Levantar información para el censo, una tarea de resistencia
Casi 18.000 personas están detrás de la recolección de información para el Censo de Población y Vivienda 2022. Entre ellas, 13.901 censistas, 3.241 supervisores y 644 supervisores de cobertura censal.
Cencista realiza el cuestionario censal a un adulto mayor en La Ferroviaria, en Quito.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
Autor:
Actualizada:
Compartir:
Andrea Ruiz golpea una puerta metálica negra. Con su uniforme -chaleco azul y gorra amarilla-, aguarda solo unos segundos hasta que aparece, sonriente, Carmen Luzuriaga.
Ella es la dueña de casa y la primera en ser censada el jueves 10 de noviembre de 2022 en el sector de La Ferroviaria Baja, en el sur de Quito.
Ruiz, en cambio, está en su cuarto día con las brigadas del Censo de Población y Vivienda 2022, que empezó su fase presencial el 7 de noviembre y se extenderá hasta el 18 de diciembre.
Es parte del equipo de 18.000 personas que están detrás de la recolección de información para el Censo. De este equipo 13.901 son censistas; 3.241 supervisores y 644, supervisores de cobertura censal. Cada uno tiene un rol.
PRIMICIAS acompañó el 10 de noviembre a una brigada durante cinco horas. Su tarea no es tan simple, pues en el camino encontrarán puertas cerradas, el frío en la mañana y el intenso calor del mediodía, y tendrán que estar de pie pese al cansancio.
Protocolos para las visitas
Son las 07:40, el cielo está nublado y el frío cala los huesos. Pero Andrea Ruiz, de 28 años, está preparada. Lleva puesta un saco de lana blanco. Carmen Luzuriaga le invita a pasar a su domicilio. Pero eso no ocurre.
La censista cumple con el protocolo de hacer la entrevista desde la puerta. "Es por su seguridad y por la nuestra también", le confiesa a su interlocutora.
Con la tablet en mano -su herramienta de trabajo- y su credencial del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) colgando del cuello, la censista lanza la primera pregunta: "¿Tipo de vivienda: casa, departamento, cuarto?".
"Departamento", contesta la mujer, quien antes le comentó a la censista que no hizo el censo en línea. Este proceso se llevó a cabo en octubre y 2,3 millones de personas llenaron el formulario de 70 preguntas por Internet.
Si lo hubiera hecho, la censista escaneaba el código QR que arrojaba el sistema al finalizar. Y eso era todo. Pero como no lo completó, debe responder la entrevista censal en persona, lo que les toma unos 35 minutos.
Una pregunta tras otra, sin parar. En ese lapso, detrás de Carmen, aparece Marcos Jácome, su esposo. Los dos responden con soltura y amabilidad.
"¿Tiene dificultad para caminar o subir gradas?". Ella dice que no.
"¿Cuál es el nivel de instrucción?". Él dice que hizo una maestría.
La censista le pregunta a la mujer si está casada. Ella día que sí y su esposo añade: "Te faltó decir felizmente casada". Todos sonríen mientras la censista sigue en su tarea. Está parada al frente de ellos, con sus piernas y pies firmes.
Parece fácil, pero no lo es.
Al terminar la entrevista, ella va de un lado a otro. Relaja las extremidades y luego sube al segundo piso de la misma vivienda, pero en otro departamento, donde está Piedad, de 80 años, esperándola. Es la mamá de Carmen y no puede caminar por sí sola.
La censista la entrevista. Esta vez en compañía del supervisor de cobertura censal, Andrés Proaño, quien recuerda que es mejor ir junto al censista cuando se requiere ingresar a un domicilio. La entrevista tarda unos 30 minutos.
"Que sea un éxito su trabajo y que todas las personas la traten bien", suelta la mujer de la tercera edad desde su silla.
Son las dos primeras viviendas censadas, así que coloca los sellos y misión cumplida.
