Muriel Beaven, la chilena que dedicó su vida a El Caracol Azul
Antes de la pandemia, la chilena Muriel Beaven tenía un sueño que la alentaba mucho: poner un mesón francés que conservara el nivel gastronómico del restaurante, ícono de Guayaquil.
Muriel Beaven, propietaria del restaurante El Caracol Azul, con uno de los asiduos comensales, el cantante mexicano, Armando Manzanero, en 2019, antes de ser víctima de la pandemia.
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Hablar del cierre del restaurante El Caracol Azul embarga de dolor a su propietaria Muriel Beaven. Son casi 50 años de dedicación y entrega a un espacio que considera parte de sí.
El espacio nació en 1975 en las calles José Mascote y Primero de Mayo, en pleno centro de Guayaquil. Pocos años después, se trasladó unas cuadras más adelante, al bulevar Nueve de Octubre y Los Ríos.
PRIMICIAS conversó con Gustavo Rivadeneira, amigo cercano de Muriel por más de 10 años, quien recuerda cómo nació El Caracol Azul y sus clientes más asiduos. "Está atravesando un momento de mucho dolor porque es parte de ella lo que deja", manifestó.
Chilena de nacimiento, Muriel vino a Ecuador a los 33 años de edad, sin pensar que este país sería su casa por 47 años.
"Muriel siempre buscó crear un espacio que brindara comida de alto nivel. Guayaquil es una ciudad muy turística y hospitalaria, ella se sintió guayaquileña cuando llegó y así quería que se sintieran todos quienes la visitaran", indicó.
Así que concretó la idea y abrió El Caracol Azul. "Siempre le gustaron los caracoles y el color azul lo escogió por ser muy mediterráneo", comentó Gustavo.
Lo concibió como un restaurante de comida internacional para los más exquisitos paladares. En su menú incluía platos de la gastronomía italiana, francesa y peruana, con su toque personal.
No estudió cocina, pero aprendió mucho de la sazón peruana, en su paso por Lima. "Se formó en la culinaria limeña, donde aprendió con grandes chefs", dijo.
La langosta a la termidor es el plato estrella de Muriel.
El restaurante guardaba la elegancia y la sobriedad que el azul brinda a los espacios interiores. Estaba decorado con cuadros de artistas ecuatorianos, como Tábara y Guayasamín.
Ese toque y su exquisita gastronomía fueron el imán para personajes de la política ecuatoriana, figuras de la realeza y reconocidos artistas internacionales.
Los expresidentes León Febres-Cordero, Gustavo Noboa Bejarano y Rodrigo Borja eran sus asiduos visitantes.
"León Febres-Cordero tenía una mesa para él, la que siempre ocupaba, estaba cercana al bar, muy discreta, donde trataba temas de la política. Su plato favorito era la corvina al limón", recuerda el amigo de Muriel.
Además de políticos, personajes como el Príncipe de Polignac; Raniero Grimaldi, Príncipe de Mónaco; el Rey Gustavo de Suecia y su esposa Silvia engalanaron el restaurante.
A la lista se suman artistas como Silvia Pinal, Andrés García, Alberto Cortez, Richard Clayderman, Linda Evans y su amigo entrañable Armando Manzanero, con quien guarda una fotografía de su última visita, en 2019, antes de ser víctima de la pandemia.
Muchos de estos personajes, expresó Gustavo, viajaban a las islas Galápagos y, en su paso por Guayaquil, visitaban El Caracol Azul, porque se sentían en casa.
"Muriel es una mujer muy detallista y se fijaba en lo que les faltaba a sus clientes".
Gustavo Rivadeneira.
Para ello, se sentaba estratégicamente en una mesa al fondo, cercana al bar. Desde allí, vigilaba el movimiento del local, hacía cuentas y administraba el negocio.
Esos años dorados fueron quedando en su memoria. Sus clientes más recurrentes se mudaron a Samborondón y la frecuencia era menor. Fue el caso del exmandatario Gustavo Noboa, quien visitaba el restaurante de vez en cuando para saborear pasta con salsa arrabbiata.
Sueño prepandemia
La migración hacia Samborondón dio las primeras alertas de lo que se venía para El Caracol Azul. No obstante, Muriel jamás renunció al sueño de conservar su espacio gastronómico.
En 2019, la emprendedora chilena pensó en la evolución del restaurante. "Antes de la pandemia, Muriel tenía un sueño que la alentaba mucho. Me decía: El Caracol debe evolucionar", dijo Gustavo.
De allí que pensó en vender la marca y poner algo pequeño, tipo mesón francés, al que bautizaría como 'El pequeño caracol', más informal, pero con un menú de calidad.
Mudarse a Samborondón nunca estuvo en sus planes, a pesar del boom de los restaurantes en el vecino cantón. Para ella, era como dejar Guayaquil, por eso lo descartó.
Cuando llegó la pandemia de Covid-19, su sueño se fue desvaneciendo. A sus 80 años y con un delicado estado de salud, Muriel intentó conservar su espacio, incorporando al menú almuerzos gourmet.
La idea resultó por poco tiempo, hasta que a finales de abril decidió cerrar las puertas del tradicional restaurante, ícono de la ciudad.
Una guayaquileña más, defensora de las mujeres
Como la mayoría de los guayaquileños, Muriel tiene una debilidad por el encebollado. Su lugar favorito para degustarlo es el Pez volador, ganador de la primera edición del concurso municipal Raíces.
Solidaria, como la consideran sus amistades, Gustavo comentó que admiraba tanto a Angélica Cujilán, propietaria de ese restaurante, que llamó a sus amigos de un canal de televisión chileno, para que la ganadora se hiciera famosa.
Otra de sus amigas es María Leonor Jiménez, madre de la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri. Cuando Jiménez se desempeñó como intendenta de Policía, en pleno conflicto de Ecuador con Perú, Muriel le mandaba la comida para los soldados en combate.
"Admira mucho a María Leonor y siempre ha apoyado las causas femeninas", sostuvo.
El Caracol Azul se une así a la lista de restaurantes que no sobrevivieron a la pandemia y tuvieron que cerrar sus puertas, como La Canoa, La Tasca de Carlos, Palo Ceviche y Lucía, recuerda Nicolás Romero, parte de la directiva de la Asociación de Restaurantes de Guayas.
Según Romero, el 20% de los restaurantes no logró reabrir luego de que se levantó el confinamiento, además de las plazas de empleo que se pierden con estos cierres.
"Por cada USD 10.000 se genera un puesto de trabajo en el sector gastronómico", señaló a PRIMICIAS.
A diferencia de La Canoa, cuyos chefs y meseros abrieron sus propios restaurantes La Balsa y La Panga, los 14 trabajadores de El Caracol Azul son de avanzada edad y, al no tener descendencia Muriel, el legado termina con su cierre definitivo.
Su cuenta de Instagram se dedica ahora a recordar lo que fueron estos 47 años como ícono gastronómico de Guayaquil.
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