Compartir Internet y no morir en el intento: drama de miles para estudiar
Un campamento educativo en Ciudad de Dios, en Monte Sinaí, el pasado 10 de septiembre de 2020.
PRIMICIAS
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Pamela Chávez llegó a la Cooperativa Ciudad de Dios en julio de 2020 junto a sus dos hijas, de 9 y 12 años. Y aún no salen del asombro: encontrarse en una suerte de mundo paralelo.
Ciudad de Dios es uno de los lugares más pobres de Guayaquil, al extremo norte de la ciudad, en el sector conocido como Monte Sinaí. Se la considera, todavía, zona urbana, pero es como vivir, literalmente, en medio de la nada.
Pamela construye, de a poco, su vivienda: en la cima de una loma, desde donde se observa todo el asentamiento.
En Ciudad de Dios abundan las casas de caña, que se levantan en un camino de tierra, en lo que antes era un bosque seco.
Las lomas no son impedimento para las construcciones; los vecinos improvisan resbalosas escaleras, sobre las cuales se levantan esas rústicas viviendas, en las que también se usan plásticos y zinc como puertas y ventanas.
No hay servicios básicos. Y el acceso a Internet es casi imposible.
“Con mis dos celulares vamos a la casa del vecino que sí tiene servicio, por antena, y ahí las niñas y yo nos conectamos a las clases”, cuenta Pamela Chávez, de 32 años.
200 niños suplican Internet
Las hijas de Pamela se educan en una escuela particular, mientras ella estudia en la Universidad Estatal de Milagro. “Le pagamos al vecino cinco dólares al mes para tener algo de su Wi-Fi. Las tres, mis hijas y yo, debemos conectarnos”.
Es la única alternativa que tienen, porque asumir un costo de al menos USD 30 al mes les resulta imposible. En estas zonas, alejadas de todo, el Internet satelital puede ser la alternativa, pero su costo, incluso, quintuplica al servicio regular.
Además, la señal de celular es muy débil e intermitente. Así que poner recargas tampoco ayuda.
Desde la casa de Pamela Chávez se divisa un amplio terreno vacío. Allí se construye una cancha y una iglesia evangélica. Pero mientras avanza la construcción se ha improvisado una escuela, como las que se multiplican en Monte Sinaí.
Son clases de refuerzo que dan maestras voluntarias.
Aquí llegan al menos 20 niños de todas las edades, todos con mascarillas, que se reúnen tres veces por semana.
Es la única alternativa para más de 200 niños que viven en Ciudad de Dios.
La rústica escuela está junto a una de las paredes de los colegios réplicas Simón Bolívar y 28 de Mayo, que se construyeron en el gobierno anterior, pero que la pandemia obligó a cerrar.
Ese Wi-Fi imposible
“El colegio tiene Internet, pero del otro lado: desde aquí no se puede conectar”, comenta el dirigente Jhon Díaz.
Él quiere que el Municipio de Guayaquil coloque un punto de Internet. Esa conexión, algo aparentemente tan cotidiano en el siglo XXI, es lo que más extraña Pamela Chávez de cuando vivía en el suburbio de Guayaquil. Un sector que, aunque también pobre, no se compara con las limitaciones extremas que padecen en Monte Sinaí.
“Nosotros nos organizaríamos, para que todos no vengan de golpe, y así educar a los niños y a los adultos”, explica el dirigente Díaz.
Casi 80% de zona rural, sin Internet
Internet se siente más como un servicio básico cuando las clases presenciales se han clausurado por la pandemia.
En Petrillo, una comunidad rural del cantón Daule, en Guayas, ocurre lo mismo. El dirigente Reinaldo Briones cuenta que él sí tiene Internet y lo comparte con los vecinos.
Dar la clave del Wi-Fi se ha convertido en un negocio o un gesto noble, como regalar un vaso de agua. “La gente se organiza y me pide: yo les doy”, dice Reinaldo.
“Pero en zonas más alejadas no hay posibilidades: la señal celular se pierde. Entonces, los vecinos deben salir cada cierto tiempo, más cerca a la ciudad, para conectarse”.
El WhatsApp es un imposible. Ni qué decir de otras plataformas de comunicación como el Zoom. No llegan ni los SMS en la zona rural, la que más ha sentido el impacto del cierre de los planteles educativos.
Según el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), solo el 45% de los ecuatorianos tiene acceso a Internet en sus hogares. Sin embargo, en las zonas rurales esa cifra baja a al 21%. O, en otras palabras, casi 80% del área rural del país sin acceso a Intener.
Programa educativo en 1.072 radios
PRIMICIAS consultó al Ministerio de Educación qué alternativas tiene para sectores donde no hay Internet, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
La ministra de Educación, Monserrat Creamer, ha destacado en recientes entrevistas el programa Educa Contigo: se transmite en radios, una hora diaria, dividido en tres horarios rotativos, de lunes a domingo, en 1.072 estaciones de cobertura nacional, regional y local.
Mientras que en televisión hay una franja nacional educativa, de 15:00 a 16:00, sin cortes.
El Ministerio de Educación, además, promociona el canal digital www.educa.ec que transmite las 24 horas. Pero cómo verlo si hay un porcentaje importante de hogares sin acceso al servicio. En Petrillo o Ciudad de Dios, en Monte Sinaí, esa no es una opción.
Televisión educativa como alternativa
Mónica Franco, vicerrectora de Vinculación de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG), ideó un plan que consiste en transmitir 4,5 horas de contenido educativo en UCSG TV, el canal de señal abierta que tiene el centro de educación superior. La estación tiene cobertura en las 24 provincias del país.
“La televisión educativa ya era una alternativa antes de la pandemia. En países como México o Uruguay están muy adelantados: es clave para zonas donde ni siquiera hay profesores”, explica Franco, que también fue viceministra de Educación.
Incluso, la alternativa de la televisión como plataforma educativa se desarrolló fuertemente en la década de los 80 en Colombia: hasta los jóvenes podían terminar el bachillerato de esa manera.
De allí que la UCSG pone a disposición la moderna infraestructura de su canal: que se den clases, con un horario establecido en las mañanas y que contengan cuatro materias:
- Matemáticas
- Lenguaje
- Ciencias Naturales
- Ciencias Sociales.
Esos contenidos se alternarían con cápsulas de formación en valores y de emprendimientos para atraer al público adulto. “Esto podría servir como un refuerzo o como sustituto de clases que ahora solo ocurren en WhatsApp, donde hay escasa retroalimentación”, explica Mónica Franco.
La Universidad Católica de Santiago de Guayaquil presentó la iniciativa al Ministerio de Educación y al Municipio, pero hasta el momento no ha obtenido una respuesta. “Nosotros tenemos la infraestructura, pero se necesita el financiamiento que requiere producir espacios de este tipo”, aclara Franco, con 40 años de experiencia en el sector educativo y un doctorado en el área.
La pandemia ha desnudado las limitaciones de la educación pública, en especial en las zonas rurales y pobres, donde más que a la pandemia le temen al estancamiento, a seguir relegados y no poder superar el analfabetismo.
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