de aguas servidas.
El Guasmo es un mar de concreto. Está tan poblado, que los espacios se han reducido a calles y estrechas veredas.
“Prácticamente nos están dejando sin parque”, dice una moradora.
Además, “las luminarias son amarillas y no alumbran nada”, reclama un habitante “y eso cuando las prenden, porque por lo general están apagadas”, añade otro.
Desanimados, sus habitantes intentan cambiar los barrios pintando de colores las casas, pero no cambia la realidad de violencia a la que se niegan a acostumbrarse, aunque deban decirlo tras la cerca de rejas de sus casas, resguardadas con candados.
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