Pero aún le quedan 13 visitas, porque la meta de cada censista es cubrir, al menos, 15 viviendas por día. En las seis semanas que durará el censo, cada uno visitará unos 513 domicilios.
Lo hacen con ayuda de un mapa geolocalizador que tienen descargado en su tablet. Este les indica los predios, por dónde ingresar o cuántas casas hay y en qué orden pueden visitarlas.
Una salida al desempleo
Mientras camina a la siguiente casa, Andrea Ruiz comenta que es ingeniera geográfica en gestión ambiental, graduada en la Universidad Católica. Buscaba trabajo y halló una oportunidad en el INEC. "Esta es una tarea de suma responsabilidad", asiente.
En la primera semana del censo 2022 se ha encontrado con gente dispuesta a colaborar y también con un domicilio conflictivo, donde había dos personas que, al parecer, consumían drogas.
En ese caso -dice el supervisor- se alerta por un chat a la Policía de que podrían necesitar su apoyo.
El censo le cuesta al país USD 90 millones. Es decir, USD 5 por cada unos de los 18 millones de habitantes que tiene Ecuador.
A las 10:30, Ruiz continúa con su trabajo. Golpea la puerta. Abre Máximo, un abogado que tiene discapacidad; él contesta el cuestionario con normalidad, hasta que llega a la parte de identidad de género y orientación sexual.
Estas dos preguntas fueron añadidas para este censo, explicó en un conversatorio Roberto Castillo, director ejecutivo del INEC, con el objetivo de visibilizar al colectivo LGBTIQ+.
"¿Cómo se identifica según su género: masculino, femenino, trans, otros?", pregunta Andrea. Máximo responde: "Varoncito nací y así voy a morir". Luego sonríe.
Esas contestaciones son recurrentes y vienen acompañadas de risas, cuenta la censista. PRIMICIAS lo comprueba.
Tras levantar información de cinco viviendas, toma un pequeño descanso y su supervisor aprovecha para darle algunas instrucciones.
Luego continúa con una mujer que le dice: "Tenga cuidado por la zona" y con un adulto mayor que le pide que le hablé más fuerte porque no escucha.
¿Y si no están en casa?
A unos tres kilómetros de allí, en la calle Adrián Navarro, camina Steven Morocho, otro censista. Ingiero automotriz de profesión, el joven, de 23 años, toca un portón azul. Nadie sale y él deja un aviso de visita en el buzón.
Es una notificación en la que consta el número de celular y el nombre del censista, para que la persona que no está en su casa pueda comunicarse posteriormente y agende una nueva cita.
Al igual que su compañera, Morocho cree que lo difícil de su labor es permanecer de pie, caminar por calles empinadas o ingresar a zonas peligrosas, sobre todo cuando cae la noche. Pues su jornada empieza a la 07:00 y concluye a las 19:00.
En lugares conflictivos, las Fuerzas Armadas y la Policía les brindan resguardo, como en Esmeraldas, una de las tres provincias con estado de excepción.
Andrés Proaño, quien también es supervisor en la Sede Operativa 033 - Ferroviaria, comenta que a los censistas les asignaron puntos cercanos a sus domicilios. Por lo tanto, muchos conocen la zona y la gente los reconoce.
Cuando son las 12:00, cinco horas después de que iniciaron el trabajo y con el sol intenso de mediodía, Steven Morocho censa a una familia de cinco miembros: papá, mamá, hijos. Demora una hora aproximadamente en llenar los cuestionarios. A las 13:30 se va a almorzar.
Andrés Proaño, el supervisor, parece una biblioteca censal, porque ha leído las más de 600 páginas de guías para censistas y supervisores. Asegura que su misión es que el personal cumpla con el trabajo, brindarle protección y, por supuesto, asesorarle en lo que haga falta.
Proaño, administrador de empresas, lamenta que mucha gente se muestre reacia por contenido falso que circula en redes. Protestan por dar el número de cédula y por el censo.
Él lucha contra eso y sigue adelante. Aún quedan horas por trabajar y datos que recoger.
Compartir: