Operadores de crematorios trabajan al límite por aumento de muertes
Los crematorios de Quito reciben hasta 25 cuerpos diarios de personas que fallecieron por problemas respiratorios. La incineración dura hasta cuatro horas.
Dos cremadores del grupo La Paz después de una incineración, el 9 de agosto de 2020.
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Los tres hornos crematorios que tiene el grupo funerario Los Lirios en Quito trabajan sin parar las 24 horas del día.
Este ritmo tomó fuerza apenas la ciudad pasó a vivir la llamada 'nueva normalidad' cuando pasó a semáforo amarillo el 3 de junio de 2020. Desde entonces, el número de contagios y de fallecidos por Covid-19 se disparó en toda la ciudad.
El proceso de incineración varía entre tres y cuatro horas, dependiendo de la morfología del cuerpo. Pero, todos son sometidos a hornos que operan a 900 grados centígrados para reducir los restos a cenizas.
Durante ese tiempo, Ricardo Rivero, uno de los cremadores que tiene la empresa, coordina la llegada de otro cuerpo o el levantamiento de un cadáver en un hospital, en la calle o en un domicilio.
Rivero recuerda que durante los primeros meses de la pandemia recibía unos cinco cuerpos al día. Sin embargo, la cifra se elevó hasta los 25 en los últimos dos meses.
Esto ha ocasionado que las jornadas sean largas y cansadas en las que "a veces no tenemos tiempo ni para pensar sobre el impacto que deja la pandemia", dice Rivero.
Peligro de contagio
Ante el peligro que representa el Covid-19, Rivero y los otros 11 cremadores del grupo Los Lirios extremaron las medidas de seguridad.
Para cada incineración utilizan trajes de protección, mascarilla, guantes, gorros y protectores de zapatos. El objetivo es reducir al máximo el riesgo de contagio.
Pero, los cremadores no solo realizan la incineración, también acuden al levantamiento de los cuerpos junto a la Unidad de Criminalística de la Policía, al personal de la Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos y a los médicos del Ministerio de Salud.
Para este proceso, Rivero dice que, además del equipo de protección personal, utilizan un ataúd y fundas exclusivas para cadáveres. "Después de que retiramos el cuerpo, quienes acudieron al lugar se someten a un proceso de desinfección, al igual que la carroza fúnebre".
Solo el Municipio de Quito ha coordinado el levantamiento de 252 cuerpos en casas, en ancianatos y en la vía pública.
De este número 81 personas fallecieron con diagnóstico confirmado de Covid-19, mientras que 171 fueron posibles casos.
Después del levantamiento del cadáver, el cuerpo ingresa a una cámara fría en la que permanece ocho horas antes de ser cremado.
El coordinador nacional de la Federación Ecuatoriana de Funerarias, Sebastián Barona, dice que la demanda de cremaciones ha aumentado en los ocho hornos que hay en la Quito porque también llegan cuerpos de otras provincias.
El dolor de las familias
Lo más difícil de este trabajo, dice Ricardo Rivero, "es mirar el dolor que tienen las familias al ver que uno de sus seres queridos ya no estará a su lado".
A esto se suma el impacto psicológico de tener un mayor contacto con cadáveres.
Rivero reconoce que el apoyo de su esposa y de sus compañeros ha sido fundamental para mantenerse fuerte en su trabajo y no decaer.
Cada mañana, cuenta Rivero, pide a Dios que ya no se registren más fallecidos y que termine la pandemia. "También espero que el virus no ingrese a mi cuerpo para no llevar la enfermedad a mi esposa ni a mi hijo de tres meses de nacido".
Luis N. también anhela que el virus no ocasione más muertes. Su padre falleció por problemas respiratorios a inicios de mayo de 2020. "El dolor más grande, después de su muerte, es que no pude despedirme de él".
El Comité de Operaciones de Emergencia, basado en normativas internacionales, no permite velaciones de personas que hayan fallecido por problemas respiratorios. En estos casos es obligatoria la incineración.
Rivero dice que la ciudadanía debe actuar con mayor responsabilidad para evitar que el número de fallecidos siga en aumento.
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