Cuando Quito se volvió peatonal a la fuerza
Miles de residentes y visitantes caminaban el martes 8 de octubre por las aceras y parques del norte de la ciudad ante la ausencia casi total de transporte público. Una pareja decidió hacer caso omiso a las revueltas y contrajo matrimonio en plena huelga.
Víctor y Karen se casaron en medio de una jornada de protestas y paro.
Primicias: Gonzalo Calvache
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Por las amplias aceras de las principales avenidas del norte de Quito caminaban oficinistas, trabajadores, turistas, madres empujando coches de bebé, personas con discapacidad, jóvenes con sus mochilas y el celular en la mano.
En las esquinas y en los bordes de las acercas se amontonaban los transeúntes en busca de un vehículo que los llevara.
Algunos se subían ordenadamente en los baldes de las camionetas; que se llenaban de gente con rapidez y partían. ¿La tarifa? cincuenta centavos por persona. Lo mismo que se pagaba para viajar en autos y furgonetas particulares.
Se subieron a la camioneta
Los de a pie, caminaban sin prisa, resignados a recorrer un buen trecho a falta de taxis y de buses.
En los alrededores de la Universidad Católica, Fernando, un hombre de mediana edad, le dijo a PRIMICIAS que salió desde los alrededores del Estadio Atahualpa y se ahora dirigía hacia el extremo sur de la ciudad.
Un trayecto que le iba a tomar a Fernando al menos cinco horas.
Varias cuadras abajo, hacia la avenida 6 de Diciembre, una pareja abría su quiosco, un pequeño negocio que ha atendido al público a lo largo de las manifestaciones.
"Tenemos que trabajar para comer", respondieron.
Hugo, un ciudadano sudoroso dijo que el gobierno debía solucionar el problema del transporte, pero no estaba molesto.
En la Avenida Colón, una de las más frecuentadas de Quito, la mayoría de los negocios permanecía cerrada y pocos locales atendían a medias.
Hacia el norte, en el sector de Iñaquito, un lugar de mucho movimiento comercial, el mercado del mismo nombre, que ocupa toda una manzana, se hallaba cerrado.
En la misma dirección, a pocas cuadras, en la zona financiera, la gente caminaba sin prisa y el usual alboroto de los vendedores ambulantes apenas si se escuchaba.
Matrimonio en plena huelga
En la avenida Naciones Unidas, la oficina del Registro Civil trabajó con normalidad. Fue una de las pocas instituciones públicas que abrió sus puertas al público.
En la vereda frente al Registro Civil, Víctor Rivadeneira y Karen Alegría cruzaban miradas cómplices y no paraban de sonreír. Acababan de contraer matrimonio.
¿Por qué se casaron en un día tan atípico? "Habíamos fijado esta fecha y, además, tenemos programado un viaje que no podemos diferir", contaron emocionados.
Ellos pusieron el aire festivo a una jornada en la que la mayoría trataba de encontrar la forma de transportarse hacia sus trabajos, un lugar en dónde dejar a los niños ya que las clases en escuelas y colegios estaban suspendidas. En una ciudad que se volvió peatonal a la fuerza.
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