Latinoamérica: paraíso para la comida basura
Una mujer fríe tortillas y carne en México. Para 2050 habrá reducir en más del 50% el de los menos saludables.
EFE
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Alejandro Calvillo comenzó a recibir mensajes con 'spyware' (programa espía) justo cuando reclamaba una subida del impuesto a las bebidas azucaradas en México.
Su lucha contra la obesidad se volvió incómoda, como la de quienes pretenden cambiar un sistema de alimentación que acarrea graves problemas de salud en todo el mundo.
Calvillo es director de la asociación El Poder del Consumidor y, junto a otras dos personas, ha sido víctima de ataques personales y de un sistema de espionaje altamente sofisticado, cuenta desde su oficina.
México, “el paraíso de la comida chatarra”, como él lo llama, es el país latinoamericano con más consumo de ultraprocesados y bebidas azucaradas.
En 2016, su tasa de obesidad adulta fue del 28,4% (24,3 millones de personas), la tercera más alta de América Latina por detrás de Uruguay (28,9%) y Chile (28,8%), según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Una epidemia mundial
América Latina y el Caribe, con 105 millones de adultos obesos y 42 millones de hambrientos, reflejan una tendencia global: en el mundo ya hay más personas obesas que pasando hambre.
Según las últimas estimaciones de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la prevalencia de la obesidad está aumentando en todas las regiones y lo hace a un ritmo más rápido que el sobrepeso. Ambos problemas afectan a unos 2.000 millones de adultos.
En 2017, el índice de masa corporal alto -que define el sobrepeso y la obesidad, y que ha aumentado su nivel en un 127% desde 1990- influyó en la muerte de 4,7 millones de personas.
Ese año, según el estudio Carga global de enfermedad del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés), una de cada cinco muertes -11 millones en total- estuvo asociada a una dieta pobre, factor que ya mata más que el tabaco y la hipertensión.
Se aleja así la posibilidad de acabar con todas las formas de malnutrición para 2030, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que ha pactado la comunidad internacional.
Tampoco parece probable que se cumplan otras metas, como la de detener el incremento de la diabetes y la obesidad para 2025, fijada por la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS.
Cada vez hay más países en los que coexisten altas tasas de hambre y obesidad. Los que mayor riesgo afrontan suelen ser los más pobres, los que “ven más fácil acceder a alimentos que son económicos, pero no necesariamente los más nutritivos”, apunta el director adjunto de Economía del Desarrollo Agrícola de la FAO, Marco Sánchez Cantillo.
Comida basura y barata
Es ahí cuando entran en escena los productos altamente procesados, elaborados a partir de ingredientes industriales, en su mayoría aditivos y sin casi ningún alimento natural.
Comida industrial, refrescos, patatas fritas de bolsa, cereales azucarados, embutidos y platos precocinados congelados son solo algunos ejemplos.
Este tipo de comida está ampliamente disponible y se han vuelto relativamente más barata que los alimentos frescos y nutritivos en los países ricos y en los emergentes.
Ocurre incluso en naciones pobres, donde el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) constató que los ultraprocesados cada vez cuestan menos y los productos sanos son, en general, más caros que los menos nutritivos.
Sin embargo, el consumo de estos últimos puede salir caro a la larga. Análisis realizados en España, Francia y Estados Unidos han llegado a la conclusión de que, cuanto más ultraprocesados se consumen, mayor es la incidencia de enfermedades no transmisibles.
“Ahora mismo lo que te metes en la boca es el factor número uno para contraer una enfermedad cardiovascular, ciertos tipos de cáncer, diabetes tipo 2,… y procede directamente de la comida”, afirma tajante Brent Loken, coautor de un informe de la Comisión EAT, una fundación global sin ánimo de lucro que lo publicó en la revista Lancet.
Importa igualmente lo que uno no ingiere. Tampoco se consumen suficientes verduras, frutas, nueces y legumbres, que aportan vitaminas, minerales y otros nutrientes necesarios.
Según su receta, para 2050 habrá que duplicar el consumo mundial de los alimentos saludables y reducir en más del 50% el de los menos saludables, como los azúcares añadidos y la carne roja, un mensaje dirigido principalmente a los países desarrollados.
Un cambio de comportamiento
Además de activistas y políticos, los expertos llevan años alzando la voz contra los vicios de la mala alimentación.
Alejandra Girona coordina, en Uruguay, el Observatorio del Derecho a la Alimentación en América Latina y el Caribe.
Ella contribuyó a aportar pruebas que llevaron al presidente Tabaré Vázquez a firmar un decreto de etiquetado frontal, el cual comenzará a aplicarse en 2020. Perú y México son los otros dos países latinoamericanos que han adoptado ese sistema.
Lo considera una herramienta que permitirá a la población “estar informada y tomar la elección sobre qué comer”, aunque entre los académicos no haya una postura única al respecto. Descarta haber recibido presiones de la industria, con la que sí han mantenido encuentros partiendo de “intereses diferentes”.
En el país latinoamericano con mayor incidencia de obesidad adulta, Girona habla del cambio de dieta a raíz de la reducción de la pobreza.
Su recomendación va dirigida al Estado: dedicar más presupuesto, investigación, evaluación de políticas y trabajo en red para pensar en lo colectivo y facilitar entornos saludables.
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