Educación, en una crisis "sin precedentes" por la pandemia
Según el Banco Mundial, el cierre de escuelas por la pandemia generaría una "pobreza de aprendizaje" en la cual el 62% de niños de 10 años no pueden leer un texto simple.
Parte de los pupitres están clausurados para respetar la distancia entre los estudiantes.
Cortesía Ecotec
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La pandemia por coronavirus obligó al cierre de las escuelas y colegios en marzo de 2020 en Ecuador. El ciclo Costa iba a comenzar y en la Sierra y Amazonía estaban a tres meses de culminar el año escolar.
Son 14 meses que la mayoría de estudiantes ecuatorianos no ha pisado un aula, ya que los planes pilotos han sido pocos y muy enfocados.
Un año y dos meses en que el contacto entre maestro y alumno fue virtual y, en el mejor de los casos, diario.
Un informe del Banco Mundial señala que la región de América Latina y el Caribe atraviesa en la actualidad una crisis educativa sin precedentes, que requiere actuar de inmediato para mitigar e incluso revertir sus efectos.
El estudio concluyó que el cierre de las escuelas ha creado una “pobreza de aprendizaje” y la define como el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, que podría haber crecido de 51% a 62,5%.
Esto podría equivaler a 7,6 millones adicionales de niños y niñas en educación primaria “pobres de aprendizaje” en la región.
De acuerdo con el informe, luego de 10 meses (un año escolar) sin clases, 71% de los estudiantes de los primeros años de la escuela secundaria pueden no ser capaces de comprender adecuadamente un texto de moderada extensión.
Antes de la pandemia, la cifra era de 55%. Y si los colegios permanecen cerrados por otros tres meses, el porcentaje ascendería a 77%.
"Esta es la peor crisis educativa jamás vista en la región y nos preocupa que podría tener consecuencias graves y duraderas para toda una generación, en especial entre los sectores más vulnerables", dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
"Los gobiernos deben actuar en forma urgente para recuperar el terreno perdido y aprovechar la oportunidad para mejorar los sistemas educativos aprovechando nuevas tecnologías", añadió.
En Ecuador, el Gobierno pidió a los colegios elaborar un plan de retorno a clases en el que exigió la adecuación de espacios para lavado y desinfección de manos, implementación de señalética y la reducción del aforo en aulas, las que debían estar ventiladas de manera natural.
El plan, postergado en varias oportunidades por el Ministerio de Educación, debía aplicar un sistema mixto en el que los alumnos acudan a clases dos o máximo tres días a la semana, por horas y el resto de formación era virtual.
Más pobres, más afectados
Más aún, las pérdidas no son iguales para todos los sectores, sino que afectan principalmente al quintil inferior en la escala de ingresos, lo que, según el informe, podría haber ensanchado en un 12% adicional la ya elevada brecha socioeconómica en materia de resultados educativos.
Según Unicef, más de 90.000 niños y adolescentes abandonaron sus estudios en Ecuador, desde el inicio de la pandemia.
María Quimi logró que su hijo Bryan pueda volver a un colegio particular en Durán. Al inicio de la crisis, los ingresos familiares se redujeron por tener menos horas de trabajo y cambió a su hijo a un colegio público.
"Cada quince días la profesora le mandaba un archivo por Whatsapp para que lo imprima, lo llene y lo envíe a través de fotos. Entregaba uno y le mandaba otro, nunca una clase o una explicación", señaló.
Bryan va a primero de bachillerato. Tuvo que nivelarse y firmar un compromiso de rendimiento para ser aceptado en una institución particular.
El Banco Mundial estima, en su informe, que a futuro, la enorme pérdida de educación, capital humano y productividad se podría traducir en una caída de ingresos agregados a escala regional de USD 1,7 billones, o aproximadamente 10% del cálculo base.
A estos impactos negativos se añade la posibilidad de que las deserciones escolares se incrementen por lo menos en 15% debido a la pandemia y, también, a la interrupción de servicios que muchos niños recibían en las escuelas, como los programas de alimentación escolar, que beneficiaban a 10 millones de estudiantes en la región.
El cierre de las escuelas tiene consecuencias físicas, psicológicas y emocionales dramáticas para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, concluye el informe.
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